| Capítulo 10 |

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Pasaron varios días, para que Don Joaquín volviera al edificio. Estuve en contacto con Liam a través de mensajes de texto para que me contara sobre los avances de él durante el paso de los días. Aunque tuviera poco de conocerlo, él había sido bueno y amable conmigo, así que mi preocupación era genuina.

Me encontraba en el gimnasio del edificio. Era un sábado, temprano por la mañana. Tuve una semana llena de estrés, y vine a sacarlo con el saco de boxeo. Estaba cansada de sacar adelante el proyecto sola y que le tomaran más importancia al otro, que al que en verdad valía la pena.

Mi concentración total constaba en golpear el saco, así que no escuché cuando alguien entró en la habitación hasta que tuve frente a mí esa persona.

—Sí que le da duro al costal, vecina. Tiene un buen gancho derecho—comentó Liam al estar detrás del saco.

Sonreí.

—Gracias, solo imagino que es tu cara

Reaccionó sobreactuando su reacción de sorprendido.

— ¿Pero que le he hecho para que diga eso sobre mí? —Le di un último golpe al costal, el cual, él detuvo al estar detrás —. Gracias por darle ese regalo a mi abuelo. Quedó enamorado del cuadro. Lo colgó en la sala y es justo lo primero que ves al entrar a su departamento.

—Descuida lo hice con gusto. Ha sido bueno conmigo, así que quise devolverle el favor. ¿Cómo está él?

—Enojado por las instrucciones que le dio el médico. No quiere guardar reposo.

—Lo entiendo por completo. Para mí también sería difícil guardar reposo, pero es primordial para su salud hacerlo.

—Pero es algo que no quiere entender. En fin, pero no he venido a eso, sino, a darle las gracias—Lo miré confundida y él se dio cuenta—De no ser por usted, mi abuelo no estaría vivo. Le debo un gran favor, así que cuando ocupe ayuda con algo no dude en pedirme el favor que yo se lo regresaré, para estar a mano.

Ese era el meollo del asunto. No le gustaba deberles favores a los demás y por eso estaba ahí, siendo una versión amable.

—Descuida, no creo que te pida algún favor. Y si he de pedírselo a alguien, dudo que sea ti. Nunca estás en tu departamento y siendo sincera, yo tampoco estoy en el mío, me paso todo el día en el laboratorio—traté de sonar lo más amable posible. Nunca le pediría un favor a él. Además ¿En qué podría pedirle ayuda?

Permaneció serio.

—Sube un poco más el brazo. Eso le facilitará el ejercicio—sin decir más se fue.

Ese fue el último día que lo vi en un buen tiempo. Como pasaba fuera de ciudad, le contrataron una enfermera a Don Joaquín para que lo cuidara por las noches y la señora que iba a hacerle la limpieza todas las semanas, pasó a ir todos los días. Me enteré porque me encontré con doña Rosa un lunes cuando iba al trabajo y me contó que la habían contratado para limpiar y hacer la comida todos los días y a la enfermera me la topé en el pasillo, cuando venía de mi trabajo. Era joven, como de unos veinticinco años, morena, cabello azabache y más baja que yo. La saludé y me respondió muy jovial.

— ¿Cómo está Don Joaquín? —le pregunté.

—Está bien—respondió de manera amable —Ya toma sus medicinas, no quería tomarlas, pero su nieto habló con él.

— ¿Puedo pasar a verlo?

Lo pensó por un momento y asintió.

La acompañé y entré junto con ella. Me quedé en la estancia, justo en el lugar donde lo encontré tirado. Ella caminó hasta la habitación. Escuché como tocó la puerta, la abrió y le dijo a Don Joaquín que tenía visitas, él se negó hasta que le dijo que era yo, la vecina de enfrente.

Caminé hasta la habitación.

—Gracias, Mary—comentó Don Joaquín. Ella asintió y salió.

—Ya te habías tardado en venir a verme.

Sonreí

—Quería dejarlo descansar.

Me señaló el sofá que estaba a un lado de su cama para que me sentara.

—Me dijo mi nieto que tú me encontraste. Gracias a ti estoy con vida, no sé como podré pagártelo.

—No tiene nada que agradecer—sonreí—Bueno en realidad sí, no deje de tomar sus medicinas para que se recupere pronto y poder hacer una fiesta en su honor. Siempre hace fiestas para nosotros, es tiempo de hacer una para usted.

Él sonrió.

—También me dijo que me regalaste ese hermoso cuadro que está en mi sala de estar.

—Venía a entregárselo, cuando lo encontré en el suelo. De verdad, pensé que lo perderíamos—él se acercó a tomar mi mano. La mantuvo solo unos segundos.

—Soy un hueso duro de roer.

—Y me alegra que sea así—Sonreí y me levanté de mi asiento—Será mejor que me vaya, tengo que bañarme, contestar algunos correos y usted se tiene que dormir.

—Estoy cansando de esto, necesito volver a mis actividades.

Reí.

—Eso será más pronto de lo que cree. Si se les ofrece algo, ya sabe dónde encontrarme.

—Gracias. ¿Mi nieto te pidió que estuvieras al pendiente?

Bufé.

—No. Es por mi propia cuenta. No creo que él pida ese tipo de favores, es más pienso que no le gusta deberle nada a nadie. Lo siento, a veces olvido que es su nieto, cómo usted puede ser bondadoso y él—hice una pausa—bueno es él.

Me miró fijamente.

—Yo no lo crié, así que la culpa es de sus padres, aunque creo que debí de haber hecho algo cuando vi que ellos no funcionaban para educarlo. Vivimos mucho tiempo alejados, hasta que él me encontró por su cuenta, hace unos cinco años atrás, pero ya era un hombre cuando eso pasó.

—Ahora sí, me voy. Que descanse, Don Joaquín.

—Igualmente, niña.

Salí de su habitación, en la cocina estaba su enfermera, quien se preparaba una taza de café. Me despedí de ella con la mano.

—Si necesitan algo, estoy en el departamento de enfrente.

Ella asintió.

Llegué a mi departamento, me di una ducha rápida, me preparé un sándwich para cenar, tomé mi computadora y salí a sentarme en la terraza. Me dediqué a contestar algunos correos y a escribir unos cuantos informes que no quise terminar en el laboratorio, cuando recibí un mensaje de Liam.

"Gracias por visitar a mi abuelo, ya me contó que fue a verlo hoy. Ya era hora, era la única que faltaba por verlo, todos los vecinos ya habían ido".

Puse los ojos en blanco. Empezó muy bien el mensaje, pero no lo terminó como me hubiera gustado.

"Quería darle su espacio"

"Está muy agradecido con usted. Y mi propuesta sigue en pie. Cuando necesite un favor, no dude en pedírmelo. Así estaremos a mano".

"Mi respuesta sigue siendo la misma"

Fue lo último que escribí y ya no recibí respuesta de su parte. Ni tampoco supe nada más de él, por algunos días. 

 

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Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora