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— Buenos días, señorita Nelliel, ¿lista para el gran día? — La voz de la Kahya la hizo despertar, estaba envuelta en las sábanas y no quería levantarse porque lo último que había soñado era mejor que ese estúpido recuerdo de una mujer muerta y solo quería volver a dormirse para ver cómo terminaba su sueño.

— Sra. Retsu, déjeme dormir un momento más. — Susurró ella, pero la Kahya no la dejó seguir durmiendo.

La Kahya la ayudó a prepararse, desde el baño de agua de rosas hasta el vestido. Eran solo la Kahya y su doncella, no había nadie más allí, y Nelliel de repente se preguntó si su madre habría estado allí haciendo algún comentario sobre lo bonita que se veía o que era una princesa incluso si no se casaba con un príncipe.

Nelliel no recordaba a su madre, no recordaba su voz ni sus caricias, no conocía a su madre más allá del cuadro que la reina le había mostrado donde estaban sus padres parados en un jardín. Su madre era como ella, incluso tenían el mismo color de cabello y ojos. 

Nelliel se había quedado huérfana cuando era muy pequeña, sus padres habían tomado un barco para ir a uno de los reinos más allá del Desierto Rojo pero nunca llegaron a su destino. Poco tiempo después uno de los hombres que los había acompañado en el barco llegó al castillo y contó lo sucedido: unos piratas los atacaron y el barco naufragó.

Fue entonces cuando la reina la adoptó a ella ya su hermano como sus protegidos. Para Nelliel, la única madre que había conocido era la Kahya, sin embargo, esa mañana se preguntó si su verdadera madre estaría feliz de verla casarse con el heredero de la corona o si le daría un consejo para su noche de bodas o una joya familiar para que se la pusiera ese día.

— Tu familia llegó anoche. — Dijo la Kahya cuando le colocaba el velo de novia y lo sujetaba con un broche en su cabello peinado y recogido. Solo las princesas usaban tiaras en sus bodas y ella no era una princesa, todavía no.

— Mi familia... creo que vinieron a la boda por interés y no por amor a mí. — Dijo con amargura en la voz pero sin dejar de mirarse en el espejo. Su vestido era pesado pero se ajustaba perfectamente a su figura.

Su familia, la familia de su padre, no habían sido muy buenos con ella. Se portaban bien con Ulquiorra porque era el heredero del apellido, pero no con ella, incluso cuando fueron a buscar a Ulquiorra para criarlo como heredero de la familia, no le ofrecieron ir con ellos. Ulquiorra no accedió a ir con la familia de su padre por ella. Ulquiorra no quería dejarla sola y era algo que ella nunca olvidaría-

Su hermano era el único que siempre había estado con ella.

— Pero están aquí. — Insistió la Kahya antes de alejarse de ella. La campana del Templo de las Deidades comenzó a sonar, fue el primer repique para llamar a los invitados al templo.

— No soy una Cifer, lo dejaron claro la última vez que vinieron y me negué a casarme con un hombre que ni siquiera conocía. Nunca vinieron a verme ni preguntaron por mí, solo se acordaban de mí cuando mi existencia les servía de algo, como casarse con un hombre rico.

Nelliel no amaba a la familia de su padre y ellos no la amaban a ella, todo porque era la hija de la segunda esposa de Lord Cifer, pero más que ser la hija de la segunda esposa, era porque su madre había sido la niñera de Ulquiorra cuando murió la "verdadera" Lady Cifer. Su hermano pudo haber sido el nuevo Lord Cifer, su hermano pudo haber tenido tierras, títulos y una vida lejos de los soldados, pero lo había abandonado todo cuando decidió quedarse con ella.

La Kahya no dijo más y Nelliel ya no quiso seguir hablando, sabía que debía tratar bien a su familia, al fin y al cabo, eran su familia y habían venido a su boda aunque ella no quería que lo hicieran.

El Ruiseñor || IchiRuki FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora