CAPÍTULO CINCO

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EVAN

—¡¿Dónde está mi hermana, Evan?! —grita Alan detrás de mí. Volteo y miro los ojos que podría jurar son los de Lexa.

—Alan... —la voz amenaza con quebrárseme y mi pecho con asfixiarme —. Lo siento —mis ojos se humedecen al tiempo que su rostro palidece y sus ojos pierden cualquier rastro humano, se vuelven el reflejo de un loco, así que me apresuro a aclarar la situación antes de que piense que está todo perdido.

—Fue una emboscada, la hirieron y la tomaron presa, no pudimos...

—¡¿Pudimos?! —me corta —. ¡No lo intentaste o la situación sería diferente! ¡Te confié a mi hermana, maldito! —dice esta vez a gritos y por el rabillo del ojo observo que hemos llamado demasiado la atención porque todos comienzan a acercarse para ver qué pasa.

—¡Alan, de verdad lo lamento! Pero te juro que no la abandonaré, no es tarde... —tira el primer golpe hacia mi mandíbula y se abalanza sobre mí. Caemos al suelo y siento como sus manos aferran mi cuello. Jacobo lo taclea por un costado.

—¡Estúpido, la torturaran hasta matarla y todo es su culpa! ¡Se la entregaste a los lobos como carnada! ¡Firmaste su sentencia de muerte! ¡Confié en ti, ella confió en ti, mal nacido...

Richard le inyecta algo que le da Sarah y rápidamente Alan queda sedado.

—¿Estás bien? —me pregunta Richard.

<<Si siguen haciendo esa pregunta tan estúpida ocasionarán que les reviente la nariz. No, no estoy bien, pero eso no se dice en voz alta>>

—Sí —solo necesito un minuto.

Me pongo de pie y me alejo, no estoy seguro de qué dirección tomo, pero algo si sé y eso es que hay un dolor que me carcome por dentro y está ansiando salir. No sé de en qué momento lo decidí pero dejo salir esa furia y tristeza que me recorre todo el cuerpo.

—¡Mierdaaaaaaaa! —y las lágrimas brotan, imparables. Caigo de rodillas y me permito un momento, solo un momento de duelo por Gerardo y mi padre y por los que pueda haber más adelante, porque hay que tener presente que no serán los últimos. Un momento de debilidad por mis errores que no volveré a cometer. Las palabras de Alan han hecho mella en lo más profundo. Me doblego hasta que mi frente queda contra el suelo y mi brazo derecho golpea el suelo en busca de extirpar la impotencia que se niega a abandonarme. Es hasta que me reprendo a mí mismo por mi infantil actitud, que me levanto y me convenzo que rescataré a mi madre y a Lexa y que perforaré los cráneos de todo aquel que se interponga en mi camino. <<Basta ya de lamentaciones y lágrimas>> <<¿Tenían miedo de que cuestionáramos, de que los expusiéramos? Pues deben tener ahora más porque los destruiré, y colgaré sus cabezas como una advertencia para cualquiera que se atreva a tentar otra vez contra la gente que amo>>.

Cuando mi reloj marca las 3:30, me levanto y me dirijo a la luz de la fogata que se encuentra a unos ciento cincuenta metros. Tomo mis armas y subo al volante de la camioneta esperando la señal de salida y el guía. Nadie dice nada y me alegro porque no estoy humor para discusiones u órdenes. Sarah y Emmanuel suben en la parte trasera de la camioneta y me percato de que ahí está Alán, tendido en el suelo.

—No tenían espacio en las otras camionetas para llevarlo inconsciente —me explica Emmanuel. No digo nada, me da igual. Jacobo se acomoda como copiloto y tres minutos después emprendemos el viaje a donde sea que Richard nos lleva.

—Richard tiene una radio y nosotros tenemos otra, así que estaremos en comunicación si algo llega a ocurrir —me informa mi copiloto. Asiento.

Después de poco más de dos horas, la camioneta que abre la marcha comienza a bajar la velocidad.

PROTOTIPO CR-6: LIBERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora