Aunque fui huérfano a temprana edad, recuerdo que mi madre decía que todo ser humano, por correcto que sea, guarda un secreto, un pasado, un hecho de su vida oscuro o cuando menos vergonzoso, que no comparte con nadie; y que ese secreto, salvo en algunos casos de reivindicación ante la inminente muerte, se va a la tumba —el de ella se lo llevó muy bien, porque nunca me dijo las razones de peso que la llevaron a ocultarme la historia del que había sido mi padre; y sobre esto ocurría una situación muy exclusiva de ella: pese a su silencio sobre él y a las prevenciones de orden dogmático o moral de la época en que nací, fui bautizado con su apellido como si el hombre hubiese aprobado concederme una parte de su terrenidad—. Años después, la universidad me enseñó otras tantas cosas sobre esta particularidad humana. Y la vida misma se encargaría de recordármelo con fruición.
Son pocos los que se atreven a reconocer lo que tienen de Jeckyll y Hyde: muestran una cara como única, pero ante el espejo de su cuarto es una mancha verdaderamente monstruosa. Fue así como pude acercarme y ver al personaje: un hombre normal, que para llegar a la cima tuvo que enfrentar sus propios miedos, sus demonios, y que debió exteriorizarlos del modo que la época se lo permitió (lo que no lo salva tampoco de la condena).
Don Julio sí que debía vivir en medio de esos vericuetos. ¿Cuántos homicidios había cometido yo en su nombre? ¿Veinte, treinta? ¿Se habrían originado esos actos bajo los rigores nobles de una verdadera justicia, o de una mente vengativa? La cifra ya no tenía relevancia. El infierno nos espera a todos, de eso no me cabe la menor duda. Aunque para unos más que para otros, el infierno debe ser un verdadero cadalso. Así, igual, la agencia que debía dirigir don Julio, sólida y lejana, podía venirse abajo con tan solo un gemido de sus muertos.
En todo eso pensaba ese sábado cuando conducía mi Peugeot 206 hacia Melgar, en compañía de Bibiana. El frío bogotano —asistido por unos días grises y lánguidos que no daban señas de tener fin como una película de terror moderna— nos tenía los huesos al borde del congelamiento; así que buscamos tierra caliente, otros rostros, otra gente.
Después de pasar el peaje de Chusacá, uno de los tantos peajes que rodean la ciudad como para imponer un límite a la propiedad del Estado o de las concesiones viales, perdí un poco la cautela que trataba de asumir para marginar las batallas interiores con mi mundo real:
—¿Has leído a Coelho? —le pregunté como si lleváramos días hablando de él, o como si yo le hubiera hablado alguna vez de él.
Debía ir muy metida en sus pensamientos, más allá de la hilera de las grandes plantaciones de pino que bordean las carreteras de la sabana, más allá del bien y del mal como dice un adagio popular, porque su respuesta fue una decorosa pregunta.
—¿Qué me dices, amor?
Ahora yo tenía la mirada puesta sobre la línea de vehículos que iba adelante. Sonreí, después de todo, porque presumí que ella, como yo, pero no en un sentido tan visceral, tenía sus propios desasosiegos.
—Que si has leído a Coelho —repetí subiendo un poco el tono de voz, porque unos desadaptados conductores habían comenzado a pitar, por algo que no supe esclarecer.
—¡Claro, amor! —Bibiana se arrellanó en su silla. Al hacerlo, no pude evitar lanzar una mirada al diminuto vestido de baño color naranja que llevaba puesto bajo la falda. Exhaló como un suspiro antes de su sentencia final—: Es uno de mis escritores favoritos.
Yo no podía dudar de las reconciliaciones que Bibiana tenía con la literatura. Ella, precisamente, se ha encargado de traducir textos literarios del inglés o francés al español, y, dejando de lado el vínculo que nos une, debo decir que lo hace bien, con responsabilidad, tanto para el autor traducido como para la editorial. Y aunque yo no soy propiamente un escritor, sí me acerco con mis historias a ese afán desmedido de contar o revelar un poco la vida cotidiana de famosos y de personas comunes y corrientes. Por eso le pregunté con tono maligno:
ESTÁS LEYENDO
Instrucciones para asesinar al escritor
Детектив / ТриллерUn periodista que lleva una doble vida, es contratado para asesinar a uno de los escritores más importantes del mundo. Los motivos del asesinato se van develando en la medida que el asesino empieza a cuestionar lo que hace y las órdenes de su jefe. ...