Una cita

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Nos encontramos en las calles de Orario dónde cierto albino que es un imán para los problemas caminaba en dirección a su hogar.

No hace más de unos minutos que había salido de la sede de Hermes después de darle un puñetazo.

En su pequeño corazoncito ya se empezaba a sentir mal por haberlo golpeado pero su lado malvado le decía que estaba bien lo que hizo.

—creo que la próxima vez me controlare más —penso avergonzado—. Bueno ya que.

Restándole importancia Bell siguió su caminata a su sede con su nuevo objetivo en mente.

"Invitar a Mikoto a una cita".

—no es nada difícil Bell, cuando estabas bajo los efectos de la poción hacías esto como si fuera el pan de cada día, solo relájate —pensaba el albino dándose ánimos a el mismo.

Pero al imaginar a la hermosa Mikoto y su hermosa figura hacia que empezará a tartamudear sin siquiera hablar.

—¡Maldición! El abuelo nunca me dió consejos para esto, cada vez que intento recordar algún consejo decente de él solo aparecen lo de como llevar a una mujer a la cama —penso avergonzado recordando esos consejos.

"—Y recuerda Bell, si algún día llevas a una mujer oriental a la cama hazle el amor de forma romántica, a ellas les gusta de esa manera, principalmente con juegos previos —aconsejo Zeus con una sonrisa pervertida.

—abuelo te pregunte por las elfas, no por las orientales —se quejo el pequeño niño".

—¡Espera! Yo no dije eso —penso el albino confuso—. ¿O si?.

Al estar perdido en sus pensamientos no se dió cuenta que ya habia llegado a la mansión Chimenea.

—bueno, vamos —penso dando un gran suspiro y entrar a la mansión.

Solo esperaba que Mikoto estuviera allí o si no toda la motivación que tiene en este momento ya no estará para más tarde.

Lentamente abrió la puerta de la mansión empezando a caminar por los pasillos buscando a Mikoto.

No pareciera que estuviera allí.

Cocina, comedor, las habitaciones del alrededor pero no estaba.

—tal vez este en la sala —penso el albino dirigiendose allí.

Desgraciadamente no se encontraba allí pero si que estaba alguien más.

Hestia.

—Kami-sama —penso el albino observando a su diosa la cual estaba muy concentrado en el sofá escribiendo algo en unos papeles probablemente algo del gremio—. Creo que es buen momento de confesar mis pecados.

Bell golpeó dos veces la puerta para captar la atención de su diosa.

—¡Bell-kun! —exclamo Hestia un poquito asustada por el repentino llamado—. ¿Que necesitas?.

—perdon por molestarla Kami-sama pero necesito hablar con usted —pidio un poco avergonzado.

—¡Claro! Cómo podría rechazar hablar con mi querido hijo —una sonrisa de felicidad se formó en los labios de Hestia, desde hace tiempo que no tenía una plática a solas con su hijo favorito—. ¡Adelante! Toma asiento.

Obedeciendo a su diosa Bell camino hasta el sofá donde estaba sentada Hestia sentandose a la par de ella con unos centímetros de distancia.

—cuentame Bell-kun, ¿Que te sucede? —pregunto curiosa y preocupada al ver la expresión de culpa de su hijo.

Perdidamente EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora