3 de enero.
Siete años atrás.
―Brasiiiiillllll, lalalalalalaraláaaaaaa―Marina sostiene un trago en cada mano y ríe sin parar. Entona horriblemente y ocupa la banqueta alta, libre frente a mí ―. ¿A qué no sabés qué?
―¿Qué? ―pregunto tontamente. Tomo el vaso con caipiriña y bebo un buen sorbo. Está frío, riquísimo. Y fuerte. Uff. Como si un bebé dragón acabara de meterse en mi garganta.
―El flaco ese de rastas acaba de pasarme la dirección de su casa.
―¿Y qué con eso? ―ya hemos hablado al respecto: nada de meternos con tipos de los que no sepamos nada. Las historias negras en torno a secuestros, desmembramientos en bañaderas y cosas así nos han acompañado durante toda nuestra adolescencia y prometimos cuidarnos.
―Que mañana hace una megafiesta en su casa de la playa y nos invitó. A las dos. ―mira en dirección al gigante con el que habló. Es un negro grandote, musculoso. Un Adonis de ébano que obliga a mi mirada a recorrerlo sin pudor ―. Se llama Guilherme. ―mi amiga me susurra al oído mientras miro cómo el sujeto se menea en la pista con un encantamiento propio de los brasileros.
Por menos, yo estaría internada con un desplazamiento de cadera.
―No, prefiero que celebremos nuestro último día en Río yendo a otro de estos boliches ―Hago puchero a mi amiga.
―No seas aburrida. Me dijo que es una casa lejos del centro de la ciudad, con piscina y toda la bola. Rodeada de arena, agua, palmeras...
―No lo conocés, ¡no podemos ir a ciegas!
―Hagamos lo siguiente ―segura de que ganará la contienda, me sugiere. Aunque más bien, su tono es de imposición ―: Vamos en un taxi hasta la puerta de su casa y si nos gusta nos quedamos y si no, nos pegamos la vuelta.
―¿Y vamos a juzgar qué tipo de evento es solo con ver la puerta?
―Sí. Vos sabés que yo soy más arriesgada, pero entiendo tus temores. Estamos lejos de casa y yo traigo una propuesta un tanto alocada. ―Saca a relucir la abogada conciliadora que lleva dentro. Solo le quedan un par de finales y podrá enriostrarle el título a su madrastra, una mujer buena para nada que lo único que hace es chuparle la sangre al viejo de Marina.
―No es que no quiera divertirme, lo que no quiero es ponernos en una posición incómoda. ¿Quién sabe quién es este hombre? ―cuestiono. Ella eleva su ceja, como si conociera algo más acerca de él.
―La chica de la barra ―señala a la morena que agita el vaso metálico como una campeona ― me dijo que Guilherme es un mimado, un carioca de pura cepa con una de las riquezas más grandes de Río. Es top top de lo más top.
―Eso no lo exime de ser un asesino serial.
―Ver Criminal Minds no está haciéndote bien al bocho. ―sorbe y prosigue ―. La chica escuchó cuando el tipo quiso coquetear conmigo y lo hice rebotar. Cuando él me dijo que era dueño de una super casa en la playa en las afueras de Río, que era un empresario gastronómico y blablá, dudé. Y, como es lógico en mí, lo expuse cara a cara con la bartender. Ella solita dijo que él estaba en lo cierto. El pibe se fue con un aire de suficiencia que me dejó inquieta y curiosa.
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"Rafe: corazón carioca" - Completa
RomanceRafe era un consagrado jugador de fútbol, millonario e indisciplinado, adorado por los chicos y envidiado por los grandes, hasta que conoció a la chica que salvaría su vida. Años más tarde, cuando la esperanza por encontrarla era casi nula, el ciel...