17- En el trabajo

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Fue pasando el tiempo en Madrid, en casa.

Eran dos meses allí, pasándolo horriblemente.

Al principio Alessio me llamaba, rompiéndome más por dentro y haciendo que todo fuera más difícil, pero empecé a rechazarle llamadas, queriendo olvidar.
Aunque había prometido que no lo haría.

Y el dinero no es infinito por desgracia, así que necesitaba buscar trabajo.

Pensé en volver al mismo sitio que trabajaba antes y que en estos momentos era el único que sabía que cien por cien me aceptarían. Además, ya conocía a los que trabajaban allí.

Sin más, fui a aquel bar.

Entré por la puerta y me dirigí a la caja donde estaba...

—¡FRANK!— dije con ilusión.

Él salió del mostrador y saltó sobre mí, abrazándome.

—Mierda Aurora, ¿qué haces aquí? Te habías ido.—

—Sí, bueno. ¡Pero he vuelto!—

—Ya te veo, y vuelves... Muy bien.— dijo dándome un repaso de arriba a abajo en broma.

Frank ha estado detrás de mí desde que decidí entrar a trabajar aquí, y siempre bromea con eso.

Le pegué un pequeño manotazo en el hombro como respuesta, a lo que él se rió.

—Bueno Aurora, ¿qué te trae por aquí de nuevo?—

—Vengo a buscar trabajo.—

Silencio.

Poco a poco una sonrisa enorme se formaba en su rostro.

—¡BIEN!— exclamó.

Me elevó en el aire como si no pesara nada.

Y yo solo pude reír.

—Bueno, ¿hay algún hueco?—

—No, es que verás, hay una... ¡Pues claro que hay hueco para ti! Siempre.—

—Genial, pues manos a la obra ¿no?—

—Claro.— dijo mirándome con una sonrisa tonta en la cara.

Aunque no había tenido ningún tipo de relación más allá de una pequeña amistad, le tenía mucho cariño a Frank.

Entré a los vestuarios (que estaban en la parte trasera) y me puse el uniforme que era una falda negra corta por encima de las rodillas y con una camisa blanca también corta (por encima del ombligo).
Sí, un poco revelador.

Salí de los vestuarios y empecé a atender mesas.

Así me pasé los últimos 3 meses, en total 5 meses desde que me fui de Italia. Se había hecho eterno.
Los días eran monótonos y estaban vacíos, todo se sentía gris y había pocos rayos de luz que me ayudaran a sobrellevar esto.

Mi rutina era básicamente despertarme, ir a trabajar, volver a casa a comer y pasarme la tarde dando vueltas por las calles de Madrid, escuchando música con los cascos. En mi mundo.

Hasta que un día cambió, y no se podía hacer nada para evitarlo.

Estaba como de costumbre en el trabajo, por la mañana. Estuve recogiendo pedidos y se los llevaba a Frank, que él se los pasaba al cocinero.

Pero entonces entró alguien por la puerta.

Josh y sus amigos. La última vez que le vi fue cuando estuvo en mi casa y le doblé la muñeca.

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