Raimon Freya
La casa estaba hecha pedazos, sobre todo el piso de arriba. Seguía la voz de Aurora que gritaba mi nombre para que llegara a tiempo. Subí el último escalón y me paralicé cuando vi las piernas de un hombre mayor en el suelo con el cuerpo dentro de la habitación en la que estaba ella.
Me acerqué lentamente, se podía ver trozos de cristal y un par de rosas blancas en el suelo desde el pasillo. Esas estaban manchadas de sangre. Abrí la puerta con cuidado y vi a Aurora sentada en el suelo al lado de su cama respirando fuerte con la mano ahogando el sonido de sus respiraciones.
El hombre estaba tendido en el suelo con una gran herida en la cabeza, creo que es su padre. La sangre estaba por todo el suelo y las paredes. No dejaba de salir y en pocos minutos se iba a morir.
—Lo maté —oigo una voz entrecortada detrás de mí— maté a alguien de nuevo.
Desearía ser mi madre en este momento, sabría como reaccionar en este tipo de situaciones. No sabía qué hacer, estaba paralizado. Debería llamar a la ambulancia o pedir ayuda, pero solo me quedo viendo como le sale sangre de la cabeza a ese hombre que no conozco.
—Cogí el jarrón que tenía en el baño y se lo tiré a la cabeza —dice Aurora detrás de mí sollozando— no pensaba que le iba a dar, Raimon.
Me giré para ver el rostro de la persona que estaba llorando detrás de mí
—Ya maté a mi hermana, no puedo matar a mi padre también —dijo cuando cayó rendida en el suelo.
¿Mató a su hermana? No entiendo nada. ¿La chica a la que conocí hace dos días es una asesina en serie?
—Aurora, llama a la ambulancia, yo voy a poner presión en su herida —dije agachado delante de ella mientras no podía parar de generar lágrimas y frotar su collar.
Después de unos segundos empezó a buscar su móvil por toda la habitación y yo algo para cubrir la herida.
—Este hombre debería estar muerto —oigo a Aurora decirse a sí misma mientras desbloquea el móvil.
No tengo ni idea de su vida, ni de cómo es su relación con sus padres. ¿Pero qué clase de hija desearía que su propio padre muriese?
Cogí una toalla del baño y puse presión en la herida tan fuerte como pude para que el flujo de sangre se detuviera mientras Aurora dictaba su dirección para que vinieran a ayudar al hombre que ella quiere muerto.
—¿Por qué hiciste eso? —me atrevo a preguntar.
Ella desde la cama me mira con una mirada cansada con sus manos en su regazo dispuesta a contarme que acababa de pasar.
—Él vino a mi habitación con ganas de pegarme —dijo suspirando— yo intenté cerrar la puerta, pero esta se abrió y me dio un golpe fuerte en la frente que perdí el conocimiento. Afortunadamente, pude dirigirme al baño con la fuerza que me quedaba y cerrarme ahí —se levantó para darle un vistazo a su padre aún en el suelo— lo oía dar patadas fuertes a la puerta... Después cogí el jarrón de rosas blancas, abrí la puerta y se lo tiré en toda la cabeza deseando que eso le mataría.
Me quedé sin palabras. Podía ver que tenía muchos moretones en las piernas y en los brazos tenía... cortes. ¿Todo eso le hacía su padre? ¿El hombre que estoy salvando hizo esto a Aurora?
—Él es la razón por la que me quiero... —no dijo nada.
Podemos ver desde la ventana luces azules y rojas y oímos una sirena sonando. Los médicos entraron rápidamente dentro de la casa y nos vieron a mí y a Aurora poniendo presión a la cabeza del hombre.
Los médicos querían hacer preguntas de como paso, pero ya no tenían tiempo para eso porque el padre de Aurora había perdido mucha sangre.
Porque tengo la sensación de que siempre estoy pendiente de los demás y nadie está pendiente de mí.
Estamos en el hospital sentados en la sala de espera. Las paredes son blancas y nos acompañan dos personas junto a otras siete sillas vacías. A mi derecha puedo ver a Aurora mirando al suelo indiferente, esperando respuestas del doctor. El ambiente es silencioso y el aire huele a desinfectante. El único sonido que irrumpe en el silencio de la sala es la respiración agitada de una chica que tenemos delante de nosotros acompañada de su madre.
—Mamá, mátame —dijo la chica—. No quiero vivir con ese dolor constante —dijo.
Puedo ver desde el lugar en el que estoy lágrimas generándose en los ojos de la madre. Puedo sentir la impotencia que transmite. Debe ser devastador, no tener nada que hacer respecto al dolor de probablemente la persona más importante en su vida.
—Ya no quiero, mamá. —dijo mientras se apoyaba con la cabeza en su hombro—. Es mejor irse ya de una vez por todas.
Veo a la madre levantarse y dirigirse a la puerta de urgencias.
—¡¿Qué estáis haciendo tanto tiempo ahí, hijos de puta?! —gritó la madre mientras golpeaba las puertas histéricamente— mi hija se está muriendo en mis brazos y no estáis haciendo nada al respecto.
La madre estaba deslizándose por la puerta y no sabía como reaccionar ante esa situación. ¿Debería ir a ayudar a la madre? Pero cómo le iba a ayudar si su hija estaba sufriendo un tipo de síntoma que desconocía completamente. ¿Debería llamar a mi madre? Tal vez ella sabría qué hacer.
Aurora estaba mirando fijamente a la chica con la respiración desbocada y de repente se levantó y empezó a hablar aceleradamente.
—Tu hija está sufriendo un ataque acompañado por hiperventilación o algo así —dijo mientras cogía una bolsa del mostrador de urgencias y se acercaba a la chica— toma, respira con esto para mantener el oxígeno de tu cuerpo a niveles normales, a mí siempre me funciona.
"A mí siempre me funciona" ¿Ya había vivido esto antes?
La chica la tomó y empezó a respirar. La bolsa se hacía más grande y más pequeña, mientras la madre aún seguía sentada en el suelo delante de la puerta de emergencias, mirando como Aurora se sentaba al lado de su hija.
Se empezaron a oír pasos y la madre se levantó cuando dos doctoras abrieron las puertas con noticias del padre de Aurora.
—¿Tú eres la hija del paciente? —le preguntaron a Aurora—.
—Sí, soy yo —afirmó ella.
—Tu padre se quedó en estado de coma —le dijo la doctora con la mascarilla bajada— recibió un gran golpe en la cabeza y perdió mucha sangre. Fue una lesión traumática bastante fuerte.
Me acerqué a Aurora y me senté en la silla que estaba justo a su lado y le puse la mano en las suyas. No parecía importarle la noticia, transmitía indiferencia. Se quedó mirando un punto fijo del suelo de la sala de espera.
—Va a estar ingresado en este hospital hasta que despierte, puedes venir a visitarlo cuando quieras —dijo la doctora—. Tu padre tuvo mucha suerte de que lo trajeran al hospital, estaría muerto si se tardaban diez minutos más.
La chica de nuestro lado se había tranquilizado completamente y su madre escuchaba atentamente lo que la doctora le decía a Aurora. Las dos pasaron dentro y la madre le dedicó una sonrisa a Aurora por ayudar a su hija.
Nos quedamos en silencio procesando todo lo que acababa de pasar. Hace exactamente una hora estaba a punto de hacer galletas con mi madre.
—Espero que sanes de las cosas que no hablas —dije—.
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Soy mi propio obstáculo
Fiksi Remaja"No creo que la gente entienda que estresante puede ser explicar qué está pasando dentro de tu cabeza, cuando ni tú mismo lo comprendes."