Segundos

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Hacen tres semanas que comenzó el curso escolar y el primer examen había llegado. Me levanté temprano y, como cada mañana, abrí la ventana para recibir el día con el sol penetrando por los poros de mi cutis. Esta delicia mañanera me conduce a una especie de hipnosis, donde mis pensamientos y recuerdos se organizan dándole sentido a mi vida. Esta vez pasaron por mi mente los sucesos de las últimas semanas, dejando mi cabeza como un bombo.

Por un lado Anthony, con quien tenía más química, aunque solamente hubiéramos compartido cortas miradas en los últimos días.

Por otro lado Grecia, quien desde que supo que Clara y Giselle son amigas, ha insistido en incluirse en mi círculo social. Según sus propias palabras: "Tenemos que unirnos, somos una gran familia".

«Me da pena tanta inocencia»

Liz tuvo la idea de referirnos a Grecia como "la nerd", así podríamos hablar sobre ella, en su presencia y sin que esta lo notara.

De nosotras, Laura ha sido la que más ha intercambiado con Grecia en los últimos días. Según sus propias palabras: "al enemigo hay que tenerlo cerca", pero yo no le creo, sólo hay que ver como se apartan a conversar para saber que algo ocultan. Elena, Liz y yo decidimos trazar un plan: cueste lo que cueste nos enteraremos de lo que sucede.

Elena ahora está saliendo con Carlos, un chico muy guapo pero un poco alocado. Encaja perfectamente con el típico badboy, los llamativos tatuajes en su antebrazo derecho, el piercing en su nariz y su tendencia a vestir al estilo rock lo evidencian.

En fin, tenía examen en sólo un par de horas y pensaba en cualquier cosa menos en ello, confiaba en que tres tardes y dos noches de estudio no me defraudarían.

Con tal seguridad enfrenté el examen. Apenas terminaba de leer las preguntas y ya las manos me sudaban, estaba muy nerviosa. Esto me ocurre a menudo, por lo que sabía que mascar chicle y tener cerca un pañuelo o servilleta, eran las soluciones para mi problemilla. Durante la prueba sentía una sensación extraña, era como si de momento alguien me mirara fijamente, como hablándome con su mirada. Esta incómoda situación provocaba que se humedeciera también mi frente. Fingí que mi goma de borrar caía al suelo para descubrir que estaba sucediendo a mis espaldas. Mi objetivo fue cumplido, allí estaba Anthony mirándome.

En las últimas semanas esto había ocurrido con frecuencia, en el recreo, en clases o en la biblioteca, en todos lados me encontraba a la víctima mirándome fijamente. A veces pienso que lo hacía con el objetivo de que yo notara su presencia, y que solo con mi mirada de regreso se sentía complacido.

Una vez concluido el examen desapareció la humedad en mis manos, y como siempre, todos comentaban sobre sus respuestas. En fin, esa necesidad del ser humano de verificar todo el tiempo lo que hace o lo que otros le dicen.

«Aún así muchos ciudadanos dicen ser personas seguras, ¿es esto lógico? ... no lo creo»

En el recreo el tema de conversación que rondaba los pasillos ya no era el examen, sino los preparativos de la fiesta de disfraces que se realizaría el próximo viernes, y en esto me encontraba cuando siento que tocan suavemente mi hombro derecho. Mis amigas comienzan a reír pícaramente y yo sólo me limité a girar mi cabeza, descubriendo allí a Anthony que sostenía en su mano izquierda un cuaderno. Me sorprendió notar que este no era cualquier cuaderno, sino mi cuaderno de matemáticas.

- Lo encontré tirado en el suelo - me dijo mientras me guiñaba su ojo izquierdo, y me hacía llegar el mensaje de que realmente era todo una escusa para acercarse a mi.

Más tarde, mientras recibía una aburrida clase de Física, decidí abrir el cuaderno que antes me había devuelto Anthony. Al hacerlo descubrí en la primera hoja una nota:

"Fila número cuatro, letra C, puerta roja, te espero."

¿Qué significaba aquello? No tenía la menor idea, pero me estaba empezando a gustar este misterio.

«Lo prohibido es siempre más emocionante»

Cuando hubo sonado la campana tomé la hoja del cuaderno y me detuve en el pasillo que pasa frente a mi salón, pensé en los lugares más probables, pero sólo se me ocurrió uno: la biblioteca.

Cuando hube entrado en ella me dirigí a la cuarta fila, busqué el estante donde estaban los libros que iniciaban por la letra C, y ahí me detuve, ¿a qué se estaba refiriendo con "puerta roja"? Busqué rápidamente en los libros alguno con portada roja, o que se titulara así, pero eran tantos que me tomaría toda la tarde para encontrar el correcto. Me percaté entonces que detrás de este estante no estaba otro de la letra D, sino dos pequeños archivos, uno con la puerta roja y otro con la puerta blanca. Sin dudas era allí, mi intuición no me había fallado. Obviamente no podía ser permitido que estudiantes entraran en estos archivos por lo que llegué a pensar que podría ser una broma de mal gusto, pero esta idea desapareció de mi cabeza cuando vi que la puerta roja estaba entreabierta. Rápidamente me dirigí a ella y, luego de verificar que nadie venía, penetré en el archivo. Allí estaba Anthony, con una sensual sonrisa dibujada en sus labios, y con una mano extendida invitándome a pasar. No hicieron falta las palabras, solo bastaron unos segundos de miradas intensas para saber por qué habíamos llegado hasta este lugar.

Sentir sus gruesas manos recorrer mi espalda para detenerse en mis caderas, sentir su piel excitada al rozar su cuello con mis dedos y recibir todo el placer que me transmitía con un cálido beso, fueron las mayores delicias que jamás había sentido en la intimidad. Aunque me lo hubiera negado a mi misma todo este tiempo, estaba enamorándome de él, y aquel momento de éxtasis no era más que la reafirmación de este sentimiento.

Este momento de goce hubiese durado hasta el día siguiente si no hubiese sido interrumpido por un golpe seco proveniente del archivo vecino. Tal fue nuestro susto que decidimos huir de allí, para ello esperamos a un momento en el que el silencio característico de una biblioteca volviera a su normalidad. Llegada la hora tuvimos que tomar un libro cada uno, así la bibliotecaria no sospecharía.

Al llegar al salón nos encontramos con una total ausencia de estudiantes. Me preocupó no encontrar mi mochila, por lo que le pedí a la víctima que me prestara su teléfono celular, llamé a Liz y le pregunté por esta.

- Está en mi casa, yo la recogí, pensé que te demorarías más, ¿qué libro elegiste? - me dijo y acto seguido comenzó a reír descontroladamente y esto me dejó un poco descolocada.

No tenía más opción que recoger mi mochila antes de llegar a casa, sino mi madre comenzaría a interrogarme y no me apetecía que nada ni nadie arruinara mi tarde de lunes.

Una vez ante la casa de mi amiga, toqué el timbre que se encuentra en el extremo superior derecho de su puerta y rápidamente ella me permitió la entrada.

- Sí, ya sé, te cuento todo sin ocultar ni un detalle - respondí ante su interrogante mirada, nos conocíamos desde pequeñas y con sólo mirarnos ya sabíamos lo que querría transmitir la otra.

- Pues adelante - me ordenó mientras caminábamos en dirección a su habitación.

Acostadas en su cama y mirando hacia el techo nos encontrábamos cuando terminé de contarle.

- Muéstrame el libro - me dijo a medida que se sentaba y estiraba sus brazos.

- No tengo idea de como se llama, como te conté lo cogí en un momento de apuros - le comenté mientras se lo entregaba.

- Interesante libro, "Cálculo con trascendentales tempranas" - me dijo irónicamente, desatando un momento de risas. Pues sí, había extraído de la biblioteca un libro de matemáticas, y claro está que a Liz le hacía mucha gracia.

- ¿No tienes miedo de que Anthony esté jugando con tus sentimientos? - me preguntó mi amiga.

- ¿Cómo puedo saber si siente algo por mi, además de deseo? - le pregunté, realmente me había hecho dudar.

- Causándole celos, si lo logras es que realmente te quiere - fue su respuesta.

Una hora después ya estaba en mi casa, acostada en mi cómodo colchón de espuma y con la música a todo dar. No quería pensar en nada, sólo disfrutar de las letras de Beret y del recuerdo de esta tarde de lunes.

Justo detrás de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora