➷ Celeste

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Escuché los sollozos desde la cocina, mientras preparaba la cena. Lo primero que hice fue salir a la puerta para cerciorarme de que aquel sonido, aquellos sollozos efectivamente no habían provenido de mi imaginación, que seguían dándose ahora en el silencio del pasillo. Sin pensarlo ni un segundo, apagué el fuego y salí corriendo en busca de Jeongin, con el alma en la garganta por la preocupación. 

—¡Jeongin! —exclamé al tiempo que abría la puerta del baño, lugar de donde provenía la voz, encontrándome con la imagen del pelirrojo dentro de la bañera llena de agua, con las rodillas encogidas y la cabeza escondida entre sus brazos—. ¿Qué? ¿Qué pasa, bebé? 

—Minnie... —Me miró de soslayo, permitiéndome apreciar el rastro de lágrimas por sus mejillas. Con el labio inferior temblando, volvió a pronunciar mi nombre, una y otra vez, aún sin explicarme nada. 

—¿Qué ocurre? —volví a preguntar, calmándome a mí mismo, más aliviado al encontrarlo en perfectas condiciones, al menos físicamente. Me acerqué y me coloqué en cuclillas junto a la bañera para estar a su altura.

—E...está, est...está...

—¿Qué? ¿Quién está?

—Está muerto, Minnie... —Agarró mi brazo y volvió a llorar, esta vez en un volumen más alto, tan desgarrador que incluso yo me asusté—. Ha muerto y... y...

—¿Quién ha muerto?

—El pro...protagonista del libro qu...que estoy leyendo... 

Me quedé estático varios segundos, asimilando lo que acababa de escuchar. Primero quise atizarlo de mil maneras por asustarme de esa forma sin motivo, pero al verlo tan débil, tan triste, tan vulnerable, me dio exactamente igual el motivo, solo quise abrazarlo y reconfortarlo, y eso hice, mojándome la camisa en el acto. 

—No pasa nada, Jeongin...

—S...sí, sí pasa, porque no se pudo des...despedir, y es horri...ble...

—Hay escritores muy crueles, Jeongin...

—¡Me da igual, que lo reviva! —exclamó, salpicándome entero con el movimiento. Cuando se percató de que me acababa de empapar, volvió a poner un puchero, y bajó la cabeza en señal de arrepentimiento—. Lo siento, Minnie...

—No pasa nada. —Sonreí y me quité la camiseta, aprovechando y lanzándola al cesto de la ropa sucia que tenía a menos de un metro de distancia, encestando de lleno. Levanté su rostro y besé tiernamente su mejilla, intentando animarlo—. ¿Qué pasó en el libro?

—Lo ma...mataron, y n...ni siquiera pudo despedirse de su no...novio, y... —Volvió a echarse a llorar desconsoladamente. 

—Innie —lo llamé, acariciando su cabeza mientras hablaba—. ¿Quieres que te escriba un final?

—¿E...eh?

—Claro, es que ese no es el final. 

—¿N...no lo es? —preguntó confundido, mirándome con un brillo de esperanza en sus ojos. Negué sonriendo e hinché el pecho con orgullo, sintiéndome satisfecho por conseguir aliviar su dolor, aunque fuera con una mentira piadosa.

—Eso que sucedió fue un sueño del protagonista, el final del libro me lo contaron hace tiempo.

—¿NO MUERE? —Volví a negar, riendo a medida que el castaño empezaba a cambiar de estado de ánimo—. ¿Me lo cuentas?

—Antes tendré que leerme el libro para recordarlo, pero sin falta, te lo contaré cuando me acuerde.

—¿Era un final bonito?

—¿Te gustan los finales bonitos? —Asintió emocionado, volviendo a salpicarme con agua sin querer, y en esta ocasión, ni siquiera se percató. Reí y pellizqué con diversión una de sus mejillas—. Entonces será… digo..., era el final más bonito del mundo.

—¿Vivieron felices?

—Y adoptaron un perrito, creo...

—¿En serio?

—Totalmente.

Tuve que leerme el maldito libro, llorar en silencio por el final, e inventar uno precioso con el que curar a Jeongin, porque obviamente cuando me prometí a mí mismo que lo protegería, también incluía hacerlo de la crueldad de los escritores. 

El caso es que tiempo después, haciendo limpieza del piso, encontramos el libro de portada celeste por la casa, y nos pusimos a leerlo juntos. Él se quedó dormido, pero yo seguí con la lectura, llegando a la última página sin importarme las horas que fueran. Y cuál fue mi sorpresa cuando vi escrito a lapicero, bajo el final original, con la indudable caligrafía de Jeongin, toda la historia que yo inventé, terminado con un:  

“Gracias, Minnie, por darme siempre finales felices. Te quiere Jeongin”.

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Colors ꒱ SeungInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora