17. De tal palo, tal astilla

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Artys y Cersei estaban tumbados en la cama, descansando.

El halcón miraba el techo mientras la leona paseaba su mano por el torso de él, tocó con recelo el colgante que llevaba con una punta de flecha, pero, sobre todo, prestó especial interés en la gran cicatriz que tenía. Ella ya se había dado cuenta de la marca, cuándo en el viaje a la capital entró sin avisar en su tienda y lo pilló únicamente en pantalones.

Cersei recordaba con gracia el nerviosismo que había invadido al rubio ante su penetrante mirada, nunca hubiera pensado que no mucho después perdería cualquier pudor, para besarla, tocarla y hacerla sentir viva, de una forma que hacía mucho no se sentía.

— ¿Cómo te la hiciste exactamente? —preguntó pasando su dedo por encima.

—Unos bandidos nos atacaron, a mi tía, a Arya, a Bran y a mí. Luché con ellos. El más grande me hirió. Si no hubiera sido por Ícaro habría muerto.

—Así que tendré que agradecerle al pájaro este momento. —bromeó, pero suspiró poco después al ver el rostro serio de Artys. —Quita esa cara de mártir, no lo eres.

Cersei se levantó de la cama, caminó desnuda por la habitación hasta llegar a un armario y sacar de allí una bata ligera que se puso. Mientras, Artys se sentó en la cama.

— ¿No sientes remordimiento? —preguntó siguiéndola con la mirada.

— ¿Por qué? —cogió una jarra de vino y sirvió dos copas.

—Pues...bueno... hemos...eh...—mientras intentaba buscar una palabra, la reina se sentó a su lado y le dio una de las copas a la vez que bebía de la otra.

—Echaba de menos al joven halcón que no era capaz de terminar una frase frente a mí. Me alegra que no se haya ido muy lejos. Respecto a lo otro, ¿por qué deberíamos sentir remordimiento? Robert se encama con cualquier fulana que se le pone por delante. ¿Por qué yo no podría?

—Me habían llamado muchas cosas, pero nunca fulana.

—Sabes lo que quiero decir. Solo hemos hecho lo que deseábamos hacer desde que bajé del carruaje en Invernalia. No dejabas de mirarme, ni de buscarme. —empezó a dejar besos por la mejilla y el cuello de él. —Desde el principio querías estar en mi cama.

Artys se apartó un poco, gesto que sorprendió a Cersei.

— ¿Crees que te hablaba solo porque me quería acostar contigo?

— ¿No es obvio?

—No. Me intrigaba tu actitud...aún lo hace...Eres imprevisible.

—Lo dice quién inventó el término.

—Hablo en serio.

—Y yo.

Artys le acarició con el dorso de los dedos la mejilla, ella se bloqueó unos momentos. Actos como aquellos desconcertaban a Cersei, aquellas muestras de afecto, fácilmente catalogables como dulces.

—Eres una nube. —sentenció el halcón y acto seguido la besó.

— ¿Qué? —preguntó al poco de separar sus labios.

—Una nube. —repitió de nuevo, recordando su conversación con Renly.

La reina le quitó la copa a Artys, se bebió lo poco que quedaba y dejó ambas en el suelo.

—Y tú, un joven muy curioso. —el halcón sonrió y poco después los dos volvieron a besarse, recostándose otra vez en la cama y deshaciéndose de la bata de la reina.

Volvieron a disfrutar el uno del otro sin pensar en nada más.

Seguía siendo de noche cuando Cersei le pidió a Artys que se marchara, pero el halcón fue lo bastante locuaz para convencerla de pasar allí más tiempo, prometiéndole que antes de que el sol saliera, él saldría sin ser visto hacia su habitación.

El Halcón Dorado |GoT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora