Capítulo 28. Lo que significa estar juntos

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Me lancé sobre él y lo derribé contra el pavimento, conmigo encima y mis piernas a ambos lados de su cuerpo

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Me lancé sobre él y lo derribé contra el pavimento, conmigo encima y mis piernas a ambos lados de su cuerpo. El impacto me hizo arder las rodillas, pero decidí ignorar el dolor.

—Hijo de puta, ¿por qué has vuelto? —gruñí, con las manos alrededor de su cuello.

—Oh, Ethan, no hables así de tu abuela —sonrió burlonamente, y apreté aún más mi agarre—. No solo has crecido, también has fortalecido tus músculos. Qué decepción, podrías haber sido el mejor.

—Cállate y recuerda quién tiene sus manos en tu cuello —espeté enfadado.

—¿En serio no piensas matarme aquí, delante de tu casa, verdad? Podrían salir los vecinos, o peor aún, llegar tu querida mamá y tu hermana. ¿Cómo está ella? ¿Sigue siendo una niña llorona?

Tensé la mandíbula, apretando los dientes.

—Tienes suerte de que estemos en la calle, o de lo contrario...

—¿Me habrías matado? —me interrumpió.

—No, en realidad no iba a decir eso. Sería demasiado fácil —me levanté—. Y no sería divertido.

Estuve a punto de entrar a la casa, hasta que me detuvo.

—Querías saber por qué volví, ¿no? ¿Por qué no entramos y charlamos?

Me giré, con una sonrisa burlona.

—¿De verdad crees que después de lo que has hecho te invitaría a pasar como si nada y tomar un té?

—Yo no mencioné el té, pero sí, si quieres, también podemos hacer eso —dijo como si fuera un ingenuo.

Contuve mi ira en puños.

—Está bien, solo estaba bromeando —se rió al ver mi expresión de disgusto—. A menos que quieras escuchar lo que tengo para decir aquí afuera, donde cualquiera podría enterarse —su mirada fue suspicaz.

—Déjame hacer algo antes —entré a la casa, fui rápidamente a mi habitación y saqué unas esposas de la encimera. Cuando llegué a él, se las puse—. Solo por si intentas hacer algo —advertí a regañadientes.

—Qué poca fé me tienes. ¿Y para qué tienes estas? ¿Acaso es un fetiche?

—Solo entra —lo empujé ligeramente hacia adentro.

—Vaya, este lugar es mejor de donde vivíamos —dijo desplazando los ojos por la planta principal.

—Cualquier lugar es mejor que esa porquería.

Mentía, había conocido personas en peores condiciones, pero simplemente vivir con él ya lo hacía horrible.

Se dejó caer en el sillón, y me molestó el hecho de que fuera allí donde solía sentarse Elijah.

—Ah —suspiró—. Y bien, ¿el té?

Odiaba con todo mi ser tener que obedecerlo, pero si no lo hacía, las cosas no estarían en paz, así que fui a la cocina sin quitarle la mirada de encima y traje conmigo una taza, que dejé de mala gana en la mesa.

El Cristal del Príncipe  [Cristal#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora