Capítulo 23: Pueblo de Todos, Pueblo de Nadie

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   Todo en calma, la velas iluminaban de forma opaca el pasillo donde aquel hombre de sombrero negro y máscara transitaba, donde momentos antes fue sacudido por un monstruoso grito que, bien se sabía, no era humano

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   Todo en calma, la velas iluminaban de forma opaca el pasillo donde aquel hombre de sombrero negro y máscara transitaba, donde momentos antes fue sacudido por un monstruoso grito que, bien se sabía, no era humano.

   Aquel sujeto merodeaba por aquellos pasadizos como si nada hubiese pasado, incluso detrás de esa máscara tenia dibujada una sonrisa.

   Llegó hasta su destino: Una puerta medianamente grande. No lo pensó entró, dentro se hallaban los otros dos miembros de la Secta, no se notaba, pero detrás de sus máscaras la angustia era creciente, el temblor de sus cuerpos por la preocupación era tal, que pareciera que estuviesen en medio de un sismo, y su líder solo dejó salir un suspiro de manera fastidiosa y relajada mientras ingresaba.

—¡Tú!—el miembro de la voz ronca se le acercó de forma hostil—¡Tiene idea de lo que acaba de pasar!

—No—dijo de forma relajada—¿Qué paso?

—Pues resulta que ahora solo quedamos nosotros tres—habló el otro miembro, el más fornido de todos. El líder se quedó callado tras la confesión, pero luego dejó salir otro suspiro de fastidio para después hablar.

—Eso sí que es una sorpresa—dijo de forma tranquila y despreocupada—esperaba que por lo menos trajera a uno de ellos.

—¡¿Que no te das cuenta?!—el sectario de la voz ronca gritaba furioso, pues la actitud de su compañero así lo ponía—¡Solo faltan ellos y cada vez están tomando más ventaja y tú estás como si nada estuviese pasando!

—Y tú actúas como si ya te hubiesen derrotado—dijo el del sombrero mientras caminaba al centro del salón—si nuestro compañero ha sido derrotado fue porque no supo hacer las cosas, cometió un error y lo pagó él, no nosotros—prosiguió—admito que en otras circunstancias sí estuviese genuinamente preocupado, pero luego me di cuenta que es irrelevante pensar en la derrota cuando en nuestro caso es inexistente.

—¿De qué estás hablando?—preguntó el hombre ronco. El jefe sonrió de forma presumida.

—Recuperemos nuestra ventaja.

   El sujeto del sombrero aplaudió dos veces y justo a su lado apareció un espectro demoniaco, flotaba en el aire, estaba cubierto con una túnica con capucha y en su pecho parecía tener una herida reciente, puesto que de ella no salía sangre en sí, sino una especie de humo rojizo. Los otros dos hombres vieron al líder con incredibilidad, puesto que ya sabían lo que intentaría hacer.

Niebla del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora