Una chica de alrededor de 17 años está sentada en el asiento del pasajero de un auto en movimiento. Su pelo negro y ondulado le llega abajo de los hombros y esconde parcialmente dos orejas de gato arriba de su cabeza. Una cola de felino que sale de la parte posterior de su pantalón se zarandea inquietamente en el pequeño espacio de su asiento. La joven mira al exterior con sus ojos del mismo color que su cabello. El área es árida, se escucha el viento moviendo las pocas plantas que hay, las nubes evitan que llegue el cálido abrazo del sol y todo se ve ligeramente gris. Con esta vista incluso hacer conversación con su acompañante parece mejor idea que seguir observando el exterior. Ella se dirige a la persona a su lado, sin mirarlo:
— ¿Por qué tengo que ir al servicio militar? Sabes muy bien que no quiero.
La frase es dicha con una notada monotonía, como si fuera lo único natural que preguntar en la situación. El hombre de cabello castaño pintado con canas le dirige una mirada agotada.
— Cumples con todos los requisitos para ser una buena soldado y es tradición. — Responde, acomodando las solapas de su saco.
El auto se sacude.
— Sabes perfectamente lo que pienso de las tradiciones —Dice con un tono molesto, resaltando esta última palabra mientras hace un gesto de burla con las manos.
El hombre espera por unos segundos a que continue, pero cuando no lo hace, le da una aclaración con tono severo.
— No tiene que ser así, Black.
Al frenar, ambos son tirados hacia adelante. La joven pone una mueca de frustración, mientras su acompañante no se inmuta.
«No tienes derecho a decirme cómo tiene que ser.»
Se encuentran en la entrada del centro militar, un punto de control, atendido por una mujer. El hombre le alcanza dos tarjetas, ella las inspecciona y se las devuelve.
— Sus tarjetas de acceso, Capitán. — Ella saca un lector de retina y se lo aproxima, que luego de unos segundos hace un sonido agudo. — Todo en orden, ¿Quienes lo acompañan?
— El chofer de siempre y una nueva recluta, Black Nora Kurenai. — Dice Roger.
— Necesitaré sus datos y un escaneo de retina para el registro. — Dice la mujer.
Luego de esto, la reja se abre y el auto entra al centro militar. Más adelante, se detiene frente a un edificio opulento. Ambos bajan del vehículo.
— Tu habitación es la 0319, el uniforme esta allí junto a lo demás que necesitarás, todo está pago y no tienes nada de qué preocuparte — Dice el hombre, caminando sin mirar en dirección a su acompañante.
Black se encuentra unos pasos detrás de él, con una expresión desinteresada. Casi no lo escucha. Su atención se encuentra en sus alrededores. Hay un par de altos edificios, bien cuidados y casi relucientes en comparación al resto del lugar, ella supone para los altos mandos, pero la mayor parte de lo que puede ver está lleno de pequeños cubículos grises contiguos todos iguales entre sí, y del otro lado, grandes áreas divididas con diferentes equipamientos y terrenos.
— Los desayunos son a las cinco y media todos los días en el comedor, a las seis comienza el entrenamiento y termina cuando el sargento lo diga. — Recita, como una línea memorizada hace mucho tiempo. — El almuerzo es a la una y media de la tarde.
— ¿No es eso un poco tarde? — Pregunta la chica, cruzando los brazos.
— No es relevante, es el horario más cómodo por los entrenamientos. — Dice, encogiéndose de hombros. — El segundo entrenamiento comienza a las tres y debe terminar antes de la cena, que es a las ocho de la noche.
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Black Kurenai: La guerra
Science FictionUna joven con una relación complicada con su padre deberá pelear en una guerra , mientras lucha contra sus propios demonios y un experimento biológico que la convirtió en un hibrido.