Capítulo 9

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Al considerarlo después, Lisa decidió no preguntar en la oficina. Tenía que ser realista. Nadie iba a vender a Tzuyu. Estaba bien considerada y se la respetaba. Y si alguno de sus hermanos hubiera oído algo, ya se lo habrían dicho.

Además, si Tzuyu había decidido complicarle la vida llamando a Inmigración diciendo que su matrimonio era una farsa, no habría ido diciéndolo por ahí. Tzuyu era inteligente, se habría vengado y mantenido la boca cerrada. Así que tendría una conversación privada con ella.

Llegó a la empresa a las once y cinco y fue directamente al despacho de ella en la segunda planta. Estaba en su mesa, trabajando con el ordenador.

Alzó la vista cuando ya estaba en el umbral de la puerta. Su gesto se tensó y en sus ojos apareció la desconfianza. ¿Era una expresión de culpabilidad?

—Necesito hablar contigo —dijo Lisa.

Le miró un largo momento, se encogió de hombros y dijo:

—Claro.

Entró en el despacho y cerró la puerta. Ella no le invitó a sentarse.

—¿Qué quieres? —agarró un bolígrafo, se recostó en el respaldo y apoyó los codos en los brazos del sillón.

Lisa permaneció tras la mesa de pie.

—¿Has hablado con la Oficina de Inmigración?

Ella lo miró a los ojos mientras con el pulgar apretó el bolígrafo varias veces enfadada.

—¿De qué estás hablando?

—Alguien ha mandado a los de Inmigración esta mañana a mi casa para aterrorizar a mi esposa.

Ella apartó la vista un instante, pero sólo un instante. Después volvió a mirarla sin parpadear.

—¿Me estás acusando a mí?

—No, te estoy preguntado. ¿Has hablado con Inmigración sobre mi boda con Jennie?

Se humedeció los labios. Había sido un error. En ese momento supo que había sido ella.

—Claro que no —dijo.

Se sintió mejor, al menos un poco. Movió una silla y se sentó.

—Debería haberte despedido.

—Si lo haces, te meteré una demanda.

—Buena suerte.

Pensó en Jennie, en lo que diría si le contaba que había despedido a Tzuyu porque se había humedecido los labios cuando le había planteado la gran pregunta. Jennie se escandalizaría y empezaría a decir cosas en coreano.

Tzuyu arrojó el bolígrafo encima de la mesa y acercó la silla.

—Oye, no quiero problemas, ¿vale? Sólo quiero mantener mi trabajo… en el que sabes que soy muy buena.

—Querrás decir que no quieres más problemas.

Tzuyu se inclinó hacia delante, apoyó los brazos en la mesa y cruzó las manos, pero no la miró.

—Me has tratado como si fuera una cualquiera, ¿sabes?

Se dio cuenta de que eso no podía discutirlo dado que era la verdad.

—Eso no te autoriza a ir con mentiras a Inmigración.

—¿Mentiras? —le dedicó una mirada salvaje—. Por favor, ¿vas a intentar convencerme de que te has casado con tu pequeña ama de llaves inmigrante por amor?

Unión sin amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora