Capítulo 18: La vida sigue

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En el restaurante del pequeño pueblo de Beaufort, Zack estaba llevando una pila de platos sucios de camino hacia la parte de atrás del mostrador donde se hacen los pedidos, mientras Catherine llevaba tres platos llenos de comida con ambas manos y Trevor junto con Zoe preparaban la orden de los nuevos clientes que eran traídos por Dash y Daniel, quienes no habían dejado de ir venir atendiendo a todos los turistas que llegaban al pequeño pero acogedor restaurante familiar. Fernanda, la dueña de cincuenta años de edad, estaba impresionada por el desempeño que mostraban sus nuevos empleados. Honestamente, cuando ambos fueron a su restaurante a pedir trabajo sin presentar documento de identidad pensó que tal vez serían unos delincuentes que escapaban de la policía o algo así, pero en vista de que necesitaba más empleados para llevar mejor el negocio familiar, pensó que podría soportarlos hasta conseguir alguien realmente capaz y decente. Lo que nunca imaginó fue que ellos serían tan trabajadores, prolijos y amables. Hacían un excelente trabajo e incluso trabajaban horas extras. Ella estaba tan encantada que no dudó en darles un trabajo permanente. No preguntó su historia y no necesitaba saberla. Sabía que no eran peligrosos y eso es lo único que importaba.

Hace unos días ella les había dado el día libre para que pudieran ir a ver al médico del pueblo para ver cómo avanzaba el crecimiento de su hija. Ellos no lo sabían, pero desde que los vio fuera de su tienda supo que ellos eran una pareja destinada, y con el tiempo, no tardó en reconocer los signos de embarazo en el Omega. Cuando lo supo se puso muy feliz y los felicitó poniéndolos un poco nerviosos, pero al final le agradecieron. Desde entonces, ella no perdía oportunidad para hablar de la pequeña. Incluso ya había mandado a hacer una cuna de madera para ella. También se había asegurado de explicarle al rubio todo lo que necesita saber de un embarazo y como tratar a un Omega en sus días más sensibles. Fernanda estaba encantada con ellos. Le gustaba ver como Dash y Danny cada día se volvían más unidos. Reían y bromeaban juntos todo el tiempo. Le hacían bromas a sus amigos que también eran sus empleados, se cuidaban el uno al otro, en especial cuando aparecía un cliente borracho. También amaba la resposabilidad y amor con la que Dash cuidaba de Daniel en el embarazo. Parecían una pareja de recién casados, incluso sus amigos se habían dado cuenta de la atracción que sentían el uno por el otro, y más aún conforme pasaba el tiempo y la panza del Omega crecía, cuando se les preguntaba si eran novios o esposos, ellos decían ser solo amigos. Esto frustraba mucho tanto a sus amigos como a ella. No entendía como podía ser que unos chicos tan lindos y que obviamente se gustaban no estuvieran juntos. ¿Qué estaban esperando?, iban a tener un bebé. Deberían estar casados. Ella no le dió más vueltas al asunto, y en vez de eso, hoy cuando los vio coquetearse en medio del trabajo decidió que ya había tenido suficiente, debía hacer algo pronto porque no soportaba la idea de no verlos juntos. Por esa razón, ella y el resto de empleados, crearon un plan. Citarian a ambos a una reunión de amigos por la noche en un restaurante, el más elegante del pueblo, pero ellos serían los únicos que estarían ahí. Así que así lo hicieron, los invitaron al sitio a las nueve y una vez entraron, cerraron la puerta con llave y se fueron. Claro que no antes de decirles que la comida estaba servida en una mesa y que vendrían a la mañana siguiente por ellos.

Danny rió bajito al ver como el rubio intentaba abrir la puerta o las ventanas sin éxito y maldecia por lo bajo diciendo que no podía creer que sus amigos insistieran en el tema de emparejarlos. Dash una vez se rindió miró al menor que le daba una sonrisa que solo reflejaba ternura. El rubio estaba por preguntar porque la sonrisa, hasta que este le tomó de la mano y lo llevó a donde estaba la mesa con la cena servida. Ambos debían admitir, que sus amigos en verdad se habían lucido con la comida. Había carne, puré, ensalada, huevos, pollo, papas, pastel, jugo de naranja y champagne. También la mesa estaba vestida con un llamativo mantel de color rojo y velas que le daban un toque romántico. Y justo cuando Daniel iba a bromear al respecto, se activó el reproductor de música viejo del restaurante, dejando sonar música de jazz en ella. Los chicos se miraron sorprendidos y luego a la ventana donde vieron asomarse a todos sus amigos y a su jefa. Una vez descubiertos con un control remoto en mano salieron corriendo del lugar. Los chicos rieron divertidos y se dispusieron a comer. La noche había pasado sin problemas. Hablaron de muchas cosas; cosas triviales, sus familias, su trabajo, su pasado juntos. Y fue este último que les hizo recordar tanto los buenos como los malos recuerdos.

Defectuoso (Vlad x Danny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora