24.- La Heroína que no Tuve

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Al día siguiente tomé mis maletas y me dirigí a la estación de trenes con mis amigos. Hasta el momento Serva no había vuelto. Así era mejor, aunque me inquietaba un poco pensar qué podría estar tramando por su cuenta.

En la estación se nos unieron Kiya y Nix, quienes conversaban tranquilamente. Luego aparecieron María y Uvi, atrasadas por culpa de María, y algunas de las amigas que había hecho en clases. Admito que no esperaba que tanta gente fuera a despedirme, pero supuse que eran cariñosos.

"Creo que esto es más tu logro que su consideración" me espetó Brontes.

—Jeje. Gracias— pensé.

Decidí tomarlo como lo más probable.

No tenía mucho tiempo, así que me puse a despedirme de todos, casi me volví loca entre besos y abrazos.

María me apretó fuerte y me pellizcó las mejillas.

—No vayas a gastártelo todo en drogas, no es bueno— me pidió.

—Eso suena más un consejo para ti que para ella— le reclamó Uvi— Cuídate, Lili, para que podamos trabajar juntas el próximo semestre.

—¡Claro!— exclamé.

Kiya también me apretó fuerte.

—¡Ay, Lili, preferiría que no te fueras!— exclamó— Pero seré fuerte. Cuando vuelvas, dime de inmediato. No puedo esperar a ir a celebrar otra vez contigo.

—Gracias, yo también quisiera salir contigo al volver.

Quise decirle que solo me iría por tres semanas, pero me paré, insegura de lo que deparara mi destino.

Nix me tendió una mano, pero yo me acerqué a él y lo abracé. No es que lo necesitara, puesto que siendo uno de los subordinados del Encadenador, seguro lo volvería a ver pronto.

—Intenta continuar tu entrenamiento allá afuera— me espetó— seguro te servirá si te encuentras a... ciertas personas.

—¡Eso haré!— exclamé.

Finalmente me giré hacia mi equipo. Cecil se veía satisfecho, Veraz parecía indiferente y Gretos algo molesto.

—No cometan muchas locuras mientras no esté ¿Bien?— les pedí.

—Lo mismo digo Flotador— me espetó Cecil.

—¡Te dije que no me llamaras así!— alegué.

Cecil y Veraz se echaron a reír, incluso Gretos rio un poco, aunque volvió a fruncir el ceño de inmediato.

—Vas a juntarte con esa brika ¿No? ¡Qué envidia!— comentó Veraz— cómo me gustaría tener una amiga tan fuerte.

—Sí, admito que su fuerza nos ha salvado en varias ocasiones— admití— pero no la extraño precisamente por eso.

—Lo sé, lo sé. Pero si necesitan un compañero de entrenamiento, no dudes en llamar— me espetó.

—¡Por supuesto!

Entonces miré a Gretos, malhumorado.

—¿Sucede algo?— pregunté, aunque ya me imaginaba qué le ocurría.

—Nada— gruñó— Intenta no morir.

Yo lo tomé por sorpresa y lo abracé, me pareció que lo necesitaba.

—Volveré, te lo aseguro. Nunca dejaremos de ser un equipo.

Él abrió los ojos de par en par, me miró con el ceño bien fruncido, como si quisiera estrujarme con sus solas cejas, pero luego asintió y respondió mi abrazo con una de sus grandes manos sobre mi espalda.

La Helada Garra de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora