Hazel se retiró de la mesa y la seguí con la mirada.
Joder, el vestido.
El puto vestido.
Le quedaba de muerte.
Esta chica iba a joderme la vida, lo tenía más que claro.
Me levanté y me fui en dirección contraria a la que había ido Hazel.
Entré a un jardín al cual solo pasaba yo, ya que nadie podía pasar. Era un jardín que me compraron cuando era pequeño. Me senté y me puse a pensar.
En ella. En mi ex novia. Todos los momentos.
♕♕♕
─ Algún día vendrán a separarnos ─ protestó Lynn, tras removerse entre mis brazos ─. No me logro acostumbrar.
─ Eso jamás pasará ─ deposité un pequeño beso en su frente.
♕♕♕
─ Ha fallecido hace media hora ─ La voz de la doctora era quebradiza ─ Ella no pudo luchar más.
Sentí que el mundo dejaba de girar.
♕♕♕
Esos recuerdos me dañaban. Habían pasado tres años y aún la seguía recordando. Aún la echaba de menos, no podía olvidarla sabiendo lo mucho que me marcó.
─ ¡Rey!─ Myri me llamó, haciendo que moviese la cabeza de un lado a otro, saliendo de mis propios pensamientos ─. ¡Venga aquí un segundo!
Me levanté y fui hacia donde Myri y mi padre estaban.
─ Dime, Myri.
─ Tu madre está en el balcón.
Una sensación de felicidad invadió mi cuerpo. Corrí a buscar a mi madre y, en efecto, estaba allí.
Una mujer alta, con ojos marrones, nariz respingada y el cabello negro, parecida a mí, estaba ahí, mirando las vistas, con un vestido costoso enfundado en su cuerpo. Abracé a mi madre por detrás sin que se diera cuenta y ella me devolvió el abrazo de vuelta, tras dar un pequeño respingo por la sorpresa.
─ Te he echado mucho de menos, hijo ─ la sonrisa radiante de mi madre era contagiosa. Sus brazos no llegaban a cubrirme el torso entero. No porque yo fuese alguien con corpulencia (que no lo era) y un torso ancho y grande, como los guardaespaldas de las películas, pero ella tenía los brazos escuálidos y no llegaba a rodearme por completo ─. Vine apenas supe que te ibas a casar.
─ Yo también te he echado de menos.
─ ¿Cómo se llama, hijo? ─ Se refería a Hazel, cómo no ─ Dime.
─ Se llama Hazel. Hazel Dimmare ─ ¿El apellido cómo lo sabía? Fácil, cogiendo accidentalmente por la noche su documentación, tan solo para ver su nombre completo, nada más.
─ Qué nombre más bonito tiene... ─ suspiró, como si acabara de encontrar a su hija no hija perdida.
─ Sí ─ suspiré. No supe qué hacer. ¿Decir «Un nombre bonito pero un carácter de mierda, porque, sí, será amable, pero las miraditas y los tonos con los que habla... »? ¿O «Sí, es el amor de mi vida, quiero tener quince hijos con ella...»?
─ Tráela, por favor.
─ Voy.
Genial, ahora tenía que buscarla.
Salí del área y escuché a mi madre hablar con mi padre, que había llegado justo cuando yo me había ido.
Como persona curiosa que era, pasé olímpicamente de Hazel y pegué la oreja al ventanal tintado que separaba el palacio con la terraza.
─ ¿Y... tienes novia? ─ Mis padres estaban divorciados, desde hacía siete años, exactamente, nunca se llevaron bien. Tuve una infancia un pelín difícil, aunque pudo ser peor ─. Cuando me llamaste para darme la noticia, estaba con Sebas, en París.
Preferí irme y no oír la «discusión». Hubiera apostado lo que fuese a que eso hirió el ego de mi padre. Me recorrí gran parte del castillo cuando vi a Hazel mirándose al espejo mientras se colocaba máscara de pestañas, en su habitación.
La cogí por la cintura y la arrimé a mí. No porque quisiera, sino porque cerca había un mayordomo y tampoco quería levantar sospechas. Apenas nos conocíamos pero se sintió bien, fue raro. Y molesto.
─ Mi madre está aquí y quiere conocerte ─ tampoco es que estuviéramos totalmente arrimados, había distancia entre nosotros. Unos diez centímetros, diría yo ─. Está en el balcón. Compórtate.
─ No tengo cuatro años, soy mayorcita y sé comportarme ─ espetó, mientras cerraba el maquillaje ─. Ahora, si no te importa, suéltame.
Trató de zafarse de mi agarre y, como buena persona fastidiosa que era, decidí molestarla un poco más.
Sonreí y me lamí los labios ─ en mi defensa, los tenía secos y un pelín cortados por el aire, no por nada más ─. La acerqué más a mí, odiando el contacto. La distancia de antes tenía un pase, pero, esa poca distancia me asqueaba.
─ Suéltame ─ se ruborizó al instante ─. Hablo enserio, joder. Suéltame.
Sonreí y la solté.
Comenzaba a ser incómodo y no gracioso.
Y tampoco quería que mi madre pensara que estábamos haciendo cosas raras por tardar tanto.
─ Está en la terraza.
─ Gracias ─ se alejó de mí con retintín.
Y se fue.
Desde su llegada, estaba teniendo los días más incómodos de mi vida.
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¿Promesa? [✔️ COMPLETADA] ©
Roman pour AdolescentsCanadá, un bonito país, una buena realeza y un futuro rey de veinte años condenadamente guapo. Aaron debe buscar una esposa para convertirla en reina con él, allí es donde conoce a Hazel. Una campesina de apenas diecinueve años que es obligada por s...