Una fuerte -pero suave- melodía me despertó del sueño profundo y reconfortante en el que me encontraba.
La noche anterior me había costado mucho dormirme gracias al insomnio del que tenía más de un mes sufriendo; para dormir tuve que recurrir a pastillas, odio tomarlas porque siempre que lo hago, al día siguiente al despertar el dolor de cabeza es insoportable, pero o son las pastillas o es no dormir. Y es obvia la respuesta.
Me levanté y a zancadas me dirigí a la puerta y la abrí.
—¡Deja de hacer ruido! ¡ESTOY DURMIENDO! –grité molesta–
Inmediatamente el sonido se detuvo.
—¡No es ruido! ¡ES MÚSICA! –exclamó desde abajo la voz de mi hermana menor–
—¡VETE CON TU MÚSICA A OTRO SITIO! –cerré de un portazo y me tiré con fuerza sobre la cama, boca abajo–
Auch
La paz me duró poco porque luego la música volvió a sonar con más fuerza que antes.
Con la cabeza sobre la almohada grité con fuerza, recibiendo un fuerte pinchazo en mi cabeza que empeoró el dolor.
—¡Joder!
No me quedó de otra que levantarme de la cama, pero al pisar con mi pie izquierdo el piso, mi pie derecho se enredó en el edredón de mi cama y terminé cayendo al suelo lastimando mi pecho, gracias a el de arriba por mis reflejos mis manos detuvieron que lastimara mi cara, sino hubiese sido otra la historia.
—¡Mierda! –gruñí– te levantaste con el pie izquierdo, Marina. –susurré para mí misma– literalmente.
Ya dentro del baño hice mis necesidades, me duché y planche mi cabello, noté que la música dejó de sonar. A los minutos, salí del baño y me encontré con una visita inesperada en mi cuarto.
—¿Qué se te ofrece?
Me quité la toalla del cuerpo y busqué en los cajones mi ropa interior.
—Nada. –habló en voz baja– ¿no puedo hablar con mi hermana?
—Ah... –me puse las bragas–
—¿Cómo estás?
Hundí mi entrecejo —Muy bien.
—Mari... –susurró– La próxima semana hay un concurso de talentos en el colegio... –la miré terminando de abrochar mi brasier, el temor era palpable en su voz– tocaré la guitarra y... Me gustaría que fueras a verme.
Dios, no.
—No puedo. –la corté –
Se encorvó bajando la mirada y juro que me entristeció su acto, pues sé que no es de las que se dan por vencida tan fácilmente. Su optimismo para las cosas siempre ha sido un orgullo para mí.
—Pero, ¿Porq- –la interrumpí–
—Que no. No insistas –espeté molesta–
—Bien. –se levantó de la cama y se acercó a la puerta–
Abrí el armario y escogí unos jeans negros, metí una pierna y luego la otra.
—¿No te ibas? –me di la vuelta y la vi–
—Si... –me enseñó su mirada decepcionada– ¿hasta cuándo vas a seguir así?
Hasta que él vuelva
—Sal de mi cuarto.
Me giré y a los segundos escuché la puerta cerrarse. Los recuerdos volvieron a mi memoria y el dolor de cabeza empeoró. Me ajusté mis jeans y escogí una camiseta dirigiendo la mirada hacía la caja que se encontraba en el último estante de arriba, caja que guardaba lo que alguna vez fue mi vida.
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La música que hay en mí
Novela JuvenilQuién diría que encontraría mi alma en la música. -Reservados todos los derechos de autor- ~2022~