- Capítulo Único. -

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Cuando su anillo comenzó a quemarle, Arm gritó al darse cuenta que también un abrasador incendio consumía poco a poco su corazón.

El café que recién había tomado de una de las máquinas expendedoras, después de que sus amigos le juraran que Pol estaría bien en su corta ausencia, se derramó sobre una de sus piernas, sin embargo, el dolor que esto le causo no igualó al que sentía internamente.

Su anillo del alma, la unión tangible con su pareja, se estaba oscureciendo. Su anillo, que siempre había sido tan colorido cómo un arcoiris porque Pol le había hecho sentir tanto, incluso antes de encontrarse, iba a desaparecer de su dedo para dejarlo muerto en vida.

—Pol... — intentó ponerse de pie para ir dónde sabía que los médicos intentaban salvar a su novio. —N-no me puedes dejar, no me puedes hacer esto. 

Las lágrimas habían comenzado a humedecer sus mejillas y opacar cada vez más su visión. No iba a lograrlo, su cuerpo temblaba al sentir cómo ahora el vacío se extendía dentro suyo.

—¡ARM! — el llamado de sus amigos lo hizo reaccionar. —¡ARM, ABRAZALO! — le gritó Porsche mientras se aproximaba.

Pete que había llegado más rápido a su lado, lloraba mientras le frotaba una y otra vez sus brazos intentando alejar el frío que sabía estaba comenzando a sentir.

—Imagina que abrazas a Pol. — le murmuro desesperado. —Imagina que lo abrazas y lo atraes hacia a tí.

—Hazlo antes que dejes de sentirlo. — Porsche que se había dejado caer a su izquierda, lo rodeo con sus brazos mientras le apuraba. —Sobrevivimos a esto, ustedes también lo harán.

Arm recordó.

Kinn y Vegas se encontraron en la misma situación que Pol, el primero recibiendo un disparo que iba dirigido a Porsche y el segundo, irónicamente fue atacado cuando Pete aceptaba por fin que era su mate y le quería consigo.

Sus amigos habían experimentado el horror de sentir cómo su alma gemela era arrancada de su lado, en todo sentido, de un momento a otro.

—Pero ellos vivieron, ellos vivieron. — se repitió, mientras pensaba en aquellos sucesos que él mismo presenció y a la vez, se aferraba a la esperanza y al rastro que todavía quedaba de su conexión con Pol.

Pensó en cada dulce momento con su grandulón novio, en cada beso y caricia dada, en todos los colores que le acompañaron antes de conocerle.

El infaltable y alegre amarillo, los pacíficos tonos verdes que luego supo eran berrinches de Pol a la hora de la comida cuando pequeño pero que, también cómo adulto, seguían ocurriendo en ocasiones.

Pensó en el muy inusual rojo que siempre lo hizo preguntarse antes y sorprenderlo ahora, sobre esas pocas cosas capaces de enojar a su habitualmente feliz mate.

También visualizo en su mente el radiante tono rosa que pinto no sólo sus anillos sino también sus mejillas, cuando Chan les presento.

Si, había sido tan vergonzoso tener presente a su jefe en ese momento pero nunca cambiaría nada de ese día o los que le siguieron.

Los tres amigos se quedaron ahí, aferrados el uno del otro, hasta que las manos ya no tan temblorosas de Arm se alejaron de su pecho haciendo que ellos también lo hicieran.

Notaron enseguida, el suave azul cielo que irradiaba su anillo, clara señal que Pol seguía vivo. Los tres amigos suspiraron aliviados para luego, comenzar a llorar mientras sonreían.

—Quiero ir con Pol. — porque, a pesar de sentir aún su lazo, Arm necesitaba verle con sus propios ojos para poder estar en paz.

Porsche y Pete lo ayudaron a levantarse del suelo sin contrariarle.

"Los anillos que nos unen."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora