3 días, 40 minutos, 13 segundos para la destrucción del mundo

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Era oficial. Ya no era una noticia pasada de boca en boca basada en algún rumor paranoico, o  una historia creada por los conspiracionistas acérrimos. Era real. El tiempo y lugar estaban fijados, como una fecha definitiva. Pensar en un día después de ese momento es simplemente fantasía. Yo puedo parecer tranquila y hablando demasiado para la situación que se avecina. Pero honestamente prefiero invertir los valiosos minutos q me quedan para contar tranquilamente mi historia. Se me podría comparar con alguien que fuma despreocupadamente sabiendo que su tiempo disminuye por ese simple placer, y que por esto decide usar el poco tiempo que queda, fumando. Una de las tantas contradicciones humanas.
   Contar mi vida parece innecesario. No he hecho nada remarcable que merezca ser nombrado. Soy solo una persona que ha tenido una vida simple. En retrospectiva pudiera parecer que es poco, pero comparado con otras pesonas  puedo admitir que, en efecto, he vivido una vida feliz.

   Volviendo al tema principal de la historia _porque lo que queda es eso, una historia que contar_ al conocer la fecha me sentí inpactada. En 3 días, 40 minutos y pocos segundos (que corrían hacia atrás, desesperados al parecer por terminar con lo que pudiera entenderse como una inevitabilidad cósmica) se desataría el principio del fin. De forma incluso poética un asteroide, desviado de su ruta colosal y _al parecer_ aburrido de su vida interestelar, cometería lo que puede comprenderse como suicidio, lanzándose a la deriva en el espacio y chocando irremediablemente contra la superficie del planeta Tierra, matando (a causa de la radiación, del impacto, de la pérdida de atmósfera o de recursos naturales) la muerte de cada ser vivo en el planeta.

  El fenómeno causó la conmoción general, y no era para menos. Muchos lo consideraron como un castigo a la humanidad, otros, simple mala suerte, como quien pierde su salario del mes en un juego de azar. Otros, aferrándose a un ápice de fe, pensaban que el meteoro cambiaría su ruta, pero esto, lamentablemente parecía imposible. El siniestro provocó una ola masiva de suicidios que eran simplemente ignorados por cada país y Estado. Las familias no los lloraban. La gente presa de la desesperación se lanzaba desde grandes alturas, bebía lejía, se disparaba en la frente. Y a nadie le importaba. ¿Para qué llorar si de todos modos pronto todo acabaría para los que seguían vivos también?

  La única razón por la que cuento este momento es porque honestamente, no tengo nada mejor que hacer con estos tres días que me quedan. No quiero suicidarme, no quiero sentarme y no hacer nada. Ademas, el internet _por obvias razones_está caído desde hace dos días y no puedo jugar nada online.

El día pasa lentamente. Hoy ni siquiera prendí la tele, no le veía mucho sentido ya que son todo boletines sobre el meteorito. En la tarde salí a dar un paseo. Pero el panorama no era agradable. Por toda la calle principal se podían ver los cuerpos semidescompuestos de aquellos que se quitaron la vida. Probablemente deberían limpiar o recogerlos pero..cual sería el punto?Algunas personas fumaban droga o tenían sexo desesperadamente en un rincón, tratando de aferrarse a un último placer antes de que todo acabara. Una mujer armada con un revólver abrazó a dos pequeños de no más de seis años antes de decirles que los amaba y dispararles uno a uno en la cabeza, para luego dedicarme una sonrisa triste y cometer suicidio con el propio arma. Aunque la escena fuera chocante _y aún mis oídos silben por el sonido de los disparos_ puedo decir con sinceridad que el caos general no me afectaba. A pesar de todo me mantenía tranquila. En mi mente simplemente me dedicaría a disfrutar de los últimos vestigios de vida. Sin embargo, por algún impulso visceral, me acerqué a la mujer y tomé de su mano aún tibia, el revólver.
  En mi trayecto de vuelta pude ver algo que me conmovió. En la acera de la entrada una pequeña campanilla había comenzado a brotar de una rendija en el asfalto resquebrajado. La delicada flor blanca impoluta surgiendo del material que había zanjado la tierra me conmovió.¿ Quién podría adivinar de que lugar remoto había venido esta semilla?¿ Quién sabría cuanta lluvia reacia o tormenta o viento soportó? Y sin embargo, ahí estaba. Bella. Ajena a la realidad e inconsciente del futuro. Con un ánimo pesado y sintiendome como una heroína arranqué la flor por la parte baja del tallo y la llevé dentro conmigo para ponerla en un jarrón con agua. En mi mente estaba claro que la campanilla ya estaba técnicamente muerta. Pero era, en mi opinión, el cadáver más hermoso que pudiera desear alguien que está a punto de dejar de existir.

  Eventualmente se hizo de noche. No tenía sentido ir a dormir así que solamente me quedé mirando el caótico paisaje por la ventana. Suspirando, miré el reloj que había programado para la ocasión. Había gastado todo un día.

3 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora