Dímelo tú (Basura)

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Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de WitchyGirl99 y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

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No fue para nada como el primer beso.

No fue apresurado, acalorado y pesado. No hubo un calor instantáneo o llamas de lujuria chispeando y engulléndolos. Fue dulce, lento y travieso. La mano en su cadera era pesada, su cuerpo se cernía sobre el de ella. Se sintió de algún modo anclada por esto, por el hecho de que Inuyasha estuviese asegurándose de que no se moviera, de que no huyera.

Se separaron, jadeando para respirar y Kagome ni siquiera pensó en lo extraño que era que ahora le importase menos si tenía suficiente aire en el maldito ascensor. Sus labios tenían que estar ya sobre los de ella. Lo agarró por los largos mechones negros y tiró de su nuca hasta que consiguió lo que quería.

Olas resbaladizas de calor, haciéndose ahora más calientes, más excitantes. La incitación y los ligeros toques fueron intercambiados por presiones exigentes y bailes de lenguas. Saboreó cada centímetro de ella, reclamando su boca mientras ella emitía sonidos en los que prefería no pensar. Lo que él le hacía solo con besarla... Solo podía imaginarse cómo sería cuando no estuviesen en un ascensor, sino en el dormitorio. Un estremecimiento recorrió su espalda y los pensamientos de Inuyasha debían de estar siguiendo la dirección de los suyos, porque gruñó roncamente y se echó hacia atrás.

—Qué jodidamente buena —susurró, agarrándola ahora y poniéndola encima de él. No era elegante ni de cerca, pero el peso de ella sobre él fue suficiente para hacerle olvidar. Su pelo cayó alrededor de ellos, sus suaves labios encontraron su cuello y le chuparon la piel sin piedad. Ella trazó una línea en dirección ascendente, mordisqueando, besando y lamiendo hasta que sus labios estuvieron juntos de nuevo. La mente de Kagome zumbaba, apenas comprendiendo un solo pensamiento cuando las manos de Inuyasha pasaban sobre ella y volvía a poner la mente en blanco.

Sus manos. Jesús, estaban por todas partes. Él aflojó los primeros botones de arriba, rindiéndose cuando ella prefirió besarle. La visión de su escote presionado contra su pecho fue suficiente para volverlo loco y pronto sus ásperas manos se deslizaron arriba y abajo sobre la tela de la blusa, jugueteando en los bordes y tirando hacia arriba para tocar la piel ardiente y desnuda.

—Sesshomaru se va a cabrear —dijo Kagome de repente, bajando los labios por su cuello una vez más hasta su camisa. Estaba tirando de los botones con sus dientes. Demonios, esta mujer iba a ser su perdición.

Inuyasha apenas pudo resoplar su indiferencia, gruñendo cuando sus manos desabrocharon los botones y su lengua giró haciendo arabescos sobre su piel.

—¿De verdad piensas que me importa una mierda ahora mismo?

Kagome canturreó, su boca captó la definición de músculo mientras centraba su atención en ciertas zonas.

—No quiero que me despidan.

—No va a ocurrir.

Kagome se impulsó hacia arriba, sosteniéndose con los brazos posicionados a cada lado de su cabeza y el resto de su cuerpo entre sus piernas. Se inclinó hacia abajo, sus ojos castaños estaban negros de lujuria. Inuyasha estaba dividido entre quedarse mirándolos a ellos o a la forma en la que sobresalía su pecho.

—Joder —susurró.

—Aquí no —corrigió Kagome, besándolo antes de que pudiera responder.

A Inuyasha no le importó. De verdad que no le importó.

—Pero puedo ver que Sesshomaru sí tendría un problema con esto —murmuró Kagome contra sus labios, apartándose para coger aire—. Técnicamente, se supone que no debes salir con un subordinado.

—Tú no eres mi subordinada, técnicamente no —aclaró, inclinándose hacia arriba para capturar sus labios y frunciendo el ceño cuando ella se echó hacia atrás.

—Este trabajo es importante.

Esto podría ser importante —soltó Inuyasha en respuesta, prácticamente gruñendo las palabras mientras sus manos la empujaban con fuerza hacia él—. Jesús, ¿siempre hablas tanto?

Kagome suspiró.

—Intento ser racional.

—No hay ni una sola cosa sobre este puto día que haya sido racional —replicó, mirándola con furia con ojos ensombrecidos—. Lo que es más irracional es lo preocupada que estás por algo que no vas a perder.

Mordiéndose el labio inferior, Kagome fijó la mirada en él.

—No estoy tratando de ser una molestia, es que... Ha pasado un tiempo. Trabajo todo el día y tener citas ha quedado relegado. —Se encogió de hombros, intentando parecer despreocupada. Como el polvo barrido bajo la alfombra, si lo ignoraba, no pensaría que lo necesitaba.

Inuyasha puso los ojos en blanco.

—Lo primero que voy a hacer es darte descansos más largos... y pagados. Vas a necesitarlos.

—¿Por qué?

—Dímelo tú —dijo con voz queda, un cambio en cuanto a antes—. ¿No quieres tener más tiempo para ti, para variar? No puedes decir con sinceridad que no necesitas esto... conmigo dentro o fuera de escena.

Kagome sonrió.

—Si tuviera un descanso más largo, definitivamente lo aprovecharía al máximo. Sí que me gustas, ¿sabes?

—Entonces ¿sabes qué? —preguntó Inuyasha, un atisbo de una sonrisilla en sus labios.

—¿Qué?

—Bésame de una vez, maldita sea, o me va a dar un ataque.

Kagome no se atrevió a seguir hablando entonces. Más calor, más movimiento, más ruidos que se convirtieron en más y más desesperados cuanto más avanzaban. Las piernas de Inuyasha chocaron contra la pared, los tacones de Kagome chocaban cada pocos minutos. Inuyasha intentó levantarle la falda con desesperación, pero era tan apretada que apenas se movía.

Gruñó.

—¿Qué clase de malditas prendas te pones? ¿A prueba de sexo?

—Hay una cremallera, idiota —masculló Kagome, lamiendo hasta llegar a su boca antes de que pudiera decir nada más.

Sintió el tirón de su cremallera cuando llegaron allí sus manos. Al fin, pensó.

Entonces chirrió el altavoz.

—Chicos, en serio, es como tener porno gratis. He de decir que me pone un poco. ¿Inuyasha? No en plan homosexual.

Era algo bueno que Inuyasha ya tuviera los ojos cerrados, pero la forma en la que se apartó muy ligeramente para respirar temblorosamente preocupó a Kagome.

—¿Qué pensaría Sango? —siseó, su voz fue casi tan baja que el altavoz no la captó.

—Yo... en realidad estoy un poco de acuerdo —contestó Sango, riéndose nerviosamente—. Porno gratis.

Inuyasha abrió los ojos de golpe.

—Y sí —continuó Miroku, una sonrisa clara en sus palabras—, ahora tengo basura contra ti de aquí a, bueno... a siempre.

Música de ascensorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora