Capítulo 4

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Tzuyu parecía afilada como un cuchillo, llevaba una blusa blanca, una falda ceñida y tacones altos. Tenía el cabello rubio recogido en un moño.

—Lisa, ¿tienes un minuto?
—Claro —¿qué podía decir?—. Pasa.

Abrió la puerta del todo, pasó y la cerró antes de dar los tres pasos que la separaban de la mesa.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Una pregunta sin sentido dado que todo el mundo estaba al corriente de lo que había hecho dos días antes. Daba lo mismo lo que dijera. Esa conversación no acabaría bien.

—He oído que has estado ocupada este fin de semana —de cada palabra colgaba un carámbano.
—Así es. He ido a Las Vegas y me he casado.
—Con esa extraña ama de llaves extranjera —dijo con los dientes apretados.
—Se llama Jennie y ahora es mi esposa.
—¿Por qué?
—Porque estoy enamorada de ella —le salió mucho más fácil de lo que había esperado.
—Y una… —se contuvo y se tranquilizó, quizá no quería perder además su trabajo—. Eres una mal nacida, Lisa —añadió tranquila.

Debería haber manejado aquello de un modo distinto, pensó en ese momento.

—Tzuyu, mira…
—¿Mira? ¿Qué miro? Hace menos de una semana estaba en tu cama. Reconozco que puedo haber exagerado con el tema de mi reloj biológico. He hecho un poco la idiota. Me avergüenza reconocerlo. Pero podías haber tenido un poco de clase, ¿sabes? Podías haber terminado conmigo diciendo las cosas a la cara. Y si no así, al menos podías haberme mandado un correo electrónico o un mensaje al móvil. Algo, cualquier cosa mejor que enterarme en la máquina de café. Imagínate cómo me he sentido.
—Vale, tienes razón. No ha estado bien no decírtelo yo misma. Si quieres una disculpa, la tienes.
—Quiero mucho más que una disculpa.
—¿Qué quiere decir eso?
—Espera y verás —giró sobre los talones y volvió a la puerta—. Dale mi enhorabuena a ella.
—Maldita sea, Tzuyu…

Pero ya no escuchaba. Abrió la puerta de par en par y salió al pasillo. Lisa se levantó y cerró la puerta, después volvió a sentarse y pensó en lo imbécil que había sido. Y en qué podría significar que quisiera más que una disculpa.

Pensó en modos en que ella pudiera sabotearla. No podía haber muchos dado que no sólo era una Manoban en la empresa de los Manoban, sino que además era la mejor en lo suyo. Si ella quería mantener su empleo no se metería con Lisa, profesionalmente o de otro modo.

Cuanto más pensaba en ello, más certeza tenía de que había sido sólo una ventolera. La había tratado mal y quería que supiera cómo se sentía. Así ambas podían seguir adelante.

Sonó su teléfono y atendió la llamada.

Un poco después, su hermano Bambam, el segundo de la familia, que trabajaba como abogado para la empresa, pasó por su despacho a felicitarle.

—Siento que Irene y yo no pudiéramos ir a Las Vegas para la boda —Irene era su esposa con la que vivía en un rancho que ella había heredado de su anterior marido.
—No pasa nada —dijo Lisa—. Avisé con poco tiempo, lo sé.
—No ha sido por eso. Nayeon tenía una otitis — Nayeon era la hija que Irene había tenido con su primer marido.
—Pobrecilla. Espero que esté mejor.

—Sí. ¿Qué te parece venir con Jennie a Lazy H el jueves por la noche? Danos a Irene y a mí la oportunidad de abrir una botella de champán y celebrar que el jugador de la familia por fin se ha casado.
—Perdón, ¿quién es el jugador?
—Yo no. Ya no. Soy un hombre afortunado. Hasta Irene no sabía lo que me perdía.
—¿Dar de comer a los animales a las dos de la mañana en un rancho ruinoso?
—Adoro a esa niña.
—Ya lo sé.
—Y Lazy H ya no es una ruina. Pero ya lo verás el jueves.
—Me parece buen plan.
—Háblalo con Jennie.
—Te lo digo mañana.
Cuando Lisa se marchó dos horas después, el desagradable encuentro con Tzuyu estaba arrumbado en el fondo de su mente.

Unión sin amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora