Sorprendentemente, en ese momento, no me sentía incómodo con ella, a pesar de que no me gustaba mucho tener compañía.
Eran las ocho de la tarde y aquí estábamos, en medio de la nada, tomándonos unas lasañas precocinadas que compramos en el supermercado, camuflándonos con gorras, gafas y mascarillas quirúrgicas ─ que nos costó la vida encontrar ─, con tenedores y vasos de plástico mientras veíamos el atardecer en silencio. Pero estaba bien, me sentía bien, al menos. Era reconfortante sentir que por una vez en mucho tiempo era ...libre.
─ Aaron ─ convocó Hazel ─. ¿Cuándo vamos a irnos?.
─ ¿Por qué lo dices? ¿Estás incómoda?
─ No, no, tan solo tengo algo de frío, pero da igual ─ negó con la cabeza ─. Olvídalo.
Me quité mi sudadera y se la entregué sin dirigir una palabra.
Más le valía que después de eso me invitase a un buen café con caramelo.
─ Luego me la devuelves ─ advertí. No iba a hacer como en las películas; «Te doy mi sudadera, quédatela», suficiente que iba a pasar frío por su culpa.
─ Gracias ─ se puso la sudadera y le quedaba enorme. Se puso la capucha y tiró de los cordones, haciendo que esta le quedara pegada a su cabeza ─. Tengo las orejas frías ─ aclaró.
Se colocó mejor sobre la piedra en la que estábamos sentados.
Una vez que comenzó a anochecer, decidimos irnos. Se veía poco y además, hacía frío. Y yo no tenía sudadera porque alguien se había adueñado de ella.
Estuvimos andando por media hora debido a la grandeza del bosque. Había anochecido del todo, solo teníamos a la Luna y a las estrellas como luz.
─ ¿Cómo descubriste este sitio? ─ Preguntó, rompiendo el silencio.
─ Una vez, estaba con mis amigos jugando al escondite. Corrí muchísimo, hasta que acabé en el bosque. Menos mal que su madre pasaba por allí y me llevó de vuelta con mis amigos, aunque me iba tirando de la oreja, pero me llevó ─ reprimió una carcajada ─. El caso es que me gustó mucho ese sitio y empecé a ir cada día, a escondidas de mis padres.
─ Ah ─ añadió ─. ¿Qué edad tenías?
─ Siete años.
Seguimos caminando por unos veinte minutos mientras de vez en cuando, Hazel hacía preguntas para romper los silencios incómodos que se formaban.
─ Aaroooooon ─ parecía una niña pe queña arrastrando las letras de mi nombre ─. ¿Cuánto falta para llegar?
─ Poco ─ me limité a responder.
─ Joder ─ susurró, molesta.
─ Ya queda poco, puedo ver el coche desde aquí. Deja de quejarte.
Me sacó el dedo del medio y, cuando quise darme cuenta, Hazel ya se había callado y ya estábamos frente a mi coche.
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¿Promesa? [✔️ COMPLETADA] ©
Novela JuvenilCanadá, un bonito país, una buena realeza y un futuro rey de veinte años condenadamente guapo. Aaron debe buscar una esposa para convertirla en reina con él, allí es donde conoce a Hazel. Una campesina de apenas diecinueve años que es obligada por s...