CAPÍTULO DOS

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JACOBO

Me dirijo hacia la ciudad por dos razones, la primera es que sé que Evan necesita tiempo a solas, donde no tenga que aparentar ante nadie, donde pueda lidiar con su duelo por su padre <<yo lidie con el mío por la noche>> y angustia sin el temor a que lo vean frágil. Por otra parte, quiero asegurarme de que Sarah se encuentra bien. Ayer estuvo muy callada y distraída por la noche, asimismo se encontraba por haber podido matar a Evan con una dosis equivocada de sedante, esa es la razón por la que nos quedamos despiertos toda la noche para vigilarlo. Además, yo no podría haber dormido, la imagen de mi padre y el capitán Covarrubias, quien fue para mí mi verdadero padre, me asaltan a cada momento.

—¿Dónde están, Emmanuel? —le pregunto por la radio que Evan me dio, lo que me pareció algo estúpido, pero no se lo refuté. Si algo ocurría dispararía tres veces seguidas como advertencia.

—A tres cuadras al este del edificio azul y una al norte.

—Entendido, voy para allá —corro una cuadra y llego al edificio azul para dirigirme al este y después al norte tal y como me ha indicado. En cuanto giro al norte logro divisar a Emmanuel quien me apunta con su arma hasta percatarse de que soy yo, pero no es eso lo que me deja sin aliento, sino ver a Sarah en cuclillas al lado del animal con un cuchillo en su mano derecha mientras realiza un último corte desde la garganta hasta el vientre del alce. Por la grande abertura saca las vísceras del animal para tirarlas a un lado y es ahí cuando noto una lágrima que resbala por su mejilla hasta su barbilla. Dirijo la mirada hacia Emmanuel y sé que también se ha dado cuenta porque asiente y nos da la espalda para montar guardia. Sarah toma su cuchillo y realiza un corte tas otro en el cuello del alce, cada vez con más intensidad, cada vez más furiosa hasta que logra ver el hueso y lo quiebra con un golpe final, momento en el cual se derrumba y comienza a sollozar mientras intenta acomodar su cabello detrás de su oreja, pero termina manchando su rostro de sangre.

A pesar del malestar que me provoca la escena, me acerco a ella y me acuclillo a su lado a la vez que le paso un brazo sobre los hombros y la atraigo hacia mí, lo que provoca que me caiga hacia atrás y ella termine en mi regazo. Con mi otra mano le quito con mucho cuidado el cuchillo de su mano y lo aviento a un lado.

—¡Shhh! Todo está bien, hermosa —digo en un intento de tranquilizarla pero creo que solo la altero más porque comienza a hablar mientras sigue sollozando.

—¡Sabes muy bien que no la mataran! ¡No serán tan misericordiosos, la van a diseccionar y exprimir como una uva! —con eso es suficiente para que un escalofrío me recorra toda la columna. Durante la noche Sarah me acompaño mientras revisaba los documentos de mi padre, pero creo que no fue lo más acertado.

—Nena, no creerás que la vamos a dejar ahí ¿o sí? ten fe, la sacaremos, te lo prometo. Sabes perfectamente que Evan no permitirá que le hagan daño.

En su mirada vislumbro una chispa de esperanza mezclada con temor. Toma mi rostro y siento sus manos heladas y húmedas por la sangre, pero no me aparto.

—¡Prométeme que no te alejaras! ¡Que no me dejaras bajo ninguna circunstancia! —suplica aterrada dejándome verla vulnerable, frágil.

—Te lo prometo —aseguro mientras nos vemos el alma el uno al otro. Se abalanza sobre mí y me besa, un beso suave, con rabia, con pasión, con temor, un beso que despierta sentimiento encontrados y me llena de más temor. Temor de perderla, de que la lastimen —. Ahora debes estar tranquila, ¿de acuerdo?, Evan nos necesita para sacar de ahí a Lexa, ¿sale? todo saldrá bien, te lo prometo —asiente, y yo coloco sus mechones sueltos llenos de sangre en su lugar —. Vamos. Hay que llevar la comida al sartén o Evan se preocupará —se pone en pie y yo en seguida de ella.

—¡Emmanuel! Ayudarme —le pido para que sepa que ya puede acercarse y que todo está bien. Le doy un beso en la frente a esa hermosa chica que me ha mostrado su herida y me dirijo hacia el animal que entre Emmanuel y yo logramos llevar a la alameda.

—¡Aquí esta! Un hermoso macho joven —anuncia Emmanuel mientras colocamos al animal al lado de la camioneta.

Evan observa con atención al alce y a nosotros, en especial a Sarah y a mí. Puedo asegurar que está logrando interpretar nuestras expresiones y con ello nuestras manchas de sangre.

—Y ¿ahora qué?

—Ahora, hay que pelar al animal y amarrarlo a un árbol.

—¿Por qué? ¿Va a correr? —bromea Evan con el fin de liberar la tensión del ambiente y lo logra, todos sonreímos y Sarah comienza su explicación.

—Lo que quise decir fue que hay que colgar al animal para que los demás depredadores que estén cerca no se lo lleven, además de que es una manera fácil para que el animal se desangre por completo —<<¿enserio? ¿es posible que eso aun tenga sangre?>> volteo a ver el pedazo de carne a mis pies —. Y se oree y por ende, se conserve en buen estado —nos explica Sarah.

—Vale, ya entendí, solo bromeaba —se defiende Evan aun sonriendo, aunque es solo apariencia, su rostro esta rígido y sus ojos apagados.

No sé cocinar, es decir, ayudé a Hana a picar o moler, pero jamás fui el chef principal y Evan tampoco. Siempre estuvimos enfocados en el combate, en las armas; me temo que nos encontrábamos demasiado segados al buscar ser vanagloriados.

Sarah nota nuestra falta de practica para manipular alimentos, por lo que se ofrece voluntaria para realizar las primeras comidas a la vez que nos enseña lo básico a Evan y a mí, ninguno de los dos dice nada más que gracias, porque ¿qué podríamos decir? estamos desprotegidos, jamás creímos que nos veríamos en la necesidad de usar nuestra imaginación para alimentarnos. Que irónico, sabemos usar armas, cuchillos y todo para matar a un animal, pero no cómo comerlo.

—Bien, ocuparemos agua —nos informa Sarah, lo que atrae nuestra atención, menos la de Emmanuel que sigue vigilando —. Emmanuel y yo iremos a buscar agua, la que tenemos es poca.

—No. Quédate con Evan, hermosa, yo iré con Emmanuel mientras ustedes terminan de pelar al animal —digo. En su rostro se refleja el cansancio y la tristeza, no es buena idea que ande por ahí afuera tan distraída. Me pongo de pie y vuelvo a tomar mi fusil.

PROTOTIPO CR-6: LIBERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora