2

380 48 10
                                    

Habían pasado ya cuatro días desde que Heeseung dejó el instituto y comenzó a estudiar en su hogar con profesores altamente profesionales, su madre deseaba lo mejor para él y eso implicaba seguir con su buen aprendizaje.
Por un lado, el pelinegro agradecía estar en su lugar de confianza y no necesitaba tener tacto con su profesor como lo solía hacer en un instituto. Pero por otro, extrañaba el ruido del salón, las risas, las conversaciones, las bromas malas que se hacían porque dentro de todo Heeseung era el mayor espectador de todo eso a pesar de que no participaba con sus compañeros.

No era alguien muy social sin que su dislexia y misofobia se interpusiera, a veces se llenaba de enojo no poder abrazar o tocar siquiera a alguien por los gérmenes, siempre era lo mismo y siempre lo iba a ser, pero no era su culpa o al menos trataba de pensar que no lo fuera.

— El profesor me comentó que aprendes muy rápido —Jiyeon se acercó a su hijo, quien estaba sentado en el sillón de la sala— Te felicito. —sonrió—

— Mamá. —la mujer lo miró tomando asiento al lado suyo— ¿Por qué nací de esta forma? ¿Por qué leo y hablo mal? ¿Acaso hice algo mal para que esto pasara?

La mujer lo escuchó atentamente en silencio, mordisqueando sus labios sin saber exactamente que decir.

— Heeseung, no es tu culpa tu fobia por los gérmenes y tu dislexia, si naciste así no fue por algún mal que hiciste en tu vida pasada como sueles decir —Jiyeon acarició el cabello de su hijo— ¿Y si mejor invitas a Nayeon?

— Ella quizás esté con sus amigos y... Seguramente ni me ve como un amigo, Jake tiene razón, solo me estuvo utilizando por el hecho de que le haga la tarea. Estos días me habló, no para preguntar como estoy o porqué no fui al instituto, sino que me preguntó si le podía resolver algunos ejercicios. —sorbió su nariz—

Su madre lo miró fulminante, la imagen de Nayeon era de como un ángel caído del cielo para hacer el bien en la Tierra y cuidar de los más débiles, no estaba enterada de lo que ella hacía realmente con su hijo.
Una verdadera de madre no soportaría enterarse del tipo de mal trato que recibía su hijo o hija en el instituto, ese tipo de madres igual debían afrontar a la realidad y todos sabemos que ellas harían lo que fuera por la protección y bienestar de su hijo, más cuando son hijos únicos, la sobreprotección era inevitable y mucho más intensa aparte de que su amor es incondicional.

Cuando Jiyeon vio a Heeseung por primera vez, sintió su corazón latir mil por hora, se prometió a ella misma cuidarlo y amarlo hasta el último segundo en vida, su hijo comenzó a volverse su única prioridad y siempre lo puso primero que a todos. Aún recuerda cuando lo vio en esa sala de maternidad sobre su cuna envuelto de mantas amarillas, blancas y verdes porque nunca pudieron saber el sexo de su pequeño en el momento, pero a Jiyeon no le importaba que fuese, niño o niña, siempre lo iba a amar tal y como era, lo cuidaría de quien se le cruce.

Porque de eso se trataba ser madre.

— Quiero que borres su número.

— Ya lo hice, se volvió molesta.

La conversación murió ahí, la madre de Heeseung debía ir a trabajar y otro día llegando tarde no entraba en sus planes del día.
El pelinegro se quedó solo, no era la gran cosa, le gustaba estar solo porque podía hacer varias cosas sin sentir que su madre estaba encima suyo en cada momento para cuidarlo, no es que fuese alguien frágil pero ante los ojos de su madre lo era, era muy frágil.

A pesar de todos los años pasando burlas tras burlas en el mismo instituto sabía que no era un chico frágil, aguantó mucho como para decir que lo era, y es que no se consideraba como uno.

Heeseung era totalmente diferente a todos sus compañeros, o más bien ex-compañeros, él era alguien muy introvertido y nunca se animó a hablarle a alguien o incluso tocarlo, eso ya era algo obvio. Pero ya tenia 17 años, nunca salió a disfrutar de su adolescencia, nunca se dignó a conocer gente y mucho menos hacer amigos, a veces se sentía cansado de no poder hacer lo que siempre le interesó y le daba envidia ver por la ventana a adolescentes de su edad caminando en grupos de amigos o inclusive pareja, era irritante no poder siquiera abrazar a alguien.

No me toques, Shim  ||  JakeHeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora