🥀 10: Buena niña

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—El mismo que viste y calza, preciosa —sonrió juguetón el pelinegro.

Estaba guapísimo, llevaba un traje negro de saco y corbata, bueno, sin la corbata, ceñido a su musculoso y tonificado cuerpo, el primer botón de su blanca camisa estaba desabotonado y el tatuaje de serpiente se asomaba entre la blanquecina piel de su cuello.

—¿Te encuentras bien? —murmuró Max con su hipnotizante voz.

—¿E-eh? —cuestionó Evangeline sintiendo algo húmedo bajar de su nariz.

Llevó una de sus manos a su rostro, tocando la zona y observando que era sangre la que bajaba de su nariz.

—S-sí, estoy bien, pasa —dijo, presionando el cartílago de su nariz para abrir bien la puerta y que el pelinegro pudiese pasar—, toma asiento, enseguida regreso —avisó yéndose al baño que estaba en el primer piso, mientras que el mayor se quedaba inspeccionando el lugar.

Evangeline llegó al baño y azotó la puerta para tomar mucho papel y tratar de limpiar el desastre en su rostro.

—Ah, mierda —murmuró—. ¿Por qué a mí, Dios? ¿Qué hago? ¿Qué hago? —preguntó observando todos los lados posible para buscar algo que hiciera que la hemorragia terminará.

Presionó la parte blanda de su nariz y se sentó en el váter por aproximadamente diez minutos, hace algunos meses Diego le había dicho que si le llegaba a suceder algo así que hiciera lo que antes mencionado y que por nada del mundo mirara al techo, porque podría llegar a tragar sangre o la misma sangre se iría a sus pulmones y se volvería crítico para ella, por lo tanto ahí la tienen, sentada, mirando el piso sumergida en sus pensamientos olvidando por completo al pelinegro que todavía estaba en la sala.

Los minutos seguían pasando y por suerte la hemorragia ya había pasado, la azabache se miró en el espejo del baño y se recogió el cabello en una coleta alta, comodidad, aunque no le gustaba como le quedaba.

Salió del baño tallando uno de sus ojos, yendo a las escaleras para subir a su recamara y tomar una siesta.

—Hola, Max —saludó de lo más casual al pelinegro que estaba en el sofá con una pierna cruzada mientras revisaba su móvil.

—Hola, preciosa —sonrió el mayor, dirigiendo su azulada vista a la azabache que volteaba a verlo como exorcista.

—¡¿Max?! —exclama mientras baja los pocos escalones que había subido—. ¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar?

Max sonrió.

—He venido a visitarte y tú me has dejado entrar, ¿lo olvidas? —preguntó sonriendo con seducción, provocando fascinación y atracción a la morocha.

Evangeline se dio una bofetada mental por hacer pregunta más estúpida, obviamente ella lo dejó entrar, es solo que cuando se fue al baño olvidó por completo que por culpa de Max tuvo la hemorragia, y aunque el pelinegro no haya hecho nada, su sola presencia fue la culpable del sangrado, eso les recordaba a las escenas de anime en donde los personajes veían a alguien muy bonito o sexy y les comenzaba a sangrar la nariz, qué vergüenza.

—B-bueno, ¿a-a qué has venido? —cuestionó, bajando la mirada al no poder sostenerla con la azul contraria.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —preguntó usando una expresión traviesa y descarada.

—¿Quién? ¿Yo? Pfff... para nada —disimulo la azabache volteando la cabeza a otro lado.

—¿Ah no?

—No...

Max se fue acercando poco a poco, lento y tranquilo, jodidamente sexy a los ojos dorados de Evangeline, la diferencia de altura entre ellos era máxima pero tanto a Evangeline como a Max les fascinaba.

My Ideal BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora