Capitulo O8.

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"una de las versiones de cenicienta cuenta la historia como todos la conocemos.

La diferencia es que al final del cuento.

Cuando se descubrió el engaño, la reina fue llevada a la ciudad imperial, donde se le restituyó su rango, y su hija fue desdeñada por el rey.
Entonces, la hermanastra pensó que de ser ella tan guapa como su hermana paterna se habría de ganar el corazón del rey, y le hizo esta pregunta:
- Queridísima hermana: ¿qué he de hacer para ser tan blanca como tú?

- Eso es muy fácil - le respondió la reina - sólo tienes que bañarte en agua hirviendo y te pondrás muy blanca.

Y asi fue como su hermanastra le hizo caso, y murió escaldada."





Frank Anthony Thomas Iero Pricolo.

No es que él fuera exactamente una persona hermosa, tampoco es que fuera una persona fea. Simplemente Frank era una persona común, con una belleza normal.

Pero lo que te llamaba la atención de Frank no era su belleza física exactamente, Frank era especial. Él tenia "algo" que hacia que las miradas fueran hacia su persona.

Te tomo tiempo darte cuenta que tal vez, "eso" que tenia Frank era debido a la especial aura que lo rodeaba.

Porque era eso, esa aura que lo rodeaba, que lo hacia ver una persona tranquila, que le importaba poco los problemas convencionales, una persona inquebrantable, una persona despreocupada, una persona ensimismada en sí misma, una persona "Extraña".



*




El miércoles, cuando entre a la sala de castigo el profesor Crabbs me quedo mirando, negó con la cabeza y volvió su vista a su libro.

Mire hacia delante y pude ver en la parte de atrás del aula estaban medio equipo de futbol, y mi sonrisa se acrecentó al ver el ojo morado de Jasper, producto de mi fiel mano derecha.

Y a la mierda, valía la pena dos días más de castigo, media hora adicional y el dolor de mi mandíbula por ver ese rostro morado.

- tome asiento Way – me dijo Crabbs, sin dejar de leer su libro y asentí, mirando ahora a mi hermano que estaba sentado contra la ventana, en el primer lugar.

Camine hasta quedar detrás de él, deje mi mochila sobre el pupitre y me senté en la silla, recostando mi pecho y estirando mis manos para picarle la costilla a mi hermano menor con mi dedo índice.

- ¿Qué queres? – me pregunto Mikey, girando su rostro y mirándome con mala cara, a lo que solo le sonreí.

- estoy aburrido – le dije y mi hermano solo giro sus ojos con fastidio - ¿Y Frank? – le pregunte y mi hermano me quedo mirando con una ceja alzada.

- Se debió haber olvidado... - me respondió sin dejar de mirarme, como si me estuviera analizando.

- ¿Por qué me miras así Hermanito? – le pregunte, con una sonrisa divertida.

- Por nada – me dijo, dándose la vuelta.

Sonreí, un poco incomodo ahora, y me senté con mi espalda contra el respaldo de la silla, mire el techo, ignorando las miradas que me clavaban, medio equipo de futbol, en la espalda y cerré mis ojos, suspirando.

Quince minutos después la puerta de la sala de castigo se abrió, por lo que mis ojos fueron hacia la misma, viendo a Frank, quien entraba con los auriculares puestos, su mochila en su mano derecha y en su espalda un estuche de guitarra.

- llega tarde Iero – le reprendió Crabbs, mirándolo de mala manera.

- lo lamento, me había olvidado – y en ese momento mi hermano se giro, mirándome y sonriéndome como diciendo "te lo dije".

No te enamores - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora