Capitulo 1O.

39 8 1
                                    


"Los hermanos Grimm suavizaron la historia de la Cenicienta para darle el encanto de la sencillez.

Lo cierto es que, a pesar de los esfuerzos de los hermanos Grimm para no mostrarse machistas, la versión medieval de la Bella Durmiente nos habla de una princesa bastante estúpida. Leída fuera de un contexto mitológico, la maldición del hada sólo es entendible en términos de profunda misoginia.

Supongamos que alguien nos envía una maldición análoga, es decir, que dentro de un tiempo caeremos en un sueño de un siglo luego de pincharnos con una aguja. Lo más razonable es que nos mantengamos alejados de tales herramientas textiles, pero esto no sucede en el cuento. Incluso el rey, hombre sabio y prudente, queda escandalizado ante la profecía, a la que considera perfectamente realizable. Vale señalar que en la edad media, y mucho más acá, la mujer estaba íntimamente relacionada con la confección y mantenimiento de las ropas, por lo que siempre había una aguja a mano para ellas. En este sentido el temor del rey es doblemente insólito, pues sabe que su hija, como mujer, está obligada a las tareas textiles, pero jamás se le ocurre que las abandone, hecho que la dejaría a salvo de la maldición.

Pronto veremos que todas estas anécdotas han sobrevivido por el simple hecho de que poseen un fuerte arraigo mitológico. No están allí en vano, ni su utilidad es meramente narrativa; están allí porque son el único vínculo con la verdadera historia de la Bella Durmiente."

~




No sabes realmente como lo hacía, pero Frank era de esas personas que podían leer la mente de cualquier persona, como si tuviera una especie de poder.

Él veía lo que las personas normalmente no notaban, y sabia, aun no sabes cómo, hacerte sentir mejor. Tal vez era por el aura que lo rodeaba, tal vez su frialdad y objetividad hacia los demás.

¿Quién sabe?


*



Los meses pasaron con normalidad para mí.

Mis padres, todos los fines de semana discutían, terminando en gritos, platos, botellas, vasos y demás cosas en el suelo quebrados. Mi hermano menor yendo a tranquilizar a mi padre, mi madre llorando, mi padre yéndose, no sin antes golpear a mi madre, y después, volviendo a la casa, llorando y pidiéndole perdón a mi madre, diciéndole que la amaba.

Y yo, bueno, yo, cuando comenzaban a discutir me iba.

A veces estaba con Bert, Ray, Brian y los demás, otras, cuando terminaba en medio de la discusión por no haber salido antes ("¿y vos pendejo? ¿Ahora no te haces el malo, pelotudo") iba a lo de Frank, terminando algunas veces besándolo hasta sentir el sabor metálico de su sangre en mi boca, y otras, hablando con su abuela, pero siempre terminaba durmiendo en la cama de Frank, con él sobre mis brazos.

De cualquier forma, con quien fuera que estuviera, pareciera que estaba en otro mundo.

Con mis amigos, porque terminábamos drogándonos en una plaza, riéndonos y algunas veces terminando en casa de personas que ni conocíamos, en fiestas, y a mitad de la noche, vomitando por cualquier rincón oscuro y levantándome en alguna cama de algún desconocido o desconocida.

En cambio, cuando estaba en la casa de Frank, Luisa, su abuela, me daba el caballete con folios que me había comprado, junto a los carbones para dibujar, mientras Frank siempre se recostaba en el sillón doble, con su guitarra sobre su estómago, sus ojos cerrados y su boca entreabierta, tocándola.

En cambio Luisa, a veces tocaba el piano, otras estaba tejiendo o cosiendo.

Y aunque no hubiera drogas de por medio, la calidez y la sencillez de ese hogar me hacía sentir mejor, más tranquilo, me hacía olvidarme lo que estuviera allí dentro de todo lo que me rodeaba.

No te enamores - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora