Cap 1

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Tristan

—Tres escuelas, tres.

—A ver, papá, lo entiendo ¿si? Es un lío, pero no es mi problema.

—Es tu hermano.

—Exacto, es mi hermano, es tu hijo y es tu responsabilidad.

—Tristan, por favor, ocho meses.

—Me estás pidiendo mucho, papá, no lo veo hace nueve años y ahora esperas que me haga responsable de él por ocho meses ¿se te olvida que tú fuiste quien me sacó de su vida por no seguir tus reglas?

—Cometí un error, no pienso cometerlo de nuevo con Caleb, pero si no cedés a esto tendré que dejarlo en la escuela de internado.

Frustrado, llevé mi mano al puente de mi nariz, tenía demasiados problemas ya como para encargarme de un adolescente. Hace años pise ese internado y aunque era la opción más simple no quería ver a mi hermano metido en eso, todo era tremendamente estricto, se podía decir que militarizado, simplemente era demasiado para alguien que está experimentando cambios en su vida.

—Ocho meses— observé al hombre frente a mi —Ocho meses y será todo tuyo de nuevo, te repito que no es mi responsabilidad.

—Gracias, Tristan, tendrás todos sus gastos pagados por mi cuenta y cualquier cosa que necesites no dudes en decírmelo.

Asentí —¿A qué hora paso por él?

—7:30.

—Nos vemos a las 7:30– meneé mi taza de café —No tengo tiempo de charlar, tengo trabajo.

Agradecí que se fuera sin discutir, las cosas entre nosotros se habían jodido hace nueve años y verdaderamente no tenía las ganas de arreglarlas, esto sería algo momentáneo, además, es mi hermano. No puedo darle la espalda.

—Bienvenido.

—Gracias, Melissa— la empleada sonrió amablemente —¿Pueden subir sus maletas al coche? Por favor.

—¿No se queda a cenar?

—No, tengo prisa.

Ella desapareció por el pasillo dejándome a solas en la estancia, avancé hasta las escaleras donde miré a un chico bajar estas, con desgano, llevaba una mochila colgada en su hombro y en sus manos sostenía su celular al que le prestaba atención, gracias a eso tropezó en el penúltimo escalón pero pudo sostenerse del barandal.

—Guarda ese celular, mapache.

Mi hermano levantó la cabeza con su ceño fruncido —También me da gusto verte, Tris.

Estaba claro que no era una persona que disfrutara dar o recibir muestras de afecto físicas pero siempre iba a haber excepciones y él era una de ellas. Abrí mis brazos para dejarlo entrar entre ellos, cosa que hizo casi al instante, sentí sus delgados brazos rodearme la cintura mientras una de mis manos se colocaba en su espalda acariciándola —¿Cuándo te estiraste tanto?

—Hace un par de meses, crecí veinte centímetros.

—Bien por ti, mapache.

—Ya no soy tan mapache.

—Sigues teniendo las ojeras hasta el suelo, sigues siendo un mapache.

𝑫𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒄𝒆𝒓𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora