Capítulo IV

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EGIPTO – A LAS AFUERAS DEL PUEBLO DE KALABSHA –

Maat se encontraba apoyada en la espalda de Horus, mientras ella llevaba la mirada perdida por tal escena, temblaba demasiado por la crisis nerviosa provocada; mientras que Horus galopaba con Sultán hacia donde pudo visualizar que se dirigía ese enorme Buitre Negro.

- ¡Ese maldito Buitre Negro tiene a tu abuela! Más rápido Sultán – dijo Horus con la sangre hervida del coraje

Maat parecía muda, su bella sonrisa había desaparecido, solo seguía atónita por las vigas caer, la sangre en el suelo y la gente gritar horrorizada del miedo.

- ¡Descuida Maat! Vamos a tratar de salvar a tu abuela – volvió a replicar Horus.

Maat seguía sin responder, sus ojos estaban llenos de lágrimas, la vista perdida de ella solo daba a entender preocupaciones. Horus galopaba lo más rápido, se veía como Sultán casi volaba sobre la tierra, Horus sacó el arco y las flechas que previamente había sacado de la casa de Nekhbet cuando vio al Buitre Negro salir por la ventana.

Tomándolo en movimiento empezó a lanzarle las flechas al Buitre, una de éstas le dio en la pata izquierda, acaparando la atención de éste y con un enorme y ensordecedor grito, de las tierras emergen dos grandes serpientes, eran la representación de Apep que Nekhbet le había contado a Horus.
- ¡Sostente fuerte Maat! – ese grito despertó del trance a Maat y reaccionó viendo las dos enormes serpientes Apep y con un grito de miedo ensordeció a Horus.

- ¡Descuida Maat! ¡Trataremos de hacerle frente!

- ¿Estás loco Horus? ¿Ya viste el inmenso tamaño?

- ¡Confía en mí! Hazlo por tu abuela.

Maat agarró un poco de valor y desenvainó la espada de Horus, cada vez que se acercaban esas enormes serpientes a intentar morder a Sultán, lanzaba espadazos laterales logrando hacerlas retroceder.

- ¡Son veloces Horus! ¡Quieren morder a Sultán!

- ¡No en mi presencia! ¡Sostén la correa! – Horus de un salto bajó del sillín de Sultán y se abalanzó a una de las Serpientes Apep.

- ¡Horus cuidado! – gritó Maat

Horus con el Kopesh golpeaba el inmenso cráneo de la serpiente y entre los intentos le atraviesa sus enormes ojos dilatados, haciéndola retroceder sin vida, la segunda serpiente se percató y fue atacar a Horus.

En el ataque, Horus saca nuevamente el arco y cubre una flecha con el veneno de la serpiente tumbada y le enciende fuego con una piedra, y se la tira a la segunda Serpiente Apep logrando atravesarle la boca por la parte de abajo que era la más blanda, y así como se le abalanzó la serpiente a Horus, él se le abalanza a la segunda serpiente Apep y con la misma punta del Kopesh se lo entierra en la garganta, mismo impactó ayudó a Horus abalanzarse para caer nuevamente en el sillín de Sultán, tanto Maat y Horus veían como caía la segunda serpiente. Sultán seguía la trayectoria del buitre y se detiene en el instante pues estaban cera del Lago Náser.

Solo veían como el buitre seguía volando hacia la dirección de las Tierras de Berenice.

- ¡Hay que buscar una forma de llegar hacia tu abuela!

- ¡Busquemos un puente o algo que conecte el lago!

Ambos volteaban a ver a los costados si lograban ver algún puente o barcaza que conectara ambos lados, pero no tuvieron suerte, pues no había nada que los pudiera auxiliar.

- ¡Tendremos que cruzar nadando! – dijo Horus desesperadamente

- ¡No espera! El Lago Náser, está repleto de lagartos, debemos buscar una mejor forma para cruzar el lago sin dañar a Sultán o a nosotros.

Horus y Maat seguían buscando la forma de cruzar el lago, su perseverancia los ayudó a encontrar una vieja roca larga y puntiaguda, Horus la señaló y buscaron la forma de tumbarla al lago para poder usarla como camino, más adelante encontraron un viejo tronco grueso y Horus le dijo a Maat que, ese tronco lo usarían como apoyo para mover la roca y tirarla al lago.

Horus comenzaba a golpear la roca con ese tronco y lentamente lograban mover la roca hasta tirarla al lago, debido a la distancia solo le quedaban pocos metros para completar el paso, pocos metros que Sultán podría saltar sin problema alguno, ambos se montaron en el caballo y Horus comenzó a carrerearlo para que pudiera tener impulso y lograr saltar ese poco espacio que les faltaba.

En el impulso, Sultán logró saltar 5 metros sin problemas y continuaron el viaje a las Tierras de Berenice para buscar a Nekhbet y el Escudo Rojo que en esas mismas tierras se encontraba.

Sultán parecía agotado, así que decidieron descender del caballo y seguir a pie, con Sultán a su costado, rumbo a las Tierras de Berenice, iban charlando, se habían entendido, pero en los pensamientos de Horus rezumbaba lo que le había dicho Nekhbet, respecto al destino.

Caída la noche, decidieron refugiarse de bajo de unas rocas, por el frío que comenzaba a sentirse aquella noche, Horus fue en busca de leña, mientras que Maat cepillaba a Sultán y le daba de comer zanahorias.

- ¿Cómo te sientes? – preguntó Horus a Maat

- ¡Gracias por ayudarme! ¿Crees que podremos recuperar a mi abuela?

- Esperemos que si

- Dime ¿Qué fue lo que viste cuando entraste a la casa?

- Prefiero no recordarlo – Horus bajó la mirada seria, pues sabía que, si le decía a Maat todo lo que logró ver, Maat se pondría muy triste, pues él bien sabía que no encontrarían con vida a Nekhbet, aun así, fue siguiendo al buitre para poder recuperar el cuerpo de la anciana, aunque dudaba encontrarlo a estas alturas, completo o intacto.

- ¿De dónde crees que salieron esas bestias? – Preguntó Maat muy preocupada.

- ¡Al parecer fueron invocadas por ese extraño buitre! Mi abuelo no me había contado que se podían invocar a bestias y demonios, incluso, ahora pienso que los jinetes de Aniiba fueron invocados por tu abuela para ponerme a prueba.

Maat se reacomodo en la piedra, con las manos de bajo de su abaya en posición de frio, cada vez que hablaban o exhalaban soltaban un leve vaho, la mirada de Maat no era la misma, pues notaba preocupaciones y tristezas.

- Dime ¿Crees que encontraremos a mi abuela con vida? – volvió a preguntar Maat y se le quedaba viendo a Horus en espera de una respuesta asertiva.

- Tengo mis dudas, pero aun así no hay que perder esperanzas, verás Maat, antes de salir de tu casa, tu abuela me pidió una promesa, y era que pasara lo que pasara, yo cuidara mucho de ti y que por nada del mundo te alejaras de mí.

Al mencionar esas palabras Maat no pudo contener una tierna sonrisa y le dio las gracias a Horus por querer honrar a su abuela, Maat se levantó de donde se encontraban sentados, se sacudió el abaya y se fue a resguardar.

Horus se quedó admirado por la actitud y el carácter de Maat, su belleza e inocencia era lo único que le aclamaba de ella, mientras ella se fue a descansar, Horus se quedó despierto un rato más mientras que las brasas de la fogata empezaban a consumarse debilitando el fuego lentamente.

Unavez apagado el fuego, la luz de la luna alumbraba la zona, dejando un cálidosabor de boca, solo se lograba apreciar la silueta de Horus en aquella fríanoche.

Horus Jepri ChroniclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora