La casa de mis padres estaba justo como la recordaba.
Las enormes paredes blancas, los rosales floreciendo en el jardín, las luces de los costados y sobre todo, el balcón sobre la puerta principal... donde...
El mismo nudo en mi pecho. Unas lágrimas amenazaron con salir de mis ojos. ¿Cómo había terminado de nuevo ahí?
-¿Estás bien?- sentí la mano de mi hermana en el hombro.
Asenti levemente.
-¿Segura?
Antes de que pudiera decir otra cosa, la puerta se abrió y salió mi madre con los brazos extendidos.
Llegué hasta ella y me envolvió en su abrazo. Sentí todo el amor que me tuvo guardado el tiempo que me fui. Sentí toda su angustia... Y hasta algo de remordimiento.
-Hija...
-Mamá...
No pudimos decir otra cosa.
Sentí su mano sobre mi pelo y las mejillas se me humedecieron bajo mis lágrimas.
Había extrañado mucho a mi mamá. Sus abrazos, su sonrisa...
Cuando por fin me soltó, aunque me rondeo con un brazo, entramos al recibidor.
Sofía me saludó con una sonrisa.
Nos dirigimos a la estancia, donde nos sentamos, mi madre en el sillón y mi hermana en el suelo conmigo.
Todo estaba exactamente igual, las paredes rojas, los paneles de madera color chocolate, las alfombras...
Me atacaron con preguntas de toda clase: Como era mi vida allá, las personas con las que convivía, la escuela, hasta el clima.
Sin darnos cuenta habían pasado 3 horas.
-¿Tienen hambre?- preguntó mi mamá- Le diré a Sofía que sirva la cena.
Las comidas en casa de mis padres siempre eran buenas: enormes platos llenos de frutas, jarras de agua de sabor y natural, canastas de pan dulce y un inmenso traste lleno de sopa.
En cuanto nos sentamos a la mesa, comencé a llenar mi plato. Sofía era una excelente cocinera.
Mi madre sonrió satisfecha mientras me veía comer y se servía un diminuto plato de sopa de pollo. Mi hermana reía mientras tomaba la jarra de agua.
La cena paso en silencio, llena de suspiros de alegría y risas por parte de mi mamá.
Estaba a punto de tomar mi segundo plato de guisado cuando por fin, mi madre hablo.-Tu padre no pudo acompañarnos esta noche. Tenía demasiado trabajo en la oficina.
El cucharón cayó sobre la mesa con un sonoro estrépito. El hambre me abandonó, y fue suplantado por algo más grande: enojo.
-Para mi eso esta perfecto, por que si hubiera estado yo ni siquiera hubiera entrado por esa puerta- dije, casi escupiendo las palabras.
-Hija...
-No, madre- la interrumpí- No hay nada que puedas decir o hacer que haga que cambie de opinión. No hay excusa para hacerle algo así a un hijo.
Andrea permaneció callada, muy interesada de pronto en su comida.
-Sus intenciones... - intentó continuar.
-No me interesan sus intenciones- me levanté de la mesa- Arruinó mi vida.
-No digas eso...
Era la verdad.
-Es la verdad- repetí para ella- Nada de esto hubiera pasado si el tan sólo me hubiera escuchado.
Mi pecho se llenó de sentimientos antes guardados, que comenzaron a asfixiarme.
-Yo todavía... Yo todavía... - esas simples palabras me estaban matando.
-Mónica... -intervino mi hermana.
-... todavía estaría con Jos... - terminé.
No había dicho ese nombre en 6 años. Después de tanto tiempo, creí que me resultaría extraño en mis labios, pero me parecía tan cómodo, tan natural, como decir mi propio nombre.
Pero esa fue la gota que derramó el vaso. Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas y el pulso se me aceleró. Mi corazón comenzó a latir más rápido y con más fuerza, como si quisiese salirseme del pecho.
-Tengo que irme- logre decir.
Mi madre se levantó.
-No te vayas...
-Lo siento, pero no puedo seguir aquí... me trae muchos recuerdos- aclaré- Te llamaré luego, lo prometo. Pero... necesito irme.
Mi voz se escuchaba rota y apagada.
Sus ojos se llenaron de tristeza, pero también de compresión.
-Te llevaré... -mi hermana se levantó rápidamente.
-No es necesario que vengas, puedo tomar un taxi...
-No te dejaré hacer eso.
Nos dirigimos al recibidor y tomamos nuestros suéteres.
No quería hacer sentir mal a mi mamá, pero ya no podía más. Necesitaba acostarme y... ¿Llorar? No lo sabía. Necesitaba estar sola... Necesitaba...
Necesitaba a Jos.
Un nudo subió por mi estómago y se instaló en mi garganta. Si no me iba pronto iba a derrumbarse ahí mismo.
Me despedí con un rápido abrazo y salí casi corriendo por la puerta de entrada. Entre al auto, en el lado del copiloto y me puse los audífonos.
De camino al departamento Andrea no dijo nada. Parecía entender que necesitaba estar sola.
Fui directa a mi cuarto y me recosté en la cama.
Antes de darme cuenta, me quedé dormida.
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Por Él | JC | #2
Romance«A lo largo de nuestra vida nos encontramos con infinidad de personas. Algunas pasan de largo y son olvidadas entre el mar de rostros. Otras pueden marcarte en tu camino, y te acompañan por él, más tiempo del que te hubieras imaginado. Luego están...