Capitulo 50 (Nuevo)

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Capitulo 50



Se había marchado con pasos apresurados, lo había dejado solo, a pesar de las súplicas lo había dejado ahí, llorando y revolcándose en el dolor. Había dicho todo lo que pensaba y posiblemente aunque oe doliera: lo que en realidad sentía.
¿Ahora que haría? ¿Qué sería de él? ¿Cómo se salía de ese profundo hueco que lo tiraba a la miseria sin dejarlo luchar? ¿Cómo respirara con normalidad si no la tendría?
Por qué su mirada le gritó que no quería estar con él, por mucho amor que le tuviera, por mucho momentos felices, su mirada no mentía, ella no mentía. Era una realidad, una dolorosa realidad: no volverían. Y sabía que se arrepentiría toda la vida, cada una de las cosas que le hizo se grababa en su alma, cosas consciente e inconscientemente, directas e indirectamente. Porque sí, cada cosa que hacía cayó sobre ella como si fuera la culpable de la vida de mierda que al hombre le tocó vivir, como si la cruz fuera para ella.
Lloró, sin importar si alguien lo veía, sin importa el lugar, sin importarle nada. Lloró porque sentía como su vida se acababa en ese momento de forma lenta y de manera cruel, lloró porque la había perdido para siempre y solo quedaba la culpa para con él mismo, porque era él el único culpable de todo ese desastre.


(...)


Maya por su parte se sentía un tanto diferente con lo que acaba de pasar. Sentía como su pecho se abría para entrar en un dolor nuevo, esta vez era un dolor diferente. Sí, muy diferente ya que era una punzada en su corazón, pero era una punzada que necesitaba, era una clase de dolor que la estaba matando, sin embargo sabía que era uno que no estaría por mucho y que luego de que desapareciera jamás volvería a sentirlo. 
Llegó a su casa con los ojos llorosos con las manos temblorosas y con su corazón latiendo demasiado apresurado.

—¿Que pasó cariño? —su padre se apresuró abrazarla mientras que su madre llegaba a su encuentro al escucharlos.

Maya lo abrazó con fuerza sin decir una palabra. Lo abrazó fuertemente necesitando su calor y su protección, ese que tiempo atrás añoraba y no tenía por ningún lado.

—Ya se acabó papá. —una caricia fue dejada en su cabeza al decirlo.

Sintió como el abrazo se hacía aún más fuerte al soltar con dolor las palabras.

—Tranquila hija mía. —su madre se unió al abrazo. —Todo estará bien, estamos juntos en ésto.

—Se acabó para siempre, mamá. —lágrimas cayeron sin parar.

Lo dijo sintiendo momentáneamente que así era, porque su mente martillaba recuerdos vividos una y otra vez. Haciéndose preguntar desesperadamente si realmente podría dejarlo. Si realmente lo soltaría algún día, si podría amar a alguien más de la misma manera que lo amó a él. Si podría pensar en alguien más de la manera que lo pensaba a él, desear de la misma forma que lo deseaba a él.
Quizás era una masoquista, quizás estaba actuando por medio deo dolor, pero fuera cual fuera la razón, era lo que necesitaba.
Tal vez pasaría un mes antes de que dejara de dolor, o quizas dos o en realidad pasaría un año, no sabía cuánto tiempo pero de lo que estaba segura era que era lo correcto.



(...)




Dimitri llegó a la casa con el corazón apretujado, los ojos rojos y su alma completamente rota. Tomó la botella de whisky que reposaba en la cocina y y con la mirada desenfocada y el recuerdo de Maya aún claro en su memoria se bebió desesperadamente el líquido mientras sentía como quemaba todo dentro de él. Quería olvidar sí, pero no quería olvidarla a ella, era algo que nunca podría. Quería olvidar todo lo que había hecho en su contra, quería olvidar todo el dolor que le había causado, olvidar que ese sentimiento que lo estaba carcomiendo en ese momento era el resultado de sus malas acciones.
Se había equivocado tanto, sin embargo de algo estaba seguro, en esta vida o si existía alguna otra jamas volvería amar de la misma manera,  era una realidad. A nadie podría amar como la amaba a ella, porque mientras estuviera con vida él viviría para ella, quizás era su castigo, el castigo por todos los errores que había cometido quizás eso sería su pena y ese sería su carga, su cruz que llevaría siempre por el resto de sus días.
Estaba seguro que Maya sería feliz, porque ella era buena y las personas buenas se merecen buenos días, se merecen buenos años y buenas cosas. Sería feliz y él desde lejos lo vería. Se alegraría por ella y se lamentaría de gran manera el haber tenido la oportunidad de tenerla junto a él y perderla por sus mismos errores.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora