Capítulo 9

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¿Cuánto tiempo se necesita para que un niño deje de estar ansioso por algo que cree que es su culpa, pero realmente no es así?

Mucho, Takemichi aún seguía con la angustia de lo que pasaba a su alrededor, pero tenía gente que le daba la libertad de distraerse y olvidarse de la carga que se encomendó a sí mismo.

Takuya lo distraía en la escuela, Sanzu con su extravagancia hacía que su mente se ocupara por tratar de comprenderlo, Mikey y sus amigos lo hacían reír, divertirse y ser el niño imprudente que en casa no se le permitía, Inupi y Koko solían llevárselo al hospital para ver como Akane se recuperaba y aquello lo alegraba, el saber que salvó a alguien y ayudó en la vida de alguien más le provocaba una satisfacción que no podía describir. Y finalmente, podía ir a visitar a Shinichiro y contarle lo que veía y él encontraba una solución, aunque a veces no todo eran malos presagios.

La puerta del local de motocicletas fue abierta con un “buenos días” de Takemichi mientras miraba a su alrededor.

—No hay nadie además de mi ¿Qué pasó Take? —la voz del dueño se escuchó mientras salía de la parte trasera.

Takemichi sonrió y se acercó a Shinichiro, quien lo recibió con una sonrisa.

—Mikey-kun creó una pandilla… o lo hará, no sé.

—¿Te lo dijo o lo soñaste?

—Lo soñé, fue en un santuario… aunque no sé dónde —murmuró lo último frunciendo el ceño.

—¿En serio?

Shinichiro sonrió, no siempre los sueños y visiones de Takemichi auguraban cosas malas, a veces eran buenas o nada relevantes y le alegraba ver cómo el niño solo iba a hablar con él y no necesitaba ayuda de manera desesperada.

—Pero seguro le pondrá su nombre —declaró con seguridad y una sonrisa.

—¿Por qué tan seguro?

—Hablamos de Mikey.

Shinichiro se atragantó con su saliva y sonrió— Es cierto.

—A demás, soñé varias veces con el símbolo manji —completó— seguro será algo así.

—¿Mencionaste que no sabías qué santuario? —retomó el curso de la conversación.

—Había ido antes con Mikey, pero no recuerdo donde era —confesó con un poco de vergüenza.

—Casi nunca conoces los lugares en los que suceden las cosas —rio Shinichiro.

—Tokio es muy grande y soy un niño.

Shinichiro sonrió, Takemichi le contó todo lo que vio y en el momento en el que Shinichiro le pasó un refresco varias imágenes cruzaron la mente del menor.

—¡Shinichiro! —se levantó de su lugar exaltado.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó sobresaltado con temor de que algo pasara.

—Acabo de ver a los Black Dragons con uniformes blancos y había un peliblanco que los dirigía, creo que es extranjero —murmuró lo último.

—¿Cabello blanco y moreno de ojos violetas?

Takemichi asintió bebiendo el refresco y el mayor suspiró.

—Es Kurokawa Izana, mi hermano menor.

Takemichi escupió la bebida— ¿Tienen un hermano extranjero? ¡No lo sabía! —el menor estaba conmocionado.

—No somos hermanos de sangre ni apellido —aclaró— lo conocí hace unos años y lo considero un hermano.

—Oh.

No soy tan importante para Mikey-kunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora