Solo por dinero | Cash Buckzo x Paimon Goetia | OneShot

Parte única

Cash Buckzo no era alguien muy bueno para tratar con la gente, pese a ser el maestro de ceremonias de su propio circo. Sí sabía actuar delante de un público para entretenerlo, pero en privado no podía ser más indiferente con las personas a la hora de dialogar, exceptuando a los ricachones presumidos de la realeza (y no estoy diciendo que le cayeran bien, al contrario, él los odia).

Efectivamente y como su nombre lo indica, Cash Buckzo era un diablillo sumamente interesado por el dinero, llegando a extremos inconcebibles por muchos para conseguirlo... pero ni él mismo se imaginaba lo que llegaría a hacer aquel día.

Luego de terminar una de las tantas funciones que tenía por aquella tarde, fue tras bambalinas para poder emborracharse en su descanso, el cual no le duró mucho puesto que se vio interrumpido por una voz entonada que no tardó en reconocer. Sabía que el rey Paimon había asistido hace un rato a ver su show, lo cual no dejaba de sorprenderlo pero tampoco le daba mayor importancia que eso, lo que si no se esperaba era que el mismísimo rey "casi" en persona (puesto que había asistido mediante un espejo) apareciese allí luego de la función alabándolo.

—¡Pero qué show! Ja ja ja, eso fue... bastante bueno- entonces, —Paimon cambió rápido de tema sin el entusiasmo inicial— ese payasito tuyo le gustó bastante a mi hijo. Me preguntaba si me dejarías comprarlo.

Bueno, eso definitivamente lo tomó desprevenido, reflejándolo en su confuso rostro.

—¿Comprarlo? —repitió incrédulo por lo repentino de la pregunta y sin entenderla del todo.

—Comprar sus servicios —aclaró el de sangre noble— Sí, en efecto.

De nuevo su cara se tornó en una mueca de confusión que impacientó al rey de Ars Goetia.

—Verás, mi hijo no tiene muchos amigos y le gustó ese niño payaso. Es su cumpleaños. Está tan triste y —de nuevo cambió repentinamente el tono a uno de desinterés— no quiero lidiar con él —confesó hastiado— ¿Le escribo un cheque?

Una sonrisa se formó en el rostro del diablillo al instante, eso último era todo lo que necesitaba oír.

—Bueno, Fizzarolli es una buena atracción... y hoy aún tiene algunos shows, así que... será bastante caro —no pudo evitar sonreír codicioso.

—No, no... el otro chico.

—¿¡Blitzo?! —exclamó Cash quien no cabía en su asombro, creyó por un segundo que había escuchado mal.

—Correcto. ¿Cuánto sería? —el rey confirmó.

Buckzo tartamudeó aún estupefacto: —B-Bueno, él es mi hijo así que... mmm ¿Cuánto tienes en tu bolsillo? —lo que sea que tuviese un rey estaría bien a cambio del bueno para nada de su hijo.

El mayordomo que cargaba en mano la presencia de su majestad hurgó en su saco mientras Paimon decía lo que traía; —Eeeh... un billete mojado y un condón apretado.

Esto despertó en Buckzo una idea descabellada que rápidamente descartó, en cambio solo se limitó a mirarlo con indiferencia y decir: — ¡Ah! Es mucho. Trato. —literalmente no se podía creer que alguien le esté dando algo para llevarse al mocoso. Le sacaría 100% de provecho a esta situación.

—¡Estupendo! Tráemelo y nos iremos. —Y ni bien dijo aquello el rey desapareció envuelto en una llamarada, llevándose la mitad de la carpa con él. Esto hubiese enojado muchísimo a Cash de no ser porque ya tenía pensado un plan para saquearle la mayor cantidad de riquezas a ese plumífero altanero, un viejo pedazo de tela no importaba con lo rico que se iba a hacer.

Luego de extorsionar fácilmente a Blitzo para que cumpliera su mandato, ambos se dirigieron de inmediato a los aposentos de la familia Goetia. Al llegar allí, se encontraron nada más que con el mismo rey Paimon en persona, el joven príncipe Stolas y su mayordomo imp esperándolos. Buckzo no perdió tiempo y entregó a su hijo. Mientras planeaba cauteloso su siguiente movimiento, el rey habló: —Aquí tienes a tu nuevo amigo, hijo mío. Feliz cumpleaños —dijo presentándolos y luego regañando con un golpe a su hijo por inclinarse ante la plebe, autoproclamándose seguidamente como un muy buen padre, cosa que no pasó por alto Cash y le hizo soltar un bufido de gracia.