Capitulo 19.

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"Conseguir un par de piernas es ligeramente más difícil que hacerse de un alma inmortal. Esta – le explica la Bruja- solo pertenece a los humanos, y cualquier otra criatura debe ganársela mediante un beso. En otras circunstancias, esto no hubiese sido un problema para la joven Sirenita, desde luego, bellísima; pero despojada de su voz, y con dos piernas que se sienten como dos espadas cortándole las caderas con cada paso que da, el asunto se torna complicado.

El príncipe pronto se siente atraído por esa joven de andar tambaleante. Goza enormemente al verla bailar y saltar, y ella lo hace, a pesar del dolor insoportable que esto le provoca. Sin embargo, tras un corto idilio, el príncipe resuelve seguir los buenos consejos de su familia, y se casa con una joven noble acorde a sus espectativas.

Sabiendo que esta decisión la matará, las hermanas de la Sirenita le ofrecen una vía de escape: un cuchillo mágico que le devolverá la cola de pez si con él logra asesinar al príncipe y bañar sus piernas con la sangre de aquel. Para conseguirlo, las cinco hermanas debieron entregar sus exubertantes cabelleras a la bruja.

Es así que la Sirenita se acerca al lecho de los recién casados con el cuchillo en la mano, llorando silenciosamente por todo lo que ha resignado. El amanecer la encuentra allí, llena de dudas e incertidumbres. Sabe que es incapaz de matar al hombre que ama, y en consecuencia arroja el cuchillo y se lanza al mar, que la recibe en su seno y la convierte en una espuma delicada y fragante.

Pero no todo termina allí. La Sirenita pronto se encuentra rodeada por los espíritus incorpóreos de incontables sirenas muertas, condenadas a realizar salvatajes imposibles para suavizar los tormentos que Dios, en su infinita sabiduría, ha depositado sobre todos los que trastocan el orden natural...

Esta es la verdadera historia de La Sirenita"


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La primera semana me la pasaba en la casa de Frank, con él y Luisa.

Frank siempre cocinaba, limpiaba la casa, prohibiéndole a su abuela que hiciera algo, por más pequeño que sea e incluso se molestaba conmigo cuando lo ayudaba.

Me hacia reír un poco ver a Luisa hacer pequeños pucheros o berrinches cuando su nieto le prohibía hacernos galletas o tortas, o lo que fuera, pero a la vez, me sembraba la duda el porqué de aquellos cuidados que Frank le daba.

Es verdad que Luisa estaba mucho más delgada y pálida, pero a su vez, cuando la miraba a los ojos o hablaba con ella, se veía mucho más joven de lo que parecía físicamente.

Quería preguntar, quería saber que sucedía, porque algo estaba sucediendo, pero a la vez, sentía que no debía hacerlo, que solo podía traer tristeza.



*





Había decidido quedarme todas las vacaciones en mi hogar, por más que pasara más tiempo con Luisa y Frank que en mi propia casa. Había hablado con el tío de Bert, y él me había dicho que no había problema, que los dos años que estuve trabajando, había ayudado siempre y que me merecía quedarme en mi hogar.

Los días que estaba en casa, me sorprendía al no ver a mi padre, pero como tampoco veía mucho a mi hermano no sabía que había sucedido (porque a mi madre no le preguntaría)

Hacia dos semanas que había llegado a Belleville, y prácticamente me había mudado a la casa de Luisa, ya que tenía hasta ropa mía ocupando espacio en el placar de Frank.

Todas las noches nos sentábamos en el living de aquella casa, donde jugábamos a las cartas, otras Frank tocaba la guitarra y nos poníamos a cantar, haciendo sonreír a su abuela, luego de eso, nos acostábamos a dormir.

No te enamores - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora