Epílogo

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Seis años pasaron desde aquel fatídico día. El tiroteo apareció en noticias y todo el mundo sabía sobre él. Por suerte, las autoridades llegaron a tiempo y los degenerados obtuvieron la pena máxima en aquel tiempo por haber cometido tiroteo y asesinado de varias personas importantes e inocentes.

Una semana después de aquel día, ambas mujeres despertaron en el mismo hospital y la misma habitación.

Kuchel llegó lo más rápido que pudo al hospital y vio a su hija. Llena de puntos en su cuerpo al igual que el cuerpo de Hange, pero se encontraba estable.

Varios días inconscientes, varios días en los que sus seres queridos esperaron impacientes a su regreso. Su hermano lloraba, gritaba y entró en depresión después de ver a su hermana llena de aparatos para mantenerla viva.

La pelinegra despertó y volteó a todos lados, buscando a su amada.

—¿Dónde está ella? ¿Hans? ¿Hans, dónde estás? —Volteó con dificultad y la vio recostada en una camilla. Ahora llevaba un parche en su ojo y habían suturas en sus brazos.

Ese día volvió a tener fe.

—Hans… Estamos vivas…

La castaña despertó y lo primero que vio fue a ___ llorar. Sonrió— ___…

A partir de ese momento no volverían a cometer los errores del pasado. No rencor, no abandono, no fingir más.

Después de todo aquello, ambas salieron del hospital, totalmente estables.

Cómo buena familia que tenían, las dejaron partir para que creen su propia historia y partieron hacia un campo alejado. ___ se quedó con el apellido Ackerman y Hange se lo cambió a su apellido original, Zoë.

—¿Qué haces? —Los brazos por la cintura de ___ la hicieron sonreír como en los últimos años. El aro dorado en el dedo anular de la castaña la hizo sentir mejor y volteó a verla.

—El almuerzo favorito de Larissa. —respondió, volteando a ver a su pequeña niña jugando en la alfombra.

Hange bufó y tomó sus manos— Como que Larissa está siendo más consentida. ¿Y yo? Recuerda que soy tu amada esposa. —Colocó su cabeza sobre el hombro de su esposa y rio.

—Larissa fue por tu consentimiento. ¿Recuerdas? Morías por tener una hija, Hans.

—¡Cierto! ¡Pero no recuerdo que dijera que quería compartir a mi esposa! —hizo puchero y Larissa tiró de los pantalones de Hans, así que se separó de la pelinegra y la cargó—. ¿Qué sucede, linda?

—¿Podemos jugar? —preguntó de lo más dulce y Hange aceptó sin reclamos. Esa niña era su debilidad.

Ahí comenzó otra historia pero solo con ellas tres. Una familia, todo lo que ___ y Hange necesitaban.

Ambas tuvieron hogares diferentes, pero finalmente estuvieron juntas y ahora sí nadie podría separarlas.

Todo inició en un circo y todo terminó en esa función. Comienza una nueva vida.

Fin.

Y AQUÍ TERMINA CIRCUS

𝐂𝐈𝐑𝐂𝐔𝐒 | 𝐇𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐙𝐨𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora