Capítulo 1

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Una cabaña en medio del bosque normalmente suele ser una idea estupenda para pasar el fin de semana con amigos. Sobre todo si el sitio se anuncia en internet como un lugar tranquilo apartado del ruido de la ciudad y te asegura momentos para desintoxicarte de todo el estrés de la escuela o del trabajo. Todo, en una hermosa cabaña de dos plantas con tres dormitorios cómodamente amueblados, sala, comedor y una adorable chimenea.

–Tienes que mover las maderas. El fuego se está apagando. –Eva estaba cansada de ver a su amigo mover aquí y allá, echar gasolina, y más y más troncos que servían para los tres días que estarían ahí. El pobre chico apenas había podido encender unas flamas que se apagaban a causa de que, lo que él creía que las encendería, terminaba por apagarlas.

–¡Pues hazlo tú entonces, señorita scout! –Le extendió el atizador con hastío. –Y no me hagas esa cara, me cansé. –Tomó la mano de Eva y colocó el atizador en su palma.

–Santi no te enojes. Sólo te estaba diciendo cómo hacerlo. Ven.

–No, hazlo tú –Se sentó sobre un sillón Puff, tomó la primera revista que vio cerca de él y la abrió en cualquier página, el objetivo era hacerse la víctima con clase.

–Pero dijiste que querías que te enseñara.

Santiago se mantuvo en silencio pasando las páginas con notable exageración. Sus cejas alzadas, los labios fruncidos de manera graciosa y esa ley del hielo hizo imaginar a Eva que se encontraba frente a una diva.

–¿Ya no me vas a hablar? –Esperó unos segundos, sabía que su amigo no podría mantener el silencio por mucho tiempo.

–Ay pues ya no me estés regañando. Me cansas con tu "Así no se hace" "hazle así" "que así no" –Meneaba la muñeca de un lado a otro. Se levantó y se acercó hasta Eva.

–Pues era porque lo hacías mal.

–Pero hay maneras, a ver, dámelo. –Sujetó de regreso el atizador y siguió picando tal y como Eva le había dicho que así no se hacía.

Se abrió la puerta intempestivamente. Diego y Ben habían salido hace un momento a reconocer el sitio. Aunque no viniera escrito en la página de internet, tenían la esperanza de que cerca de ahí habría actividades eco-turísticas, aunque sea una vereda para bicicletas.

Por esa razón Eva y Santiago no se asustaron por la repentina llegada; lo que no esperaban era esa alarma en la voz acompañada de oraciones a las que, hasta que vieron lo que llevaban en las manos, pudieron darle sentido.

–¡Encontramos a una niña! –Ben cargaba con ella. Era una joven de aproximadamente nueve años, cabello enmarañado de un rubio platinado, pero que se veía sucio, el color de su cabello contrastaba con el color moreno y seco de su piel. Vestía un camisón blanco manchado de lodo.

–¡Oh por Dios! –Gritó Santiago.

–¡¿Está muerta?! –Eva vio cómo la colocaban sobre uno de los sillones. La niña estaba inconsciente, su respiración no era notoria a simple vista.

–No, está viva. Hay que llamar a la policía. –Contestó Diego, el mayor de los cuatro y el novio de Eva.

–No. Mejor a la ambulancia.

–Oh bien, yo la llamo. –Santiago encendió su teléfono, no había suficiente señal dentro de la construcción, así que tuvo que verse en la necesidad de cazar señal en el aire y sus pasos lo llevaron fuera de la cabaña.

Eva se acercó hasta la niña y tocó su frente, se sentía caliente, probablemente tenía fiebre, pero no sudaba. Su piel parecía haber absorbido toda la humedad que el cuerpo genera a lo largo del día. –Esto es raro ¿no creen?

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2022 ⏰

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