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A medida que el tiempo seguía volviéndose más cálido y el año escolar empezaba a llegar a su fin, más y más estudiantes salían al Lago Negro para aprovechar el cielo despejado, celebrando que otro año escolar llegaba a su fin, sin importar las noticias que Harry había soltado al final de la Tercera Tarea. Nadie sabía lo que iba a pasar, ni si las palabras de Harry contenían la nefasta verdad de lo que podría ser el futuro, pero querían seguir celebrando mientras pudieran.
En cuanto a Clary, observaba las celebraciones a través de una ventana del ala hospitalaria, con la mano de Cedric todavía entrelazada desde la noche anterior. No había dormido nada desde entonces, a pesar de la insistencia de Newt en que se quedara con Cedric mientras ella se iba a echar una siesta.
Pero cada vez que intentaba cerrar los ojos, lo veía tumbado en la hierba del campo de quidditch.
Así que allí se sentó, con los trabajadores de San Mungo controlando a Cedric cada hora, sin querer arriesgarse a moverlo del Ala Hospitalaria con la incertidumbre de su estado. Los profesores de Clary estaban más que contentos de excusarla de las clases después de la noche que había tenido, y Bill y Molly sólo se habían ido la noche anterior después de que ella les asegurara por decimoquinta vez que estaban bien para irse.
Clary se recostó en su silla con un pequeño suspiro, deseando cerrar los ojos e intentar aunque sea unos minutos de sueño y recordándose a sí misma que Cedric estaba tumbado a su lado, que aún estaba vivo. Los párpados empezaron a pesarse, el peso de no haber dormido en más de veinticuatro horas finalmente empezó a vencerla cuando empezó a cabecear.
Acababa de perder el conocimiento cuando sintió que algo caía en su regazo, y sus ojos se abrieron rápidamente para ver a Fred y a George de pie frente a ella, un pequeño montón de tostadas francesas envueltas en una servilleta junto con unos trozos de tocino sobre su regazo. Se frotó los ojos somnolientos, soltando finalmente la mano de Cedric mientras reajustaba su posición en la silla, volviéndose a sentar y alcanzando uno de los trozos de tocino.
—Hemos pensado en venir a traerte el desayuno, —dijo George, y ella sonrió suavemente en respuesta.
—Gracias, —dijo ella, dando un mordisco a la tira de tocino mientras cada uno se sentaba en los asientos del otro lado de Cedric, frente a ella.
—¿Cómo está? —preguntó Fred, y Clary se limitó a encogerse de hombros como respuesta, dando otro mordisco al beicon.
—Igual que anoche, —dijo ella en voz baja, con la mirada perdida en el lugar donde él yacía en el catre— Cuando se agachó detrás de la tumba, la piedra en la que rebotó la maldición absorbió la mayor parte, pero el resto le alcanzó. No fue suficiente para matarlo, pero sí para ponerlo en este estado. Este tipo de cosas no suelen ocurrir, así que por ahora sólo están controlando su estado, pero no saben si despertará.
