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ALANA

El examen de ADN de Seth ha dado negativo.

Dominic no es su padre.

Aquella noticia, a pesar de saberla implícitamente, había golpeado a Seth con fuerza. Todo aquello que había creído durante tanto tiempo, había cambiado de la noche a la mañana. Sabía que estaba sufriendo por dentro, pero no lo había exteriorizado aún. Creo que seguía estando algo impactado por la noticia.

Él tiene un especial aprecio por su madre, y se ha pasado toda su vida diciendo que es su heroína, y que su muerte lo entristeció de una manera inimaginable. Ahora, todo el peso de la verdad aparecía queriendo arrastrar consigo todos los recuerdos que tenía con su madre.

Supongo que no podía culparlo. En ocasiones, una verdad que sale a la luz, puede erosionar completamente tu relación con la persona que ha mentido.

Sin embargo, sigue siendo su madre. Él no puede cambiar eso y, hoy por la mañana cuando abrió aquel sobre, parecía plantearse si alguna vez había conocido del todo a aquella persona que lo había criado. Supongo que no.

Nunca terminamos de conocer a nuestros padres. Ellos intentan jamás mostrarse débiles, solamente apoyarnos en nuestros peores momentos, o mentirnos cuando creen que nos están protegiendo de algo doloroso. Califican por nosotros que prefieren que los odiemos por mentirles, a que nos lastimemos con la verdad que nos han ocultado.

Toman decisiones por nosotros, muchas veces, creyendo que aquello es lo correcto. Quizás sin medir las consecuencias, o sabiendo que siempre los perdonaremos por el simple hecho de que son nuestros padres; como ellos siempre nos perdonan a nosotros.

Creo que cometemos estupideces por amor.

Yo he cometido bastantes, así que no me siento en posición de juzgar a aquellos que son padres. Tal vez el hecho de haber estado pensando que podría convertirme en madre, ha cambiado un poco mi perspectiva de las cosas. Y creo que Seth también lo notará, tarde o temprano.

Así que, contra todo pronóstico y antes de que pueda procesarlo demasiado, me encuentro en la puerta de la casa de mi padre. Mi antigua casa, a decir verdad.

Tengo llaves, pero hace bastante que no hablo con mi padre, por lo que me sentiría rara de entrar sin consultar. Se que él llama a Taylor diariamente para preguntarle como estoy, porque mis respuestas por lo general son escasas.

El carro está estacionado en la entrada, y es demasiado temprano para que abra el bar, por lo que se que está en casa. No debería preguntarme si puedo entrar a mi propia casa, pero a esta altura, no se que pensar. Creo que he estado evitando hablar con él, por miedo a lo que podría decirme. Toco el timbre dudosa, y espero en silencio.

Hemos hablado por última vez hace unas cuantas semanas, sobre todo con el incidente de aquella noche. Pero nuestra relación pende de un hilo y, luego de que se asegurara que estaba bien, volví a mantener mi distancia. No porque lo deseara, sino porque verlo me recordaba que había algo que no estaba diciéndome.

Quizás la razón por la que me había ocultado aquella carta de aceptación, o por la que seguía sin disculparse o arrepentirse al respecto.

Mi padre abre la puerta con el ceño fruncido. Se relaja enseguida al verme, y luego sonríe.

— Hija.— dice con la voz llena de sorpresa.— ¿Qué haces aquí?

Sonrío incomoda:— Vine para ver como estabas.

— Estoy bien, yo...— mira el reloj de su muñeca.— ¿No deberías estar en clase?

— Me salte Química.— respondo y él parece a punto de regañarme.— Me pasaran los apuntes luego.

Dime Que Me Amas (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora