Cerré el viejo cuaderno que tenía entre mis manos, con una sonrisa en la cara que hacía tiempo no dibujaba.
Seis años habían pasado desde que realicé aquél viaje a África cuando tenía quince años y todavía esos recuerdos movilizaban mi corazón. Cómo desearía que la vida de adulta se pareciera un poco a la espontanea y sorprendente vida que tenemos cuando somos adolescentes.
Guardé el cuaderno junto con la carta que en aquel entonces mi primer amor me había regalado, en una caja llena de fotografías de la sabana. Me sorprendía pensar que no abría aquella caja de recuerdos desde los diecisiete años... hasta entonces solía leer mi diario para recordar, reír y revivir aquellos momentos pero después la vida siguió de alguna manera y no volví a pensar en eso...
No había vuelto a ver o siquiera hablar con Cedric desde la última vez que nos despedimos en el aeropuerto. Nunca pude encontrar el papel en el que había escrito su número de teléfono... Al principio me enojé conmigo misma por no haberlo guardado adecuadamente pero entonces con los años comencé a pensar que las cosas siempre ocurren por una razón, tal vez aquello no debía ser.
Tomé mi teléfono celular y envié un mensaje a Nuria adjuntando una fotografía de nosotras en el camping. Hacía un año que no la veía desde la última vez que vino a visitarme en mi cumpleaños, al cual vino con su novio para darme una sorpresa. Y vaya sorpresa me llevé cuando vi a Edward atravesar la puerta de su mano, de veras.
Mi amiga a la distancia nunca había desaparecido de mi vida a pesar de todo, aprendimos a mantenernos en contacto con el paso del tiempo y a medida que las nuevas tecnologías y las redes sociales se fueron convirtiendo en algo cotidiano nos acercamos mucho más. Ahora hablamos a diario y de vez en cuando organizamos viajes para pasar tiempo la una con la otra. Ella era un recordatorio continuo de mi vida en África, uno que me alegraba mucho tener.
Instantáneamente me llegó su respuesta, «¡Quiero tener quince años otra vez!» con tantos signos de exclamación que me hizo reír. Yo compartía aquel deseo de vez en cuando, a pesar de que la niña que había sido en aquel entonces seguía conmigo con sus peores defectos la vida me había convertido en una mujer distinta.
Respondí unos cuantos mails desde el teléfono mientras terminaba de vestirme, arreglándome para asistir a la cena que mis padres habían organizado. Aquellas cenas no llamaban mi atención, sobre todo cuando se trataba de incluirme en el mundo de los negocios de mi padre, pero era algo que debía hacer si quería un futuro brillante.
Cerré la puerta de casa con llaves y comencé a bajar las escaleras cuando una caja de cartón semi abierta casi me hace tropezar. Maldije por lo bajo al imbécil que dejaba sus cajas en medio del paso y noté que la puerta del departamento de al lado estaba abierta, por lo que supuse que finalmente habían logrado venderlo a alguien. Aparte la caja de en medio con fastidio y terminé de bajar los tres pisos de escaleras que me quedaban, ya que el ascensor se encontraba descompuesto.
Creía que mi suerte no podía ser peor pero entonces una persona llena de cajas se cruzó en mi camino cuando yo intentaba atravesar la puerta de salida. Esta vez mi maldición fue clara y sonora.
─Perdón, señorita, me estoy mudando sin ayuda ─la explicación llegó a mi al instante mientras el joven frente a mi me estiraba un brazo para ayudarme a levantarme en vez de comenzar a juntar las cajas que se le habían caído. Sin embargo, mi furia ya era suficiente como para aceptar su mano, por lo que me levanté rápidamente sin su ayuda, enfrentando entonces su rostro directamente.
Lo que vi, los ojos que me miraron, casi hacen que vuelva a caerme desmayada. Mi rostro se transfiguró rápidamente y aparentemente también él me reconoció.
─¿Lina? ─pronunció aquel apodo que hacía tantos años no oía con cierta duda, ladeando levemente su rostro como si estuviera estudiándome.
─¿Ce...? ¿Cedric? ─Era imposible. No podía ser él, él vivía en Chicago. No podía estar en California y, por si fuera poco, mudarse al mismo edificio en el que yo vivía.
─¡Lina! ─Su rostro se iluminó, sus ojos chocolate brillaron tan intensamente que no supe de dónde había sacado tal alegría. Era él, mi Cedric... del que había estado leyendo hacía un momento. ¿Era posible? Yo no creo en el destino... pero tampoco en las casualidades.
Se acercó a mi con familiaridad y me tomó en sus brazos, alzándome y haciéndome girar como hizo el día de su cumpleaños número dieciocho, sobre la azotea del hotel en África. Y yo simplemente reí, y luego mis ojos se abrieron inmensamente al oírme porque eso no era algo que yo hiciera tal livianamente.
Cuando por fin me dejó en el suelo volvió a sostener mis hombros protegiéndome de los mareos que rápidamente me atacaron y sólo pude mirarlo a los ojos, las palabras no salían de mi boca.
─Soy Cedric ─me dijo entonces, como si yo no supiera ya quién era.
─Lo sé... ─alcancé a susurrar y él me soltó y dio un paso atrás, como si se arrepintiera de su reacción─. Es que no puedo creerlo... ─me expliqué haciéndolo reír. Las comisuras de sus labios se alzaron acompañadas con una leve barba de cuatro o cinco días para nada cuidada y se acomodó unas gafas de marco negro que llevaba. Definitivamente ésta no era la imagen de Cedric que me imaginaba, con gafas para ver y vistiendo una camisa de cuadros muy informal.
O tal vez si, tal vez era justamente la imagen de Cedric que más le cuadraba.
─¿Vives aquí? ─me preguntó mientras recogía nuevamente las cajas. Yo le ayude con dos cajas pequeñas mientras asentía y él volvía a observarme con esa atención particular, como si estuviera analizándome─. ¿Quién lo diría? Parece que la vida tiene sus propios planes...
Lo miré con atención al oír sus palabras, no supe que responderle. ¿Sería muy extraño si le dijera que hasta hacía un momento había estado leyendo sobre él en mi diario? Creo que sería un poco extraño...
Tan extraño como que el chico al que le dije "te quiero" por primera vez se mude al departamento de al lado.
Continuará...
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El corazón de África
Short StoryUn diario, un lugar y un primer amor. Las crónicas de un viaje sorprendente en un ambiente totalmente fuera de lo común y cómo sobrevivir a África sin morir en el intento (llevándote muchos buenos recuerdos contigo).