Al día siguiente, el sol los despertó brillando en lo alto, la casa no tenía las cortinas abiertas para que entrara directamente el creciente calor; sin embargo, la temperatura en aumento no sentaba bien a sus cuerpos entrelazados.
Pepe fue el primero en reaccionar, sin despertar, eso sí. Empujó a Juan con los brazos y piernas golpeando al dormido rubio del sofá, haciendo que cayera estrepitosamente al suelo.
—Me haces calor, más allá —pronunció antes de tirarlo al piso helado, sin despertarse.
Juan Manuel al chocar contra el suelo se despertó de inmediato, su corazón bombeaba sangre apresurado por la manera de despertar tan sorpresiva y su espalda dolía por el impacto.
—¡Auch! —se quejó el alfa sobando su espalda.
El pecoso al escucharlo, se despertó al instante, pegando un saltito impresionado. Usualmente dormía caóticamente y en su estado de inconsciencia olvidó que cierto rubio estaba con él.
—¡P-perdón! —dijo Pepe, dándose cuenta de que Juan estaba ahí, parpadeaba con lentitud tratando de enfocar la vista nublada por el sueño en su... pareja, ahora era su pareja, su novio.
¿Qué...? Apenas se levantó su cabeza dio vueltas, dolía horrible, llevó ambas manos a la cara mientras recuerdos de la noche anterior venían a él, llenándolo de vergüenza.
Un ruido de emergencia invadió sus oídos. Estridente. Haciendo que algo de pánico viniera a su pecho.
¿Por qué hizo todo eso?
—Buenos días, pequeño...
—¿Qué p-pasó? —Fue lo primero que pasó por su cabeza ante el estallido de recuerdos, todavía podía evocar ir a cenar y ver al molesto mesero que coqueteaba con Juan Manuel. Todo un sinvergüenza el sujeto. De ahí en más, era algo confuso y terriblemente vergonzoso.
—Puede que me distraje hablando y te serví mucho vino —hizo una mueca al levantarse y sentarse a su lado—. Luego te traje y... bueno, te quedaste dormido...
También recordó el breve momento de calentura y lo incómodo que fue todo por su culpa. ¿Podía abrirse la tierra dos segundos y tragarlo?
—Dios... Lo siento mucho —murmuró ahogado. Incluso con las manos cubriendo su rostro, su sonrojo era notorio extendiéndose por las orejas y causándole a Juan Manuel bastante ternura, como era usual.
—No te disculpes, son cosas que pasan —dijo sencillo, tratando no ocasionar tanto problema de algo pequeño.
—Arruiné nuestra primera cita como pareja...
—¡Claro que no! Fue... especial.
Pepe volteó hacia él con una ceja levantada para reírse después. No comprendía cómo podía estar tan tranquilo y ver la situación, que terminó desastrosa, como especial.
—Gracias...
—Fue muy inusual —comentó con una sonrisa—. Verte tan coqueto y agresivo con el mesero. Bueno, no le coqueteaste al mesero, te enojaste con él. Perdón por hablar tanto, otra vez.
—Te dije que me gustaoírte. Y-y bueno si m-me acuerdo... —¿Cómo no recordar a ese caradura coquetoirresponsable?
El rubio vislumbró el reloj colgado en la pared detrás de Pepe, la hora sí que pasaba rápido. Pensó que el omega debía estar hambriento, conocía su apetito y con todo el vino que había consumido anteriormente, ya imaginaba el estado de su estómago.
Regresó la mirada a su novio.
—¿Quieres comer? —cuestionó mientras limpiaba su ropa—. Sé hacer panqueques.
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Un olor peculiar
RomanceConoce a nuestro chico popular, rubio y sin cerebro "Juan Manuel" que se enamora primera vista, o bueno, olfato, del nerd del colegio "Pepe".