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—No estas pensando en...

—No me interrumpas, espera. Como decía, tu tío es uno de los comandantes jefes del lugar y tú irás ahí. Además de que estarán alejados de todos por varios meses y —me quedo callada al ver el terror en su cara, abrazando a su peluche—... No me grites. —sonrío culpablemente.

—¿¡ESTAS LOCA, ANAT!? —grita.

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—Solo un poco —río nerviosa—. Pero vamos, ayúdame. Sabes lo que sufro aquí, sería despejarme por un rato.

Tyler me observa como si quisiese arrancarme el cuello en este instante.

—Uff, sí claro. No es como que desaparezcas por cuatro meses ni crean que estás secuestrada o algo. Ni que vayan a la policía a levantar una orden de búsqueda con tus fotos. Ni que los del ejército se den cuenta y vean que extrañamente uno de sus enlistados, sea esa chica desaparecida. —me responde con obviedad.

Rayos, tiene razón.

—De acuerdo, eso no lo había pensado...

—Y por eso tienes malísimas ideas, caguama desequilibrada.

Me tardo mis segundos para pensar.

Es cierto, podría correr el riesgo. Aparte de que me arresten, puede ser que mi padre llame a mi mamá y le avise. Pero no creo... Lo mínimo que en este momento quiere mi familia es que desaparezca, a excepción de mi mamá, claro. Y no quiero preocuparla...

Pero enserio la idea suena muy tentadora y, son cuatro meses libres, cuatro meses en el que puedo ejercitarme y hacer muchas cosas que me harán olvidar de mi horrible vida.

Despierto de mis pensamientos al escuchar los ronquidos de Tyler abrazando a su peluche, con una baba de saliva recorriendo su mejilla y, su celular medio chueco a punto de caerse de su mano.

¿Tanto duré pensando?

Decido despertarlo.

—Listo, hecho está. ¡Nos vamos! —procedo a gritar. El moreno se levanta asustado ahogándose con su propia saliva— ¡Nos vamos entonces pasado mañana juntos! —cierro mis ojos animada.

—Anat, por favor. ¡Piensa bien las cosas por una vez en tu vida! —me ruega, quitándose la baba de su mejilla con su osito— No puedo observarte bien debido a la luz baja que tienes, pero borra esa maldita sonrisa. No vas.

—¿Y quién eres tú para obligarme? —le respondo a la defensiva.

—¿Y quién eres tú para meterte en donde no debes?

Touché.

—Mira, lleguemos a un acuerdo. —le miro severamente. Sabe que no me gusta que me contradigan. Y nadie me alza la voz.

—Oh no...

—Si me acompañas, prometo hacer todos tus deberes de tu casa por dos semanas —sonrío maliciosa—, y gratis.

Poso mi mano libre en mi cadera, observando las luces de la ciudad de la noche fría y tremendamente oscura, por cierto. Rayos, debí haber prendido la luz del balcón. No vaya a ser que me salga un bicho raro por ahí.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2022 ⏰

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