CAPÍTULO UNO

62 18 30
                                    

EVAN

No es la brisa fresca que me recorre el cuerpo, ni el olor a pino que tanto me desconcierta lo que hace que vuelva a ser consciente de mí mismo; sino la sensación de ahogo causada por un gran vacío que se prolonga hasta el infinito asentado en mi estómago.

Me incorporo repentinamente y comienzo a inhalar de manera lenta y profunda, procurando que mis pulmones se llenen de aire por completo y liberándolo junto con los recuerdos que tenía reprimidos por el sedante.

Mi padre sonriéndome antes de subir al carro, yo queriendo decirle cuánto le agradecía por todo lo que tuvo que soportar para darme paz a mí, y mi orgullo interponiéndose. Yo dejándolo ir y entonces, su figura junto con el carro sacudidos por una lluvia de balas. La voz de Lexa y su linda figura en el suelo con su vestido rasgado, mi promesa de ir por ella y el origen de esta sensación de estarme asfixiando.

Abro los ojos una vez que he logrado controlar el paso de aire a mi organismo y que puedo plantearme la teoría de que no moriré por ello; me doy cuenta de que me encuentro solo en la camioneta. Hay una puerta abierta y por ella logro distinguir la voz de Sarah y Jacobo, no dicen mucho, más que probablemente sean las 10:00 de la mañana, no necesito ver mi reloj para saber que son un poco más de las 10:00, el sol lo dice claramente. Me dispongo a salir de la camioneta cuando diviso una pequeña alameda. Una vez fuera me encuentro con los tres rostros que me miran precavidos, aunque sus miradas en mí duran poco. Saben que es mejor no tocar el tema de la noche, así que Sarah me hace el comentario más simple que puede haber en este momento.

—Me alegra que despertarás, ¿tienes hambre?

Los observo atentamente: Jacobo y Emmanuel tienen serios moretones en el rostro e inclusos algunas heridas. Es en ese momento que comienzo a sentir el ardor en mis nudillos. Tanto Sarah y Emmanuel tienen unas ojeras muy prolongadas, así que no necesito nada más para darme cuenta de que no han dormido. Emmanuel como todo un caballero, no solo para con las mujeres sino, para con los mismos hombres, evita mirarme. Para ser honestos, agradezco que no mencionen el tema, que lo pasen desapercibido por el momento, porque eso me da tiempo de reponerme.

—Sí. Sí tengo hambre —es lo único que soy capaz de responder.

Al lado de la alameda a unos doscientos metros hay ruinas de lo que debió de ser una ciudad años atrás.

—Tenemos pocas reservas de víveres, así que Sarah y Emmanuel planeaban ir a buscar en la ciudad algo que nos pudiera servir —explica Jacobo. Claro, Emmanuel y Sarah crecieron en el fraccionamiento tres, encargado de la ganadería y agricultura.

—Bien —respiro hondo y bloqueo mis recuerdos y con ellos el sentimentalismo que me producen.

—Seriamos ricos, ¿sabes? —me comenta Emmanuel —durante el viaje lo único que pudimos ver fue comida por donde quiera —continua emocionado pero por obvias razones su emoción no logra trasmitírseme. Ignoro el comentario de Jacobo.

—¡Emmanuel! ¡Sarah! Ustedes vayan a la cuidad y busquen alimentos. Jacobo y yo montaremos guardia. Si algo llega a pasar nos comunicaremos por medio de las radios, yo tengo una y... en la mochila de Lexa está la otra —logro terminar la indicación antes de que el nudo en mi garganta me impida seguir, si hablo me romperé y no hay tiempo para eso.

—De acuerdo —acepta Emmanuel sin ninguna otra intención de animarme. Se levanta de su lugar de vigilancia y se dirige junto a Sarah hacia la camioneta donde toman la radio un arma y un cuchillo cada quien.

Sarah voltea y nos dedica una sonrisa, más dirigida para Jacobo que para mí, así que me volteo y les doy la poca privacidad que se puede. Sé que están siendo precavidos en cuanto a sus muestras de afecto para facilitarme las cosas y se los agradezco.

PROTOTIPO CR-6: LIBERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora