Capítulo único.

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Shen Qiao está de pie frente al espejo del cuarto de baño. Se mira durante unos segundos tomando poco después los cosméticos para aplicarlos sobre su piel blanca. Se coloca apenas un poco de la base de maquillaje, pinta sus párpados con sombra de colores naturales y usa un lápiz negro para hacerlos resaltar. Baja sus manos para verse nuevamente dando una sonrisa. Posteriormente, aplica muy poco de polvo rojizo sobre sus pómulos. Revisa su rostro en el espejo otra vez sintiéndose satisfecho.

Ahora toca pintar sus labios. Aunque muchas veces, Bai Rong y Gu HengBo le han dicho que no llega a ser necesario que no los utilice debido a que su cara es bastante linda, Shen Qiao continúa haciéndolo, más en esta ocasión. Con cuidado aplica el brillo labial rojo hasta el tono que más le agrada.

Sale del baño para ver su teléfono, está a tiempo. Entra de nuevo a ver si su cabello está bien peinado dando un suspiro de alivio.

Busca en su habitación un bolso que vaya a juego con el conjunto de ropa que trae puesto. Se decidió por una que le regaló HengBo hace poco de color blanco y pequeña para no estorbarle. Ajustó la correa para ponerla sobre su hombro derecho. Salió de su cuarto llegando a la sala para tomar sus llaves mientras escribía en un chat diciendo que ya salía de casa y se dirigía al lugar donde habían acordado.

Han pasado 3 años cuando Shen Qiao descubrió ese gusto por la ropa femenina. De niño recuerda bastante bien la forma en la que miraba a las mujeres; altas, bajas, maquilladas, otras no tanto, algunas vestidas muy formales y otras más casuales. Le parecía hermosa su forma de vestir. Gu HengBo y él han sido cercanos desde muy pequeños; le gustaba y sigue gustándole verla arreglarse, ir con ella a las tiendas a comprar ropa o sólo verla en los maniquies.

Aquella vez que lo supo fue al lado de esta misma chica y de Bai Rong, su mejor amiga que conoció hacía unos 5 años, más o menos.



— Bien, Gege —dijo la joven mirándolo con malicia— Perdiste el juego, así que tendrás que hacer el castigo que te digamos sin oponerte a nada —Shen Qiao suspiró asintiendo con la cabeza hacia abajo.

Los 3 están sentados en el suelo en el departamento de Bai Rong. Ella había invitado únicamente a HengBo, pero, para que Shen Qiao no se quedara solo en casa, debido a que su padre no llegaría hasta muy tarde, las está acompañando por un rato.

Las dos chicas se alejaron un poco susurrando entre ellas cosas que el joven no alcanzaba a oír. Se puso a jugar con sus manos en lo que ellas decidían su castigo. La voz de Bai Rong le indicó que ya se habían puesto de acuerdo.

— Shen Lang —sonrió mirando a la otra un segundo, ella reía— Deberás ponerte un vestido —

El joven las miró nervioso. Abrió la boca pero de inmediato ellas gritaron que no se debía negar. De nuevo soltó un suspiro, tiene que cumplir su palabra.

Bai Rong dijo que había comprado algunas cosas en internet hace cuatro días y ayer por la mañana le llegaron unos paquetes que contenían los productos adquiridos. Ella estaba emocionada por usarlos pero resultó que uno de los vestidos no le quedaba como deseaba; había pensado en dárselo a HengBo esa tarde en que iban a verse pero ahora ambas están esperando a Shen Qiao para que termine de ponérselo.

— Pensaba en dártelo a ti. Eres buena cosiendo y arreglando ropa —decía la mujer de suéter rojo.

— Para mí se ve algo grande. ¿Será que le quede bien? —su tono de voz le indicaba a la mayor que estaba preocupada. Ese sentimiento se esfumó al ver al joven hombre de pue frente a ellas.

Él salió del baño, sus mejillas están rojas. Las chicas batieron sus pestañas con rapidez. No podían creer que a un hombre le pudiese quedar tan lindo un vestido. Es color azul celeste, le llega unos centímetros arriba de sus rodillas y es de tirantes. El cabello de Qiao está suelto, cae de sus hombros como cascada. Sus piernas delgadas parecen las de una chica. A pesar de hacer ejercicio, la prenda le queda muy bien.

Las cosas no son lo que parecen - YanShenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora