—¡Hey, Colette! —saludó Fang, gritándole debido a la distancia que había entre ellos dos—¿Has visto a Edgar? Él me había dicho que estaría trabajando pero la tienda esta cerrada... —dijo con una notoria decepción.La chica de pelo albino solo se le quedó mirando, cosa que incómodo un poco a Fang.
—Uh... —Colette apartó la mirada, ahora mirando la puerta de la pequeña tienda en donde trabajan ella y su hermana. En esa puerta transparente pudo ver su reflejo, buscaba una mentira suficientemente creíble para decirle al karaketa. Hasta que le vino la agua en la mente.
—. ¡Oh! Supuse que Edgar te había dicho que tenia mucho fiebre esta mañana, por lo tanto no pudo hacer su turno de esta mañana en esta tienda y en las otras —dijo ella sonriendo, mostrando sus dientes puntiagudos y cerrando sus ojos. Luego los abrió y la sonrisa se desvaneció en tan solo un segundo—. Ojalá mi hermano esté bien, no creo que él tenga ánimos para recibir visitas. Tú sabes lo berrinchudo que es cuando se enferma —ella empujó la puerta con el cartel de "cerrado" y antes de cerrarla completamente, le dijo a Fang: "Quizás mañana Edgar este mejor, por favor, no lo visites hoy. No quiero ver nuestro departamento todo feo"
El joven se quedó algo tonto, no es como si él tuviera la culpa de que su novio se enfermera, o que su novio sea un poquito insoportable cuando se enferma.
Suspiró—Supongo que no puedo hacer nada... —comentó triste, le parecía que no era algo de parejas, compañeros de vida, dejar al otro enfermo y solo.
Se dio media vuelta y se fue caminando pensando en Edgar.
Fang realmente amaba a ese chico.
Mientras tanto con Colette, ella directamente se fue al almacén. Caminando con una notoria furia y posiblemente desaprobación. Odiaba cuando su hermano hacia esas clases de cosas sin avisarle; y no es por qué ella quería ver cómo lo hacían, más bien era para preparar unas buenas mentiras y ensayar un poco su actuación.
Una vez parada frente la puerta vieja y gris, se agachó para ver en ese pequeño agujero donde se pone las llaves.
—Oh... —la chica dejo escapar ese pequeño ruido con sorpresa. No esperaba ver a Edgar descansando en el pecho de Grom, los dos totalmente desnudos. Aunque en realidad no le sorprendió ver a esos dos desnudos, lo único que le sorprendió fue ver a su hermano tranquilo mientras que Grom lo abrazaba desde la cintura. Eran casi como esa pareja perfecta que follan en cualquier lugar, sí, casi lo eran porque son sólo compañeros de sexo.
Edgar era todo un desastre, el cabello negro todo enredado, los labios rojos y brillantes por los besos posesivos y babosos.
Pero lo único que le llamó la atención a Colette fueron los labios de Edgar, a él no le gustaba para nada los besos y se lo demostraba todo el tiempo a ella (Colette siempre le quiere demostrar su amor con besos fuertes en las mejillas) y Fang, pero ahí estaba.
Todo eso a Colette no le causa nada más que lástima por el karaketa popular. Imagínate tener todo el dinero del mundo y ser guapo, pero tú bonito novio te engaña con alguien que solo limpia y apenas llega a fin de mes. Con solo pensar en eso, Colette se desmayaba de la presión.
—Te amo mucho, Grom... —logró escuchar Colette, si no fuera porque ella puso su oreja en la puerta, nunca hubiese escuchado tal confesión.
La forma de cómo le salió la voz a su hermano fue tan empalagosa y extrañamente amorosa. Nunca en su vida, en los 17 años que lleva conviviendo con su hermano, lo escuchó hablar de esa manera cariñosa, ni siquiera con Fang lo había escuchado.
Colette a este punto se desesperó, quitando su oreja de la puerta y reflexionando de lo que acababa de pasar.
La chica pensó ¿Eso es posible? ¿Mi hermano, hablando de esa manera? ¿Fang estará bien si se entera?
Todo lo que ella imaginaba conducía a un final un poco mal, quizás Edgar terminaba feliz pero Fang no.
—¡Aah! N-no te muevas, tonto... —Colette se sonrojó al escuchar la voz de su hermano un poco más aguda, no es que le haya gustado, solo le causo vergüenza.
—Uhg...! —la joven se acercó de vuelta al lugar donde se pone las llaves, mirando con atención como su hermano besaba a Grom sin protestas de por medio.
Los labios de Edgar parecía encajar perfectamente con los del hombre mayor.
La chica de pelo albino vio como su hermano enroyaba el cuello de Grom con sus brazos delgados, en un intento de que el beso se profundize más, haciendo que sus salivas se mezclen.
—Bien. Suficiente —dijo ella para ella misma—. No pasó nada aquí... —retrocedió a paso lento, no le gustaba mirar mucho como su hermano era usado como si fuera un masturbador gigante. Luego se fue corriendo para dar vuelta el cartel, así poniendo el "bienvenidos" y asegurándose de que ahora está abierto la tienda.
Colette se molestó un poco al escuchar de fondo a su hermano gemir. Cualquier persona con perfectas orejas audibles podría entrar y escuchar a una persona gemir mientras es golpeada por detrás. Son cosas que le aterraba Colette, pero que seguramente nunca pasarían.
El sonido de la campana hizo que Colette pusiera atención a la persona que ingresó a la tienda. No se sorprendió al ver su pequeño jefe.
—¡Dios, dile a Edgar que pare de follar y que vaya a la otra tienda a trabajar! —habló con tono enojado—. Dios, ese chico solo lo que hace es coger y coger —puso su mano en la frente, cerrando sus ojos mientras se quejaba de lo estúpido que fue al contratar a esos dos hermanos, pero que no tenía de otra porque nadie quería ser su trabajador.
Colette lo vio y no hizo nada para detener el enojo de Griff. Ella ya estaba acostumbrada a que venga su jefe y los empieza a regañar. Nada nuevo.
Ella sopló un mechón blanco que estaba por encima de sus labios, de nuevo era una tarde aburrida, un jefe que no paraba de regañar y su hermano siendo follado hasta no poder más.
Tal vez, Colette le pregunte a Edgar si planea dejar a Fang. De esa manera podría vender unas buenas fotos de Edgar sin tener que preocuparse de Fang y su dinero, el cual lo gastaba para darle cosas carisimas a Edgar, su tierno novio.