Los inviernos en Mondstadt eran fríos. La temperatura por la noche solía descender hasta casi los cero grados, convirtiendo las calles de la ciudad en un territorio hostil al que solo se podía hacer frente con gruesas capas de ropa.
Sin embargo, contrastando con el gélido aire que golpeaba la ventana, los ríos carmesís que le bajaban a Bennett por el brazo estaban cálidos. Se deslizaban sobre su piel salpicada de cicatrices y marcas, hasta llegarle a la palma de la mano y la punta de los dedos, para finalmente gotear y caer dentro del lavabo.
Soltando todo el aire que había estado reteniendo en un profundo suspiro que le vació los pulmones, levantó la vista del hipnotizante rojo que le corría por el antebrazo y se miró en el espejo delante de él. Tenía el pelo todo revuelto y despeinado, pues no había salido de casa en todo el día y no vio imprescindible peinárselo siquiera. Sus labios agrietados temblaban lo mismo que sus manos. Estaba más pálido de lo que quizá debía y era por ello que destacaban más los círculos oscuros debajo de sus ojos verdes, del color de la esperanza, la misma que poco a poco había ido perdiendo. Esa preciosa mirada suya, la única parte de su físico que alguna vez alguien había llegado a elogiar, parecía hecha de cristal, brillante por las lágrimas que se le acumulaban, lágrimas frías que se le escapaban cada vez que parpadeaba y que rodaban por sus mejillas hasta gotear y caer también en el lavabo, donde se mezclaban con su sangre.
Jamás le habían puesto una mano encima, a pesar de que muchas veces había visto un puño levantado delante de su cara. Nunca lo habían agredido físicamente, nunca lo habían esperado a la salida del instituto para emboscarlo, nunca le habían dado un puñetazo o una patada. Lo que le habían hecho le había dolido mucho más que todo eso y le había dejado una herida que nunca se terminaría de cerrar.
Las heridas físicas cicatrizaban tarde o temprano. Las psicológicas no siempre lo hacían.
En el colegio se habían reído de él. El motivo de eso jamás había estado claro, tal vez tan solo le había tocado a él ser el blanco de todas las burlas. Su mala suerte había decidido que tendría que soportar los insultos poco ingeniosos de sus compañeros, las risas molestas que los coreaban y los eternos recreos sin una sola alma con la que hablar y únicamente acompañado por la asfixiante soledad. Pero mientras tanto, todos los demás parecían pasárselo bien. Todos reían, todos mostraban una radiante sonrisa mientras que a Bennett le costaba forzar una, con la cabeza perforada por todos los dardos que le lanzaban en forma de palabras.
Más tarde entró al instituto. Todavía no sabía por qué aquel primer día de clases hacía unos años había estado tan ilusionado. Quizá esperaba deshacerse por fin del martirio que había tenido que soportar en el colegio, pero el instituto fue muchísimo peor. Igual que la exigencia de los profesores estaba a otro nivel, el impacto de las burlas dirigidas a él también lo estaba. Si en el colegio le habían lanzado dardos, en el instituto directamente le habían dado puñaladas. Cada insulto se grababa a fuego en su mente, cada burla dejaba una marca invisible en su piel, cada recreo que pasaba sin la compañía de nadie hacía que sintiera el corazón cada vez más vacío.
Y aunque él en realidad había querido ir a la universidad, aunque de verdad quería estudiar psicología porque desde siempre la mente humana le había parecido muy interesante y un tema apasionante sobre el que aprender; la entrada al instituto le había servido de escarmiento y sabía que su paso por la universidad no sería sencillo. Temía tener que hacer frente una vez más a burlas y a insultos, a que lo marginaran e ignoraran; y por eso sacrificó parte de su ambición para no tener que pasar por aquella tortura de nuevo. Bien sabía que si en el instituto esas palabras le habían hecho daño como puñaladas, en la universidad podrían haber sido como disparos de los que no habría podido esconderse.
Ahora, trabajar en una residencia de ancianos no era lo más emocionante del mundo, pero al menos le daba dinero para pagar las facturas y comprarse comida y agua. Además, los ancianos no perdían el tiempo recordándole lo torpe y lo patoso que era y Bennett, aunque sabía que pensaban eso, agradecía que no se lo dijeran.
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Meliora [Barbennett]
FanfictionEse era el hilo rojo que lo unía a Bárbara. 〔:🌹:〕༄˚⁎⁺˳✧༚ . . . . . . . . . . . . . . . ➝ Fanfic Barbennett ➝ TW: contenido delicado, autolesiones, menciones de acoso y de suicidio ➝ Modern AU ➝ Los personajes pertenecen a HoYoverse (miHoYo)