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En lo respectivo a Ella, aquel hotel no podía ser más hermoso. Todo, desde el singular mirador que, de algún modo lograba conectar con las tres plantas del edificio principal, el restaurante lleno de luz debido a los enormes y coloridos vitrales del gran ventanal, el pasillo distribuidor adornado por más de cincuenta espejos de diferentes tamaños, hasta desembocar en aquella escalera de mármol blanco que llevaba tanto, a la planta baja como a las habitaciones... absolutamente ¡todo! se había robado su atención, a tal punto que, más de una vez sus amigos se habían molestado con ella por dejarlos con la palabra en la boca solo para desandar sus propios pasos y, cámara en mano poder plasmar en foto el más mínimo detalle que se le hubiera podido escapar con anterioridad.

Incluso las habitaciones, cada una decorada de una forma y un estilo totalmente diferente a la anterior o la maravillosa vista que se extendía más allá del barandal de seguridad de las plantas más altas, le habían gustado tanto a Ella, que, aun cuando le quedaba más de dos tercios del hotel por visitar, ya se había declarado total y perdidamente enamorada de aquel pequeño y encantador lugar.

No obstante a lo anterior, la zona que más le había gustado a la chica, había sido sin dudas, el increíble jardín que había justo al lado del complejo de tiendas artesanales y a través del cual, se abría paso un estrecho camino de piedras que no encontraba su fin hasta llegar al área de la piscina, de la cual Ella no tenía hasta ese momento la más absoluta idea, obsesionada como estaba en perderse dentro de aquel mágico jardín, lleno de palmeras, helechos y otro ciento de plantas tropicales que por más que quisiera nunca sería capaz de identificar debido a su gran variedad.

Aquella especie de selva a su vez estaba compuesta por tres espacios totalmente distintos. En el primero, del cual podía verse el mirador del hotel, se encontraba un estanque de mármol blanco y piedra caliza, repleto de los más variados peces de colores y lirios acuáticos por el cual Ella había desarrollado una especie atracción instantánea.

En el segundo, si bien, también había abundantes helechos, predominaban indudablemente las palmeras que, diseminadas a lo largo del camino, eran fuente de sombra para los torneados bancos de bronce pintados de blanco que apenas si se podían adivinar en medio de tantísima vegetación; mientras que, en el tercer y último espacio, se había creado un pequeño parque infantil en cuyo centro se alzaba una fuente bastante sencilla con un hermoso Cupido de mármol, igualmente blanco de cuya ánfora brotaba el agua.

Lo cierto es que, en todo su conjunto, aquel jardín, que además, Ella había descubierto que según fuera cayendo la noche, se iba iluminando poco a poco, había llegado a convertirse en su lugar favorito sobre todo, para aquellos momentos en los que deseaba evadirse, tanto de la excesiva atención de Aaron y Vivi, como del mundo en general.

Y es que sin dudas, no había ni un solo rincón en todo aquel hotel que no estuviera diseñado desde y para el amor, incluso aquel estanque en el que podía pasarse todo el rato solo mirando nadar a los peces de colores; no hacía más que recordarle la razón original por la cual había planificado aquel idílico viaje, de modo que... el saberse sola (a pesar de la presencia de Aaron y Vivi) y en medio de tanta belleza, había hecho que la nostalgia volviera a apoderarse inevitablemente de ella (aun cuando era consciente de que debía enterrar de una vez por todas, el recuerdo de aquella farsa que había sido su relación).

Fue en efecto, sumida en estos pensamientos, que Darío la había visto aquella tarde tras su "fatídica" llegada al Villa; de modo que... aun cuando no tenía el modo de saberlo, el chico, no había estado para nada alejado de la realidad, al percibir aquella tristeza que emanaba, tanto de sus ojos como de su postura en general, porque sí... mientras él se complacía viendo ondear al viento su larga cabellera negra... Ella, en cambio, intentaba entender por qué, el ver a sus mejores amigos finalmente juntos, la llevaban a querer (contrario a toda lógica) encontrar algo así de especial para ella misma (a pesar de su propia promesa de que, no volvería a dejar que ningún hombre tuviera tanto poder en su vida).

A Cinco Años de TÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora