Prólogo

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—Debo salir de aquí sin ser visto, y para eso necesito tu ayuda.

Meto la ropa con prisa y de manera desordenada en la maleta. Una prenda tras otra, parece que no voy a acabar nunca. Taemin mira atento cada una de mis acciones y después me mira a mí, para luego perderse de nuevo en la maleta. Sé que no va a aceptar mi huida y propuesta, pero por intentarlo tampoco pierdo nada.

—No puedo—dice, justo cuando estoy sentado encima de la maleta American Tourister, intentando cerrarla. Levanto mi vista de golpe y le miro fijamente, él se encoge de hombros.

—Dame una razón para poder entender porque no quieres ayudarme, cobarde.

Pego un pequeño salto encima de la maleta mientras intento cerrar la cremallera, pero no lo consigo. La cremallera se está resistiendo a mis encantos. Justo en el momento en que consigo cerrarla del todo, un par de golpes suenan en la puerta. Taemim, que hasta después de mi pregunta ha estado callado y sentado, se levanta y abre la puerta. Y en microsegundos la voz de Jin retumba por toda la habitación.

—Jimin, tenemos que hablar—observa con la rareza la posición en la que me hallo sentado pero solo se encoge de hombros y sigue hablando.—No puedes irte así, sin más, debes quedarte y cumplir con tus obligaciones.

Pongo los ojos en blanco, sabiendo de antemano la charlita sobre ser responsable que Jin me dicta todos los santos días de mi existencia. Me entra por una oreja y me sale por el orificio del trasero, pero así es la vida.

—¿Y pasarme toda una vida en una oficina sin haber hecho lo que más me gustaba?—me bajo de la maleta y me echo en plancha en la cama. —Tengo sueños que realizar, Jinnie, no me puedo quedar sentado delante de un escritorio durante más de 40 años. Lo siento, pero no puedo volverme un viejo decrépito y aburrido como mi padre.

Sé que me está mirando asesinamente y está maldiciendo mi persona en su mente, pero su corazón sabe que tengo razón. El problema es que no sé estar quieto, toda la vida he preferido tener que caminar o coger el transporte público que hacer uso de el chofer privado. Mis pies están echos para andar y bailar, no para dejarlos descansar encima de un escritorio sin hacer nada. Mi trasero ama estar moviéndose todo el día, no tolera estar aplastado en una silla incómoda de oficina. Me gusta bailar, cantar, saltar, reír, gritar, comer, etc. Todos esos pequeños placeres de la vida que solo los disfrutas si eres libre. Te puedes permitir volar y no mirar para atrás. Coger siempre distintos caminos, porque al final siempre vas a volver al mismo sitio.

—Sé lo que piensas, y sabes que tienes toda la razón, Minnie, pero no siempre puedes hacer lo que te dé la gana, hasta las personas más fiesteras necesitan dejar su libertad para conseguir aquello que necesitan para vivir de fiesta en fiesta.

—Lo sé, pero... —no consigo terminar la frase, las palabras no quieren salir de mi boca, se han quedado atascadas en la garganta. Finalmente suspiro resignado—, tienes razón tú también, supongo.

Veo una sonrisa de satisfacción crecer en su rostro, pero en cuanto ve el billete de avión que saco de mi bolso, su encantadora sonrisa se borra y desaparece.

—Parece que diga lo que diga vas a hacer las locuras que salen de esa insana cabeza, ¿verdad? ¿O acaso me equivoco?—me mira esperando una respuesta, yo solo muevo el billete en el aire en señal de respuesta, pero no parece bastarle porque que niega con la cabeza y sé lo que eso significa. Vuelvo a guardar el billete en el bolso y le contesto con toda la sinceridad del mundo.

—Jin y Taemin, necesito un año, solo uno para ser libre. Después, si queréis, me encerraré de por vida en una oficina maloliente. Tan solo quiero que me dejéis vivir mi vida a tope un año ¿sí?

Taemin se sienta al lado de Jin y asiente con la cabeza mirándole, él suspira en derrota y también asiente con la cabeza, me miran y asienten los dos a la vez, yo salto de alegría y los abrazo con todas mis fuerzas.

—¡Gracias, gracias, gracias, gracias, muchísimas gracias!—los tengo sujetos de la cabeza en forma de abrazo, hasta que escucho un 'clack' seguido de un quejido por parte de ambos. Los suelto y veo su expresión de dolor, sonrío inocentemente. —Lo siento, sabéis que os quiero, hyungs.

—Ajá, se nota—susurra Jin, frotando su frente roja con expresión de dolor, yo le sonrío inocente.

—¿A qué hora sale el vuelo?—pregunta Taemin mirando el reloj dorado de su muñeca.

—Umm, ¿a las 10 de la mañana?—no afirmo, sino pregunto.

Jin me levanta de un empujón de la cama mientras maldice en mil idiomas al aire.

—¡Pues corre, pollito, corre!—Taemin coge mi maleta y la tira por la ventana abierta de mi habitación. Quiero gritarle que qué cojones hace, pero el rubio de hombros anchos me tira a la cara una chaqueta y mi bolso.—Tienes 35 minutos si no quieres perder el avión.

Jin me lanza las llaves de su coche, y antes de que yo diga nada o proteste, él ya está hablando de nuevo.

—Por los guardias no te preocupes, Taemin se encarga de eso—se acerca a mí y me abraza con todas sus fuerzas, yo le correspondo el abrazo aguantando las lágrimas. —Te quiero, Jimin, cuídate.

—Y yo a ti, Jinnie.

Beso su mejilla y me suelto de sus brazos para pasar a los de Taemin, que me repite las misma palabras que el rubio, yo le digo también lo mucho que le quiero. Después él sale de la habitación sin decir palabra alguna, y Jin antes de salir, se queda a medio camino.

—Se libre, pequeño pajarito. Es tu momento.

Y se va cerrando la puerta.

Te prometo volver, Jinnie. Y prometo vivir todo lo que siempre quisimos hacer juntos.

Saliendo de mi pequeño trance, miro por la ventana la maleta que está tirada en medio del pasto, y de repente tengo miedo de saltar. Es un tercer piso, me voy a partir una puta pierna. Sacudo la cabeza y me digo que es por una buena causa, así que, cojo el bolso y lo tiro por la ventana, y después bajo yo por la enredadera, con todo el cuidado que mi poco tiempo me permite.

Con un par de rasguños llego al suelo y cuando he metido todo en el coche, me subo, abrocho mi cinturón y salgo haciéndole señas al guardia de entrada para que abra el portón. Me mira y asiente con la cabeza, y una vez abierta salgo deprisa y escucho los gritos de los guardias y el alboroto de mi huida, hasta que escucho el grito de mi padre y como corre intentando alcanzarme. Toco el claxon dos veces seguidas dejando todo atrás.

Se libre, pequeño pajarito, se libre.

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