"Capítulo dieciocho"

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Despertó antes que Deku, pues para ejecutar el plan sin posibilidad de error, debía despertarse con antelación.

Se removió en la cama, luego de estirar sus patitas. Sus músculos agradecieron el estiramiento, sobre todo sus omóplatos, quienes estaban muy apresados por la tensión de los pasados días en que desarrolló el plan.

Miró a Deku dormido en la cama, y sintió una opresión en el pecho por decidir abandonarlo después de todo lo que habían vivido en esas condiciones y lo acostumbrado que estaba viviendo bajo su cuidado, su presencia y su sonrisa deslumbrante.

Sería insoportable regresar a la normalidad y que las cosas no volvieran a ser como antes.

Emitió un pequeño maullido denotando toda su tristeza envuelta en el inmenso dolor que padecía por dejar sus momentos de alegría en segundo plano. Maulló triste. Se desbarató en sus maullidos.

Se metió en la mochila amarilla de Deku, aguardando el momento en que llegaría a la UA. Aguardó por varios minutos, dado que era una mañana prematura. Demasiado preciosa para desperdiciarla en su tristeza, misma que a nadie le importaría un comino si lloraba o no.

Se hizo bolita dentro del compartimento donde no se hallaban situadas sus útiles escolares. Sitio especial del que Deku no lo encontraría fácilmente.

Suspiró.

Pronto regresaría a ser un humano. Nada podía salir mal en su plan.

Deku partió a la escuela sin haber notado su presencia dentro de la mochila. Aparte de que lo buscó en la casa, sin resultados productivos. La tía Inko le dijo que se fuera, porque ella lo buscaría en su ausencia.

Katsuki nuevamente se sentía mal por ello. No pensó del todo en las repercusiones de su partida, teniendo en cuenta que a Deku le calaría hondo su desaparición, pero no pensando en su totalidad de la tía, quien le había cogido aprecio y estima durante su estancia en la casa de los Midoriya.

Cabía decir que su tiempo en esa casa fue demasiado precioso, que no lo olvidaría nunca. Serían recuerdos que atesoraría siempre. Recuerdos de los cuales no soltaría, incluso si Deku no lo llegara a querer del mismo modo que él, atesoraría esos recuerdos en su corazón.

Katsuki sentía los movimientos de la mochila moverse en un vaivén en lo que se dirigía a la escuela.

Reprimió los gruñidos y refunfuños que amenazaban con salir de su garganta, dado los movimientos que hacia la mochila que no le gustaban mucho. No diría que le incomodaba estar de esa manera con Deku, pero le molestaba ser sacudido como tortilla en cada paso que éste daba.

Supo que llegó a la UA cuando oyó los muchos "¡Buenos días!" que Deku decía a cada persona.

Y de pronto, la sensación de extrañarlo se volvió tan latente que lo soslayó de golpe. Palideció ante la inminente realización de que ese día volvería a ser el mismo hombre que había creado momentos de infelicidad en la vida de su ex amigo de la infancia. Parecía una tragedia escrita por una colegiala, solo que en este caso, la colegiala era él, aunque no fuera notorio dado a su duro exterior.

Sin embargo, esa tonta realización no lo exhumaba de sus pasadas acciones. Pues estas aún lo agolpaban a un punto explícito de sí mismo, que era difícil de olvidar. Difícil de dejar.

Su duro exterior solo era la máscara de lo que realmente ocultaba. Y él se aferraba a esas ideas ridículas, de las cuales ya miraba con seriedad y respeto, dada la responsabilidad que ya confería a esos extremos, pues la verdad, sus horrendas conductas lo llevaron a lastimar personas que no debieron salir lastimadas en primer lugar.

Katsuki se transformó en un gato (Dekukatsu) Créditos: Escritora SubmarinaWhere stories live. Discover now